Capítulo 12: Entre la espada y la pared.

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No había podido pegar ojo en toda la noche. Jamás había sentido tanto miedo como el que pasó en brazos de Alacrán. Ella sabía que había actuado de forma impulsiva. Estaba tan cegada por la ira y el resentimiento que lo había llevado al límite. Lo que no entendía era porque la besaba y luego le decía a su hermano que era su mujer. 

¿Acaso tenía sentido que dijese eso? ¿Quién demonios se creía que era para decir algo así? Marina no entendía porque la torturaba de esa forma. No se conformaba con haber matado a la persona más importante de su vida, sino que había decidido también destrozarle la vida a ella. Lo que no sabía era que hacer a partir de ese momento. ¿Cómo podía enfrentarse a ese hombre? 

No supo porque el nombre de Jacob Ward apareció en su cabeza. Él le había propuesto colaborar con el fin de meterlo en prisión. Si la oferta ya sonaba tentadora antes de besarla y apabullarla, ahora todavía más. El problema era que no se veía capaz de enfrentar las posibles consecuencias. Después de esa noche se había dado cuenta de que era mil veces peor de lo que creía. 

Él sabía que ella era la novia de Luis, el escorpión que había ordenado asesinar sin contemplaciones y de forma dolorosa. ¿Qué necesidad tenía de herirla todavía más? 

- Cariño, ¿sabes dónde está tu padre? - le preguntó su madre a través de la puerta de su dormitorio. 

Marina metió la cabeza entre sus piernas y gimió. Lo que le faltaba. Afortunadamente llegó a casa cuando su madre estaba durmiendo. De otra forma, no habría sabido explicarle porque lloraba y temblaba del pánico. 

Se levantó de la cama y abrió la puerta, encontrándose con su madre en batín. 

- Estará a punto de llegar. 

Pasó se largo para no tener que enfrentar al mirada de su madre. Tal vez con suerte su padre no quería decirle en donde había estado. Querría seguir con su papel de esposo y padre modelo. Cruzaría los dedos por ello. 

- Mamá, ¿has hecho el desayuno? ¿o lo hago yo?

- Está en la mesa. - respondió mientras la seguía. - ¿Pero dónde esta tu padre?

- Ni idea. - respondió.

Trató de  fingir toda la naturalidad posible. Así que se sentó en la mesa, como haría cualquier día, y mordisqueó una tostada. 

- No ha pasado la noche aquí. - murmuró mientras se dejaba caer sobre una silla. 

Marina vio el semblante perdido de su madre y la verdad es que sintió lástima por ella. No entendía porque sufría tanto por alguien que no valía la pena, peor aun así era su madre y quería apoyarla y ayudarla en todo lo posible. 

- Habrá quedado con un amigo y se le habrá ido el santo al cielo. - mintió como una condenada. 

Su madre la miró con esperanza en los ojos. Su hija no entendía porque todavía confiaba en ese maltratador y alcohólico, pero no quería angustiarla más de lo que ya estaba.

- Ojalá, cariño. - suspiró nerviosa mientras miraba el reloj de la pared. - Pero las dos conocemos a tu padre. - Se llevó las manos a la cabeza y se masajes las sienes. - Casi siempre que sale bebe.

¡Y tanto que había bebido! 

- No pienses en ello. - comentó queriendo distraerla. - ¿Has desayunado ya? 

- No tengo hambre. - musitó. 

Marina suspiró y, aunque sabía que no probaría bocado, le acercó un zumo y una tostada. 

- ¿Te apetece café?

- No, cariño. 

Se levantó de la mesa y se dirigió a La Cocina, en donde sacó una bayeta y se puso a limpiar las encimeras.  

AtrapadaWhere stories live. Discover now