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¿Por qué Lucius no ayuda con los platos?- Me quejé tendiéndole a Mamá un plato
mojado que goteaba. -Él come con nosotros. Él podría ayudar a limpiar. Estoy cansada
de hacer su colada también. Siempre se queja del almidón. ¿Quién usa aún almidón?-
-Comprendo tu frustración, Jessica.- Mamá secó el plato con una toalla. -Pero tu padre
y yo hemos hablado sobre esto, y ambos pensamos que Lucius está teniendo suficientes dificultades, para integrarse en la vida de los Estados Unidos, sin darle
tareas también.-
-Él se ha integrado bien. Demasiado bien, si me preguntas.-
-No te equivoques con los pasos de Lucius hacia la felicidad- Dijo Mamá. -Su vida, Su
vida está lo suficientemente alterada, dramáticamente sin forzarle a hacer trabajo
extra, que sería hecho por sus sirvientes en su casa.-
-Oh, él lo reclama.- Mamá rió.
-Sin tener en cuenta lo que pienses sobre… la vampiricidad de Lucius…-
-Pienso que es un montón de mierda- Me corregí a mí misma. -Digo, estiércol.-
-Aparte de eso, Lucius proviene de una zona muy rica y privilegiada.- Escuché el
susurro del agua enjabonada, compadeciendo a la vajilla de plata hundida.
-¿Cómo de privilegiada? ¿Honesta? Porque a veces me pregunto sobre los ponis de
polo y los viajes a Viena.-
-Oh, yo no estaría sorprendida, Jessica- Dijo Mamá. -La familia Vladescu vive en un
lugar impresionante. Es un castillo realmente. En lo alto de los montes Cárpatos.-
-¿Un castillo? Nadie vive en castillos, excepto en las películas de Disney. ¿Y tú has visto
ese 'castillo'?-
-Solo el exterior, lo cual es suficientemente imponente- Dijo Mamá. -No se nos permitió
estar dentro. Los Vladescu no eran los vampiros más accesibles…- Pareció como si ella
fuese a alargar el tema pero cambió de idea. -Los Dragomirs eran más hospitalarios.-
Estábamos girando demasiado, cerca de la charla sobre mis padres biológicos.
-¿Cómo era? ¿El castillo?- Mamá sonrió.
-Esta es la primera vez, que tengo la sensación de que estás intrigada por algo
relacionado con Lucius.- Enjuagué algunos cuchillos.
-Solo por su casa.- Mamá echó la toalla sobre su hombro y se inclinó sobre la
encimera. -¿No por Lucius? ¿Ni siquiera un poquito?- Reconocí el tono sugerente de su
voz.
-¡Mamá! ¡No!-
-Jessica… debes admitirlo, Lucius es un chico joven físicamente atractivo, y él está
claramente interesado en ti. Simplemente sería natural si tú le devolvieses algo de ese
interés. No sería nada de lo qué estar avergonzada.- Mojando una cacerola, raspé
algunas lentejas que se habían fundido en los lados durante la cocción. Él piensa que es un vampiro, Mamá.-
-Eso no cambia el hecho de que Lucius sea encantador, fuerte, rico y un muchacho
guapísimo.- Rememoré el sentimiento de la fuerte mano de Lucius rozando mi mejilla,
la noche que nos reunimos. Ese revoloteo en la boca del estómago. Y el hecho de que
él ha dejado claro su intención de morderme el cuello.
-¿Me has visto mirar a Lucius, con algo que no sea repugnancia? ¿En serio?- Mamá
sonrió.
-Te sorprendería la de veces en que la repugnancia se vuelve lujuria.- Había una
mirada conocedora en sus ojos. Como si ella acabase de leer mi mente mientras yo
rememoraba su contacto. Me sonrojé.
-Eso suena a alquimia. Que es tan real como los vampiros.-
-Oh, Jessica.- Suspiró Mamá. -¿Qué es el amor si no es una forma de alquimia? Hay
fuerzas en este universo que nosotros no podemos explicar.- Sí. Fuerzas como la
gravedad tuerce el tiempo en un agujero negro. Y la cuerda infinita de pi que zumba
hacia fuera a través del universo. Aquellas eran fuerzas verdaderas y reales.
Misterioso, seguro. Pero también apreciable y quizás comprensible si aplicáramos las
matemáticas, la ciencia y la física. ¿Por qué alguna vez mis padres no podían entender
esto? ¿Por qué tuvieron ellos qué mirar el mundo y ver la magia y lo sobrenatural
dónde yo veo números y elementos?
-No me gusta Lucius, Mamá, así que puedes olvidarte de la alquimia, la repugnancia y
especialmente de la lujuria.- Mamá no pareció convencida, ella secó los últimos platos.
-Bueno, si tus sentimientos cambiasen, puedes hablar conmigo. Tengo la sensación de
que Lucius es un joven muy experimentado. No querría que te metieses de cabeza
en…-
-¿Jessica se va a meter de cabeza en algo? ¿Puedo estar presente?- Mamá y yo nos
volvimos para mirar a Lucius de pie en la puerta de la cocina. ¿Desde cuándo él había
estado ahí? ¿Cuánto había oído? ¿La repugnancia se vuelve lujuria? Si Mamá estaba
avergonzada por haber sido cogida hablando de Lucius a sus espaldas, no lo mostró en
su cara.
-Jess estará bien, Lucius. Pero gracias por preguntar. ¿Qué te trae desde el garaje?-
-Un ansia, por esa deliciosa algarroba de helado de tofu, que guardas en el
congelador-Dijo Lucius. Él caminó hacia el frigorífico y abrió la puerta de arriba. -
¿Alguien quiere unirse a mí?-
-De hecho, me dirijo al establo a ver algunos gatitos que tu padre ha encontrado- Me
dijo Mamá -Supongo que habrá sitio para alguno más, pero tendré que poner resistencia. Si le animo demasiado, nos invadirán.- Ella dio unos golpecitos en el
hombro de nuestro estudiante de intercambio en su camino para salir de la cocina.
-Buenas noches, Lucius.-
-Que pase una buena noche, doctora Packwood.- Lucius dejó el falso helado sobre la
encimera y sacó dos boles de armario, sosteniéndolos en alto. -¿Jessica? ¿Puedo
tentarte?-
-Gracias, pero creo que voy a pasar del postre.-
-¿Por qué?- Lucius parecía genuinamente confuso. -Sé que la algarroba no es el sabor
más atractivo, pero el postre es uno de los placeres más exquisitos de la vida, ¿no
crees? Raramente lo olvido, excepto la vez que tu padre les quito el huevo y la crema a
las tortitas. Casi nunca parecía valer la pena el esfuerzo de levantar el tenedor para
llevárselas a la boca.- Metí el tapón en el fregadero, manchándome con el agua sucia.
-Sí, bueno, tú no estás gordo. Tú puedes comer postre.- Cuando levanté la vista del
remolino de jabón, Lucius me miraba con el ceño fruncido. Me miró fijamente de
arriba abajo.
-¿Qué?- Le eché un vistazo a mi chaleco cerrado y a mis shorts. -¿Tengo algo?
-Seguramente tú no pensarás que tienes sobrepeso, ¿verdad, Jessica?- Dijo él con
incredulidad en sus ojos. -Tú no creas lo que ese imbécil te insultó en la cafetería…
Sabía que debería de haberle silenciado-
-Esto no tiene nada que ver con Dormand, quien es mi problema no el tuyo- Dije. -Solo
necesito perder un kilo o dos, eso es todo. Así que cálmate.- Lucius curioseó en el
recipiente abierto, sacudiendo su cabeza.
-Mujeres americanas. ¿Por qué todas queréis estar cerca de la invisibilidad? ¿Por qué
no tener una presencia física en el mundo? Las mujeres deberían tener curvas, no
ángulos. Ni puntos.- Con la mueca que él solía reservar para la comida de Papá, él
añadió -Las mujeres americanas son demasiado angulosas. Todo son huesos de
caderas que sobresalen y omóplatos.-
-Está de moda estar delgada- Le aconsejé. -Se ve bien.-
-Uno nunca debería confundir lo que está de moda, con la belleza- Corrigió Lucius.
-Confía en mí, a los hombres no les importa lo que dicen las revistas de moda. Ellos no
piensan que las mujeres esqueléticas se ven bien. La gran mayoría de los hombres
prefieren las curvas.- Él hundió un cuchara en el helado de tofu y avanzó hacia mí,
sosteniéndola enfrente de mi cara. -Come. Sé feliz teniendo curvas. Una presencia.-
Sonreí ligeramente, pero aparté su mano. Tenía el propósito de perder cinco kilos. No, gracias.- Lucius dio un exasperado suspiro y devolvió la cuchara al recipiente.
-Antanasia, abrázate a quien eres. Una mujer que ejerce el poder del que disfrutarás
no necesitas seguir la moda, o dejarte influir por el malicioso ridículo de los inferiores.
-No empieces con ese rollo de la realeza otra vez.- Supliqué lavando la bayeta en el
fregadero. Cualquier pequeña simpatía que sintiese hacia Lucius desapareció… De
repente, estaba enfadada.
-¡Y no me llames por ese nombre!-
-Oh, Jessica. No pretendía molestarte- Dijo él dejando el recipiente sobre la encimera.
Su voz se suavizó. -Solo estaba intentando…-
-Sé lo que estás intentando hacer- Dije. -Lo intentas cada día.- Nos encaramos el uno
con el otro. Lucius alargó la mano hacia mí, luego pareció pensarlo mejor. Su mano
cayó en su costado.
-Mira, necesitamos tener una conversación seria- Dije. -Sobre esa cosa del 'pacto'. Este
supuesto noviazgo.- Lucius hizo una pausa, considerándolo. Y entonces, para mi
sorpresa, él estuvo de acuerdo.
-Sí. Supongo que deberíamos.-
-Ahora.-
-No- Dijo, alcanzando el falso helado de nuevo. -Mañana por la noche. En mi
apartamento. Tengo algo que enseñarte.-
-¿Qué?-
-Prefiero las sorpresas. Otro de los grandes placeres de la vida. La mayoría de las
veces. Bueno, algunas veces.- No me gustó como sonó eso de “una sorpresa”. Había
tenido suficientes sorpresas. Pero estuve de acuerdo de cualquier forma. No me
importaba si Lucius me entregaba la escritura de su castillo., un rebaño de ovejas o
cualquier cosa que ellos usaban para las dotes en Rumanía y un anillo de diamantes.
Yo iba a persuadirle una vez más y todo ello haría que nuestro 'compromiso' terminara.
-Te veré mañana por la noche- Dije limpiando la encimera. -Y limpia tu cara cuando
termines.-
-Buenas noches, Jessica.- Sabía que encontraría el bol en el fregadero al desayuno. Más tarde esa noche me quedé dormida pensando en lo que había dicho mi madre
sobre lo de que la repugnancia se volvía lujuria. Seguramente eso no ocurre, ¿verdad?
Nadie creía ya en la alquimia. No podías crear oro de rocas o de plomo.
Pero mientras dormía, soñé con Lucius. Estábamos de pie en la cocina de mis padres, y
él sostenía la cuchara frente a mi rostro. Solo que ya no estaba llena de tofu helado.
Estaba cubierta de la más rica y decadente salsa de chocolate que podía imaginar.
-Cómetelo- Me animó Lucius, presionando suavemente la cuchara contra mis labios. -
El chocolate es uno de los grandes placeres de la vida.- Sus ojos negros brillaban. -
Uno de ellos al menos.- Quería protestar. Estoy demasiado gorda… demasiado
gorda… Pero el mantenía la cuchara y el chocolate, que empezaba a gotear, era
demasiado tentador para que cualquier mortal se resistiese, y al final, me lo comí todo.
Fue como seda en mi lengua. Juré que podía saborearlo en mi sueño. Yo apretaba y
agarraba la mano de Lucius, estabilizándola y cerrando mis ojos en cuanto terminé de
tomarme la última cuchara de aquel imaginario dulce elixir. Cuando lo acabé, abrí mis
ojos de nuevo, la cuchara había desaparecido, como todo en los sueños, solo
estábamos Lucius y yo, mis dedos se entrelazaban con los suyos, mi blando pecho, mis
curvas presionadas contra su dura complexión.
Él me sonreía, revelando esos maravillosos y surrealistas dientes blancos.
-Tú no lamentaste eso, ¿verdad?- Preguntó, y empezó a rozar mi cuello suavemente
con su nariz. Mi garganta. -Fue perfecto, ¿cierto?- Susurró a mí oído. Entonces Lucius
me rodeó completamente con sus poderosos brazos, abrazándome, tragándome… Y
desperté, tendida en mi cama. Estaba amaneciendo, y la luz del sol se colaba por mi
ventana. Respiraba con dificultad. Wow.
Rodé en la cama, curvándome, y estaba regresando a la realidad cuando la luz del sol
iluminó algo brillante en el suelo cerca de mi puerta cerrada. Una cubierta de plata,
asomaba un libro. Un volumen delgado.
El libro no había estado allí cuando me había ido a dormir. Alguien obviamente lo
había colado por debajo de la puerta. Arrastrándome de debajo de las mantas, lo cogí, dándole la vuelta para leer el título:
“Crecimiento de un no muerto: Guía de un vampiro adolescente para tener citas, salud
y emociones” En la parte superior de la cubierta estaban grabadas las siglas LV, en
letra negrita.
Oh, Dios, no. La guía a la que se había referido Lucius la noche en que nos conocimos.
Vagamente recordaba que él la mencionase, y menos después de que él anunciase sus
planes de morderme.
Me hundí en el suelo, mirando fijamente el indeseado regalo.
Luego, en contra de mi buen juicio, lo abrí por las páginas marcadas, leyendo el
capítulo de cabecera “El cambio de tu cuerpo”. Oh, lo flipo, colega… Había un pasaje
subrayado, también, en tinta roja. Decía: “Las chicas jóvenes se sentirán naturalmente
confusas, incluso ambivalentes, por el cambio de sus cuerpos. ¡Pero no os asustéis! El
desarrollo de vuestras curvas es una parte natural para convertiros en un vampiro
femenino.”
Resistí la tentación de gritar. No necesito los consejos de Lucius Vladescu para llegar a
ser 'femenina', en especial un 'vampiro femenino'. ¿Y quién ha impreso esta cosa?
¿Quién publicaría un libro de sexo sobre criaturas mitológicas? Solo multiplicaría las
especulaciones de desilusionados lunáticos…
Antes de arrojarlo a la papelera, donde pertenecía, le di un rápido vistazo al interior,
buscando al editor. Aunque lo primero que vi fue una carta escrito a mano.
Queridísima Jessica.
Por supuesto nunca he requerido el consejo de ninguno de estos tópicos, en serio, ¿emociones?,
pero pienso que quizás tú, como novata, por tanto hablar, encontrarás la guía de ayuda. A pesar
del irritante y espumoso tono, realmente hace bastante referencia a nuestra relación. Disfruta y consúltame si tienes preguntas. Me considero a mí mismo un experto. Excepto en lo de
las emociones.
Tuyo,
L.
PS. ¿Sabes que roncas? ¡Dulces sueños!
Él no solo lo había dejado.
En cuanto cerré la cubierta de un golpe seco, noté que había algo más pegado en la
parte de atrás del libro. Un sobre. Empecé a deslizarse entre las páginas. El pequeño
paquete fino y casi transparente, y se distinguía a través del papel que lo sostenía. Una
fotografía. Incluso a través del papel, podía distinguir la imagen de una mujer.
No.
Sabía sin mirar de quién era la foto que sujetaba. Mi madre biológica…
Devolví la foto dentro de las páginas. Lucius no me manipularía, no me forzaría a
enfrentarme al pasado. Él no podía, hacerme mirar tiempo atrás, con aquella mujer
que me abandonó.
Luchando contra la furia que sentía hacia Lucius, en la tristeza, avergonzándome de los
secretos de mi pasado, metí el libro bajo la cama. No quería que mi madre lo
encontrase accidentalmente, si ella decidía vaciar mi papelera. Podía hacerlo pedazos
y echarlo en lo profundo de la pila de compostaje más tarde. En cuanto el delgado volumen entró entre el polvoriento somier y el colchón, una idea
me golpeó: ¿Había estado de pie Lucius al otro lado de mi puerta cuando yo había
soñado con él? La vergüenza se reflejó en mi cara. ¿Por qué había tenido yo aquella
fantasía nocturna? ¿Y qué había querido decir Lucius con lo de “dulces sueños”? ¿Por
qué había escrito él eso?
Esperaba desesperadamente que, a lo largo del ronquido, lo cual yo no hacía, no
hubiese hablado en sueños. Y recordé, con más que una pequeña duda, mi acuerdo
para reunirme con Lucius a solas más tarde esa noche.

Guía de Jessica para ligar con vampiros Where stories live. Discover now