XV. Gracias, Alex

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Alex llegó a la casa Albarn en unos quince minutos, hubiera llegado en diez si no se hubiese distraído al ver pasar el auto de Celia Perkins. Probablemente ella no lo vio, pero él a ella sí, de perfil, en los asientos de atrás, con una coleta alta manteniendo su bonito cabello pelirrojo y ondulado lejos de su aún más bonito rostro lleno de unas sutiles pecas distribuidas perfectamente.

—Ah, Celia —suspiró Alex, observando al auto alejarse y desaparecer al doblar en la esquina. En ese momento recordó que tenía que llegar a la casa de Damon, acomodándose otra vez el cabello y abrazándose más a los libros que traía en el brazo, así que comenzó a correr para llegar más rápido.

—¡Alex! Qué sorpresa verte aquí —exclamó Hazel al abrir la puerta.

—Hola, señora Albarn. Vine a traerle la tarea a Damon —explicó el menor con una sonrisa. Hazel le apretujó un poco las mejillas por el buen gesto y le dejó pasar, mientras le informaba que Damon estaba en su habitación.

—En un rato más va a estar la comida, cariño, por si gustas quedarte.

—Sí, gracias, señora Albarn —dijo el chico subiendo las escaleras, y caminando por el largo pasillo de la casa hasta que encontró la habitación de Damon, tocó la puerta unas cuantas veces y al no recibir ninguna respuesta inmediata decidió abrir con muchísimo cuidado.

Y ahí estaba su mejor amigo, recostado en la cama, hecho bolita sobre las sábanas mientras abrazaba una almohada y dormitaba plácidamente sin importar que ya fueran cerca de las tres de la tarde.

Con mucho cuidado de no hacer ruido, entró y dejó los libros de Damon sobre la mesita de noche que se encontraba a un lado de su cama, entonces se sentó en el borde ésta y observó al pequeño bastardo dormir por unos segundos, también aprovechó para acariciarle el cabello.

Era extraño verlo dormir, parecía ser el único momento en el día en que ese chico estaba completamente calmado, porque sí, Damon era una bola de energía andante, siempre haciendo algo para entretenerse, ese chico no conocía la definición de descansar y no hacer nada en su estado más puro.

—Oye, Dames... —habló Alex con un tono de voz suave, casi el mismo tono se voz que Hazel Albarn usaba para despertarlo los domingos en la mañana—. Dames, despierta...

—Cinco minutos... —balbuceó el otro, adormilado. Aunque en realidad ya no estaba profundamente dormido, aún seguía con los ojos cerrados y tampoco tenía ganas ni intenciones de abrirlos, pero también era consciente de los ruiditos a su alrededor. Entre ellos la voz que trataba de despertarlo.

—Probablemente has dormido todo el día, Dames —se quejó Alex.

Damon jadeó, arrugó la nariz y frunció el ceño. Suspiró aceptando su derrota y se estiró con flojera, automáticamente sintiendo como sus músculos agradecían por el movimiento. Entonces abrió los ojos, aún adormilado (no cansado, pero sí un poco tentado de volver a cerrarlos, a ver si lograba recuperar su sueño con el Duque Blanco).

—Buenos días, princesa —dijo James burlón, mostrando su bonita sonrisa jovial.

—No eres el príncipe que esperaba, hermano.

—Lo siento, Jamie no pudo venir a verte hoy —y los dos soltaron una risita, el rubio al mismo tiempo estaba un poco avergonzado de sólo pensar en Jamie viniendo a su casa y encontrarlo dormido.

Damon también aprovechó el momento de risas para sentarse en la cama y abrazar una almohada con flojera.

—Es grosero que interrumpas el sueño de alguien cuando David Bowie está a punto de besarlo, ¿sabías? —Alex volvió a reír, inclinando la cabeza hacia adelante. Damon volvió a recostarse, en verdad no le servía de nada quedarse sentado, todavía tenía flojera.

jamie's sketchbook; jamionWhere stories live. Discover now