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Los cascos de Belle retumbaron por la noche lluviosa. Me estaba congelando en su
espalda. Era fines de invierno, y la noche aún estaba helada, el granizo golpeaba
contra mi cara, metiéndose a través de mi camisa fina. No había habido tiempo para
tomar un abrigo.
-Vamos, Belle- Insistí, golpeando los talones en sus flancos, mi yegua dispuesta a ir
más rápido. Parecía que ella entendió mi urgencia, para que volara a través del campo
congelado. Recé por ella, para que no alcanzara el agujero de la marmota y se
rompiese una pierna, la noche era tan oscura y nos arrancó de manera tan
irresponsable en todo el terreno irregular.
Salvar a Lucius... Salvar a Lucius... Eso es lo que escuchaba fuerte en mis oídos con
cada galope.
Delante de mí, por último, el granero Zinns apareció, de color gris pálido y arqueó
como una lápida sobre el cielo. Un grito escapó de mis labios. Había coches allí ya.
Pero no puede ser demasiado tarde. Simplemente no pudo. Salte atrás de Belle antes
que se detuviera, oí elevándose voces desde el interior del establo. Enojadas, voces
masculinas, y el sonido de una riña. Corriendo a la granja, abrí la pesada puerta,
tirando de nuevo en su rustica pista
En el Interior: pandemónium. La lucha ya estaba en marcha. La multitud se desató.
-Jake, no- Grité, mirando a mi ex-novio allí, en medio de la confusión. Pero él no hizo
caso. Nadie lo hizo. Nadie se fijó en mí, corriendo hacia la lucha, tratando de arrastrar
a los chicos fuera de Lucius. La multitud se encontraba en una espuma. Había sangre
por todas partes, puños volando, y Lucius luchando solos contra ellos. Era tan fuerte,
pero no lo suficientemente fuerte para esto...Te voy a matar por lo que hiciste con ella- Ethan Strausser estaba gritando, golpeando
a Lucius. Traté de captar los puños de Ethan, pero alguien me apartó, me lanzo contra
la pared. Volví, gritando que se detuvieran, pero nadie me prestó atención. Estaban
borrachos en la venganza el miedo y el odio, el odio de alguien diferente a ellos
mismos.
-Basta ya- Le supliqué. -¡Déjenlo en paz!-
Lucius debió haber oído mi voz, porque se volvió hacia mí, sólo por un segundo, y vi la
sorpresa en sus ojos. Sorpresa y resignación.
-Lucius, no- Le rogué, sabiendo lo que iba a hacer.
Conseguir que lo destruyan.
Pero dado el paso fatal, de todos modos. Se volvió hacia los chicos furiosos y les
enseñó los colmillos, la bravuconería de machos fue abandonada entre los atacantes.
-¡Vampiro!- Gritó Ethan, con una mezcla de terror y conmoción en su voz.
-Hijo de puta...- Frank Dormand retrocedió, mirando petrificada, como si de repente
me diera cuenta de que no era sólo un terrible juego más. Él había desatado un poder
que nunca había esperado que perdiera, de toda su charla de los vampiros y los sitios
web y estacas.
Ethan revuelto hacia atrás en el suelo cubierto de heno, también, pero estaba
buscando a tientas algo detrás de él.
Lo vi antes de que él lo localizara. La estaca. De fabricación casera. Cruda. Pero letal.
Medio enterrada en el heno. Me lance por ella, pero Jake también la vio, y él era más
rápido. Él la agarro y se marchó hacia Lucius, que estaba luchando camino a sus pies,
cuadrando en contra del más corto, pero todavía poderoso luchador.
-¡No, Jake!- Grité, luchando con mis rodillas, luchando para agarrar las piernas de Jack,
perdiéndolas cuando empezó a ganar velocidad. Lucius gruñó avanzando, también.
Y entonces, como en cámara lenta, vi a mi ex-novio levantar el brazo, lanzarse
adelante, y hundir la estaca en el pecho de Lucius.
-¡Jake, no!- Grité. O creí haber gritado. No recuerdo escuchar el sonido salir de mi
boca.
Y en una fracción de segundo, se había terminado.
Jake, el niño bonito estaba de pie sobre el cuerpo de Lucius.
-¿Qué has hecho?- Lloré en el silencio repentino.Jake dio un paso atrás, con el bloque fuerte, agudo y sangriento de madera en la mano.
-Tenía que ser yo- Dijo, mirándome con ojos miserables. -Lo siento-
Yo no sabía lo que quería decir. No me importaba.
-Lucius- Me lamenté, tropezando a través de la paja. Me desplomé a su lado, buscando
el pulso. Fue ahí, pero más débil de lo habitual. La sangre salía por un agujero en la
camisa. Un enorme agujero. Miré en el círculo de rostros. Caras conocidas. Chicos que
conocí desde la escuela. La ira se había ido, y la realización de lo que realmente había
hecho parecía ser la solución
-¿Cómo pudieron hacer esto? Busquen ayuda- Les supliqué.
-No, Antanasia- Dijo Lucius en voz baja.
Me incliné sobre él, presionando suavemente mis manos sobre el agujero en el pecho,
como si yo pudiera detener la sangre.
-Lucius...-
-Se termino, Jessica- Acertó a decir, con voz suave. -Déjalo ser.-
Una voz de mando llegó desde el más oscuro rincón del granero. -Lárguense. Todos
ustedes. Y nunca hablar de esto. Nunca. Nada ha sucedido aquí-
Dorin. Mi tío había derramado su actitud alegre como de costumbre, y habló con una
autoridad desconocida al salir de las sombras, caminando, tomando el control. Con los
pies arrastrándose con rapidez en el heno como el grupo de adolescentes
obedecieron y se dispersaron, corriendo como si las palabras del vampiro hubiera
sido una honda de lanzarlos en la noche.
¿De dónde había salido Dorin? ¿Por qué no había estado aquí a tiempo? Me levanté y
corrí hacia él, golpeando mis puños manchados contra su pecho.
-Tú dejaste que esto ocurriera. ¡Deberías haberlo protegido!-
-Déjalo, Jessica- Insistió Dorin, agarrando mis puños. Fue sorprendentemente fuerte.
La tristeza cubrió sus ojos. -Este es el destino de Lucius. Es lo que deseaba.-
No. Eso no puede ser. Sólo nos besamos... -¿Qué quieres decir, lo que quiere?- Grité,
corriendo hacia Lucius, cayendo de rodillas.
-Nuestro destino es estar juntos, ¿verdad? Dilo, Lucius.-
-No, Antanasia- Dijo, con voz débil y decoloración. -Tú eres de aquí. Vive una vida
feliz. Una larga vida. Una vida humana.-
-No, Lucius.- Lloré, rogándole que viviera. No me podía abandonar.Quiero vivir contigo.-
-Eso no va a poder ser, Antanasia-
Juré que vi lágrimas en sus ojos negros, justo antes de que el los cerrara, y empecé a
gritar, y lo siguiente que recuerdo fueron las manos de mi padre que me levantaban,
me alejaba, me llevaban, la lucha en contra de nada y todo, a la camioneta. Yo no sabía
cuándo habían llegado, o cómo me habían encontrado.
No importaba.
Lucius se había ido.
Destruido.
El cuerpo desapareció, y Dorin desapareció, y, según la instrucción de Dorin, nadie
hablaría de ello de nuevo. Era como si todo hubiera sido un sueño. Si no fuera por el
collar alrededor de mi garganta, la forma en que el tipo de cierre quemado, donde sus
dedos lo habían sellado, tal vez no lo habría creído a mí misma.

Guía de Jessica para ligar con vampiros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora