Capítulo 18: Me has destrozado la vida.

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Alacrán sabía que estaba tensando demasiado la situación con Marina, pero no pensaba ceder ni un ápice. Si por ella fuera, jamás sería suya. ¿Cómo podía entonces permitir que se escapase de sus manos? Él y solo él decidiría como actuar con ella. Se negaba a seguir escuchando los consejos bondadosos de su hermano y los lujuriosos de Destripador. 

- Dime, carnal. 

Estaba en su despacho trabajando cuando recibió una llamada de su hermano. 

- La madre de Marina está desesperada, Javier. Tal y como me pediste, esta tarde me he pasado por su casa para asegurarme de que no le faltase nada y la mujer al verme ha empezado a llorar y a suplicarme que le devolviésemos a su hija. ¿No crees que te estás pasando? No puedes impedir que se vean, carnal. 

Le daba igual parecer inhumano, él sabía lo que estaba haciendo. 

- No ha hecho nada para merecerse ese privilegio. Verá a su madre cuando acepte la situación. 

- Lo único que vas conseguir es que te siga odiando.

- No, va a aprender a obedecerme a la primera. 

- Marina no es uno de tus escorpiones o una puta sin más. No puedes seguir tratándola de esa forma. 

- Me estoy empezando a cansar de tus intromisiones, carnal. Qué yo sepa, Marina es mi mujer, no la tuya. Si quiero tu opinión, te la pediré. Mientras tanto guárdatela, ¿entendido?

Carlos resopló al escuchar el tono autoritario de su hermano. Era increíble que la actitud de líder temible la usase también con él, con su hermano pequeño, al que enseñó a coger su primera arma. 

- Tranquilo, no pienso decir nada más. Sabes de sobra lo que pienso. 

- Mejor.- se sirvió una copa de ginebra. - Por cierto, ¿su padre está controlado?

Marina desconocía que Alacrán le había dado a su padre bastante dinero, más del que dijo en su momento. Lo mejor era hacerlo desaparecer definitivamente de sus vidas. Llegó a plantearse el asesinato y ahora llegaba incluso arrepentirse, pues le había acabado saliendo bien caro. 

- Sigue en las Vegas, hermano, jugándose tu dinero en el casino. 

Las comisuras de los labios de Alacrán se alzaron levemente. No le extrañaba que ese maltratador y ludópata quisiese derrochar todo el dinero que tenía. En realidad le importaba una mierda lo que hiciese con el dinero que le había dado. Pero como se acercase a Marina, le metería una bala entre sus cejas. 

- ¿En nuestro territorio?

- No, está en el otro lado de la ciudad, en el territorio de las Víboras. 

- ¡Mierda! - gruñó.

Esperaba que no hiciese ninguna tontería, pues estaba atado de pies y manos. No podía darle una lección si no estaba en su territorio. Podía acabar teniendo muchos más problemas con las Víboras. 

- No creo que haga nada. Está muy entretenido con las ruletas y las putas. - bromeó Carlos. 

- Eso espero. 

Una vez finalizada la llamada, se quedó pensando en todos los problemas que tenía ante sus narices. El golpe contra las Víboras se acercaba peligrosamente y sabía que las cosas podían salir mal. Nunca había tenido miedo porque desconocía lo que era la debilidad. Ahora todo había cambiado. De pensar que Marina podía salir perjudicada... 

Cansado de trabajar y de pensar en las Víboras, salió del despacho, rumbo a su dormitorio. Había tratado de no pensar en Marina. Sabía que no había estado bien encerrarla, pero en ese momento era la única forma de obligarla a quedarse quieta. Tal vez las cosas estaban yendo demasiado rápidas. Pues que estuviese forzando la situación demasiado. Pero él era el que mandaba y no iba a seguir tolerando el desprecio de Marina, ni mucho menos la distancia entre ellos. 

AtrapadaWhere stories live. Discover now