14. Hamburguesas y flores.

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No hablé con Romina hasta el sábado, pero no te contaré sobre ella por ahora, continuemos donde nos quedamos.

Los martes eran normalmente tranquilos en curso, al menos la primer hora, que era biología en esta ocasión, porque en la segunda entraba Rebecca y bueno, me ponía nerviosa.
No sabía de qué humor llegaría, la vez pasada se había enojado conmigo, se me hacía una exageración la verdad, no estaba obligada a responder sus preguntas.
Mi teléfono comenzó a vibrar, la pantalla se encendió, Mariana.

—Hola ¿Qué pasa?
—Nada, estoy super aburrida y te quise llamar. ¿Estás en clase?
—El maestro acaba de salir. La siguiente clase es matemáticas...
—Uy buena suerte amiga. ¿Tu querida maestra no te ha dicho nada de lo del viernes?
—No... —aún no le había contando a Mariana nada de lo del Lunes y había obligado a José a prometer lo mismo. —Espera, saldré al pasillo porque no te oigo bien. —me levanté y camine hacia la puerta, cuando salí volví a hablar. —Ya.
—Bueno, entonces... ¿Ya llegó tu Rebequita?
—No, si ya estuviera aquí te aseguro que no estaría hablando contigo.
—Sofía, no me da confianza.
—¿Por qué?
—No lo sé, algo en su mirada, o en su actitud, se me imagina a una femme fatale... —cuando dijo eso me comencé a reír.
—¿Femme Fatale? Has visto demasiadas películas Mariana. —dije entre carcajadas.
—En serio Sofía, escucha, son mujeres que utilizan su sex-appeal para atrapar a sus presas y utilizarlos a su conveniencia, y ella, es muy guapa, de verdad, tiene todas las características.
—Presas, hablas como si fuera una especie de ave o algo así.
—Se me imagina a un cuervo Sofía, pero más hermoso.
—Mariana. ¿Qué voy a hacer
contigo? —de repente oí que alguien azotaba una puerta, me di la vuelta y me encontré con la puerta de entrada a mi salón de clases cerrada. ¿Qué diablos había pasado ahí?

—¿Sofía? ¿Sigues ahí? —oí a mi amiga desde el teléfono.
—Sí, te voy a colgar, creo que me dejaron afuera del salón de clases.
—¿Cómo? ¿Por qué? ¿Quién?
-Creo saberlo, te llamo después. -colgué y me acerqué a la puerta, di dos toques y se abrió, unos ojos azules y fríos me miraron de arriba a abajo.
—¿Que desea Señorita Vázquez? —me preguntó Rebecca.
—¿Puedo entrar?
—La vi muy ocupada en su teléfono, así que no.
—Pero no la vi entrar, de haberla visto hubiera colgado para tomar clase.
—Lástima, puede entrar pero a tomar sus cosas, no la quiero en mi clase. —me dijo dejándome entrar.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Ya le explique.
—¿Ahora es un pecado contestar el teléfono?
—Salga ahora.
—Pero lo respondí cuando usted todavía no entraba.
—Si no sale ahora señorita Vázquez, voy a mandarla con el director. —dijo en un tono que no permitía réplicas, la miré enojada y tomé mis cosas con brusquedad, cuando estaba en la puerta me dijo con tono burlón. —Debería sentirse feliz, salió una hora antes. —tome aire para no contestar nada y azoté la puerta.
—Que hija de la gran... —estaba diciendo enojada.
—Que lenguaje, en serio. —me interrumpió una voz conocida, era Marlene.
—Perdón. —dije, aún no se me pasaba el enojo, así que no me fijé mucho en ella, ya me iba cuando volvió a hablar.
—Fuera de matemáticas. ¿Otra vez?
—Sí, la primera vez lo entiendo, llegué tarde, pero ahora no se vale. —respondí, aún tenía algo de enojo.
—¿No? —preguntó.
—No, yo estaba aquí, solo no la vi.
—Hmmm, no te entiendo del todo Sofía.
—Pues mire... —ella me miró con una ceja levantada. —Pues mira. —corregí. —Mi clase acababa de terminar, entonces mi amiga me hablo por teléfono y yo salí a contestar porque no se oía bien, y en eso, azotaron la puerta, toqué y Rebecca me dijo que no podía entrar, y se puso como una loca. —terminé, después me di cuenta de mis últimas palabras. —Perdón, omite lo último. —ella rió.
—No te preocupes, te entiendo.
—Y todavía me dijo "Debería sentirse feliz, salió una hora antes." —suspire.
—¿Qué te puedo decir Sofía? Así es Rebecca.—me sonrió y entonces el enojo se me pasó, y puse atención a su aspecto, llevaba un vestido azul muy bonito, resaltaba su figura. Se veía más hermosa que de costumbre. —¿Sofía? —me habló sacándome de mis pensamientos.
—¿Eh? Perdón.
—Un café por tus pensamientos.
—¿Qué? —dije sin entender, ella puso los ojos en blanco.
—Que si quieres ir por un café...
—¿Con usted? —pregunté.
—¿Con quién más? —rió, y yo me sonrojé.
—Está bien. —sonreí. —¿Café?
—Sí. ¿No te gusta el café?
—Sí me gusta pero...
—Sabes, es demasiado típico, mejor abandonemos el café, ya veré qué hago para sorprenderte. —me guiñó un ojo. —Ahora vamos, tenemos una hora. —la seguí, a decir verdad no tenía idea ni de que estaba haciendo, hace unos minutos estaba enojada y dispuesta a matar a alguien y ahora estaba feliz caminando detrás de Marlene. ¡Marlene!
Salimos a la calle, yo no hablaba mucho, estaba pensando en mi suerte.
Y Marlene, bueno, ella parecía demasiado ocupada en sus pensamientos. ¿Qué le pasaría por la mente?
Cruzamos la avenida y caminamos debajo de un puente, era un camino bastante enredado, que al final escondía un parque, uno que no había visto antes.

—¿Esto existía? —pregunté impresionada y ella soltó una risa.
—Claro que si, aquí vengo cuando quiero relajarme, casi nadie viene, cómo está medio escondido... —me miró y sonrió.
—Es lindo. —era muy verde, parecía más verde que cualquier otro parque y los rayos del sol lo hacían ver alegre
—Hay una parte más linda. —la seguí, efectivamente no había mucha gente, solo conté cómo tres personas. Nos salimos del camino y ella entró entre unos arbustos. ¿Qué diablos? La seguí y entonces mi vista se lleno de colores, azules, rosas y rojos llenaban mis pupilas, flores.

El Infierno en tu Mirada.Where stories live. Discover now