❥ Trigésimo cuarto capítulo

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JungKook

Mi mirada seguía perdida en los ventanales de la oficina. No lograba olvidar lo que hice y menos la forma en la que traté a JiMin. Él era y es el padre de mi hijo y muy a pesar de eso, jamás lo llegué a respetar.

Cerré mis ojos, recordando las súplicas y lágrimas que soltó en el momento que tocaba su cuerpo sin descaro alguno o al decirle esas palabras tan hirientes. Él no merecía ese trato. Volví a mi realidad al escuchar la puerta de mi oficina y los pasos firmes que daba la persona que había interrumpido mi momento de reflexión.

Al voltear me encontré con el hombre a quien menos deseaba ver. Mi padre estaba de pie y con el ceño totalmente fruncido. De seguro me venía a hablar nuevamente de HaNeul y el tratamiento que estaba llevando para volver a tener otro hijo, como para recuperarse psicológicamente de su antigua pérdida.

— ¿Ahora qué quieres? — dije con total enojo. Noté la respiración profunda que tomó antes de hablar. Sabía que nada bueno saldría de aquello.

— Estás despedido.

Abrí mis ojos en par e incluso quería reír. — Soy el presidente de esta empresa, no puedes despedirme. — Mis palabras fueron claras y directas. Yo no pensaba moverme de esta oficina y mucho menos ceder mi lugar.

— ¡Claro que puedo y lo haré! — gritó. — De ahora en adelante las cosas cambiarán JungKook. Ahora solo te dedicarás a tu familia y a darme un nieto.

— ¡Ya tienes un nieto! — repliqué.

— ¡Mi nieto no puede venir de un homosexual! — volvió a gritar. Mi respiración se irreguló y la cólera ya iba recorriendo mis venas. Mis manos ya estaban hechas puños y ganas de golpearlo no me faltaban. Le había perdonado muchas cosas a mi padre, entre ellas el haberme casado con alguien a quien no quería y el haberme alejado de mi familia, pero el hecho de despreciar a mi hijo no se lo perdonaría jamás. — Con los golpes no se soluciona nada y eso tú bien lo sabes.

Miré mis puños y de a poco comencé a liberar ese fuerte agarre. Ya no me quedaba hacer nada más que obedecer. Solté todo el aire que resguardaban mis pulmones y me coloqué de pie lo más rápido posible.

Mi padre estaba quieto y mirando todos mis movimientos, hasta que logré llegar a su lado, me detuve y sin siquiera mirarlo pronuncié: — Tú mismo lo has dicho. Las cosas cambiarán.

No esperé por una reacción suya, al contrario, salí lo más rápido de mi oficina, como del edificio y solo al estar frente al departamento de JiMin me di cuenta de lo que iba a hacer. Había pasado más de un mes desde que no me había dignado pisar ese lugar, pero ahora estaba demasiado enojado con mi padre que lo único que quería era darle la contra de alguna u otra forma.

Mis manos ya comenzaban a sudar mientras bajaba del auto y mis pies yacían temblando al estar dentro del ascensor. En realidad no sabía qué iba a hacer o siquiera decir al estar frente al padre-madre de mi hijo, pero ya no podía dar marcha atrás. El sonido del ascensor deteniéndose me sacó de mis pensamientos y cuando se abrieron las puertas, lo único que hice fue salir con lentitud de ese reducido espacio, en donde ahora un chico muy alto y guapo iba adentrándose para bajar. Quise observar a más detalle a aquel hombre, pero se me fue imposible al ver como las puertas del ascensor se cerraban.

Solo me quedó mirar a ambos lados y dar un paso tras otro, hasta llegar al departamento indicado. Una de mis manos ya estaba hecha puño y la iba a levantar cuando me percaté del timbre.

— Sí que soy un idiota — me dije a mí mismo mientras sonreía. Había olvidado por completo todos los avances tecnológicos de esta época al estar frente a la puerta de la persona a la cual le hice demasiado daño.

Me sentía torpe y un completo idiota al temblar cuando presioné el timbre y me sentí aun mucho peor al escuchar la voz de JiMin gritando un sonoro «Ya voy» desde dentro. No tenía ni una sola idea del porqué estaba ahí o qué haría al ver a la persona que traté de lastimar.

Mis manos se aferraron a la tela de mi pantalón y mi labio inferior ya era apresado por mis dientes. Realmente tenía miedo, miedo de enfrentar mis acciones. Podía escuchar los pasos más cerca y eso solo me hizo recapacitar, yo no tenía nada qué hacer ahí. Le había hecho demasiado daño a la persona que me había entregado la alegría más grande mi vida: mi hijo. Solté un suspiro y me di una vuelta para caminar hacia el ascensor, pero ya era demasiado tarde. La puerta fue abierta y la hermosa voz de JiMin llegó hasta mis oídos.

— ¿JungKook? — su voz sonaba sorprendida y pude notar que en ningún momento flaqueó, al igual que lo haría una persona que se encuentra con su “violador”. Me llené de nervios y no hacía nada más que darle la espalda. — JungKook, ¿Qué haces aquí? — No quería dar la cara, era un cobarde, un completo cobarde. — ¿Te encuentras bien? — Su mano tocó mi hombro y me entregó esa calidez que hace mucho no había sentido, esa calidez que solo una madre te puede entregar. Quería ponerme a llorar como un niño y arrodillarme ante la “madre” de mi hijo para implorar un perdón que no merecía. — JungKook... ¿Te puedo ayudar en algo? — su maldita voz me estaba llenando de más culpa y la forma en la cual me hablaba solo me hacía sentir más miserable de lo que era.

— P-perdóname... — musité  mientras me alejaba de su tacto y daba la cara. JiMin me miró con un sonrisa sincera en el rostro y solo asintió. Observé cada detalle de su rostro y podía decir que ahora se veía mucho mejor que antes. En sus brazos cargaba a un JungHyun dormido y yo no podía evitar ver a esa pequeña ternura que era mi hijo.

— Él te extrañó mucho — fue su respuesta ante la mirada que le dedicaba a nuestro hijo.

— Yo también. — susurré sin apartar la mirada de mi hijo. Un silencio se apoderó de nosotros y no me parecía incómodo, al contrario, era demasiado tranquilo el solo ver a mi bebé mientras era acunado en el pecho de JiMin.

— ¿Quieres pasar? — Dejé de admirar a mi hijo para prestar atención a sus palabras. JiMin sonreía como en aquellas historias de cuentos y solo esperaba una respuesta de mi parte. Sin embargo no sabía qué decir, pues pensaba que a lo mucho llegaría a estar fuera de su casa después de todo lo que pasó, pero al parecer no era así, él quería que entrara.

— ¿P-puedo? — dije más que desconfiado. Él asintió nuevamente. Quise agradecerle por todo lo que estaba haciendo cuando alguien nos interrumpió.

— Este era el regalo...

Me devolví directamente hacia aquella voz y grande fue mi sorpresa al ver que ese joven, que minutos antes había utilizado el ascensor, estaba ahora con una caja empaquetada de muchos colores en su mano y con una característica sonrisa que podía alegrar a cualquiera. JiMin sólo lo miró y sonrió a más no poder, achicando sus ojos en la acción y denotando ese brillo especial en todo su rostro al admirar a ese extraño. Los miré a ambos y en ese momento supe que había perdido a JiMin.

 Los miré a ambos y en ese momento supe que había perdido a JiMin

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 Segunda Oportunidad ❀ Kookmin Where stories live. Discover now