II

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Mis ojos se clavaron en la entrada de mi departamento en la puerta color café oscuro. El corazón me marchaba aceleradamente, con miles de pensamientos corriendo rápidamente, buscando alguna salida, algún camino.

Los nervios me estaban comiendo, y podía sentir mis piernas temblar junto a mis manos humedecidas por el sudor frio.
   

―Ve a ver lo que te dejé― De nuevo esa voz resonó contra mi odio, donde mi mano aún sostenía el teléfono, inmóvil, paralizado.

¿Qué pasa si es una trampa? ¿Qué si él está al otro lado de la puerta? Podía entrar fácilmente y hacer lo que quisiera, ¿qué pasa si era un ladrón, un secuestrador? ... Debo llamar a Dae y Bae, ellos me ayudarían…
    

―No hay nadie tras la puerta, Seungri; No colmes mi paciencia, puedes echar la cadena si quieres para comprobar. Sólo coge el paquete que te dejé― Tragué saliva y con pasos temblorosos me dirigí hasta la puerta, y me quedé por varios segundos frente a esta. ¿Debía abrir?
     

―Sólo hazlo― Aquella voz demandante volvió a interponerse en mis pensamientos, y yo, nervioso y con las manos temblando, alcé una y abrí un poco la puerta.

El corazón parecía que se me iba a salir al ojear por el pequeño espacio que dejé, pero no había nadie, el pasillo estaba sólo. Mi mirada bajó al pequeño tapete que adornaba la entrada a mi departamento, y vi un sobre reposando a la espera de que lo cogiera.

Miré una vez más que no hubiera nadie más, y me agaché para coger el sobre, pero mi mano no alcanzaba a tocarlo por el pequeño espacio que dejaba la puerta.

Finalmente, irritado y molesto por los putos nervios, terminé quitando la cadena y abriendo de sopetón la puerta para luego abalanzarme al sobre y en menos de un segundo cerrar de un portazo la puerta que resonó en todo el apartamento, con el corazón desbocado, los latidos retumbando en mis oídos, las piernas como gelatina e incluso sentí como la gravedad parecía querer arrastrarme hasta que mi cuerpo cayera por completo tendido sobre el piso, pero eso nunca sucedió.
    

―Buen chico ―Dijo de nuevo la misma voz, divertida, sardónica porque haya seguido sus órdenes, cosa que me enfureció, no me gustaba que se metieran en mis decisiones, que mandaran por mí, que me obligaran a hacer algo que no quería, no me gustaba que me tomaran como un puto títere al cual podían manejar a su antojo
      

―Mira lo que hay adentro. Te llamare en unos minutos.
      

Y dicho esto, colgó. El silencio que cayó sobre el departamento fue abrumador, claustrofóbico.

Mis ojos se clavaron en el sobre que mis manos sostenían, un sobre común y corriente, pero con algo dentro que no estaba seguro si quería ver.

Después de unos minutos, mis piernas parecieron ceder y caí al suelo, con el sobre aún en mis manos. Tragué saliva y con dedos temblorosos rasgué un poco el sobre, hasta que la desesperación fue mayor y terminé rasgándolo por completo, dejando que un paquete de fotografías juntadas con una goma cayera al suelo, entre mis piernas.

Mis dedos soltaron lentamente el papel del sobre mientras mis ojos estaban concentrados en las fotos. El corazón me latió dolorosamente al ver la primera foto… Era mi balcón.

Cogí sin dudar las fotos y quité la goma, sintiendo el corazón en la garganta, mirando una por una las fotos en las que claramente se veía mi balcón, y cierto telescopio siendo ajustado, apuntando hacia el edificio de al frente, donde mi rostro aparecía en cada una de ellas.

La sangre se acumuló en mi rostro junto a una ligera capa de humedad en mis ojos al ir avanzando y encontrarme con fotos donde se alcanzaba a ver como salía yo, mirando por el telescopio y mis manos vagando por mi cuerpo.
Solté las fotografías, haciendo que estas se regaran en el piso, dejando ver diferentes tomas en el mismo escenario, mismo ángulo. Un jadeo salió de mis labios, me sentía asustado, demasiado asustado, atrapado en las manos de un desconocido quien fácilmente podía hundirme, destrozar mi carrera con estas fotos, donde notoriamente salía denigrando y violando la privacidad de los demás, como un sucio pervertido y degenerado.

Chico Malo // NyongtoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora