Capítulo VI

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Los días que he pasado con Mia han sido los mejores en mucho tiempo. Ahora mismo estamos por salir de nuestra guardia, bueno, de hecho ya yo lo hice pero la estoy esperando para irnos juntos.

Treinta minutos después sale tan radiante como siempre a pesar de que llevamos horas sin descansar.

Al llegar a mi edificio cada quien en su auto la tomo de la mano y subimos.

La noto bastante distraída, le pregunto un par de cosas y me responde pero sigo sintiendo que su mente está muy lejos de aquí.

Empiezo a preparar nuestro almuerzo y noto su mirada sobre mí mientras cocino.

Lavo mis manos, las seco y me acerco a ella; quien está sentada en uno de los taburetes de la barra.

Beso su mano y me sonríe.

—No he sido la mejor compañía hoy, ¿cierto? —Se apresura a decir a modo de disculpa.

—Siempre eres una buena compañia, querida. Sólo que hoy has estado a medias, ¿qué ocurre?

Desvía la mirada y juega con nuestras manos; está dudando.

Le acaricio la mejilla con la mano libre y ella suspira. Pienso en si debería insistir o dejar de presionarla, pero ella se me adelanta y levanta la vista hacia a mí mientras se muerde el labio.

Beso su frente, no quiero que hable conmigo porque se siente obligada a hacerlo.

—¿Sabías que siempre me han llamado la atención tus ojos? —Cambio de tema. Ella parece aliviada y a la vez curiosa, «siempre curiosa».

¿Mis ojos? Pero si son cafés —Me mira con diversión.

—Tus ojos son los más hermosos que he visto.

—Ajam. Matt, realmente me esfuerzo por no romper los momentos de romanticismo —Elevo una ceja—, y casi siempre lo consigo. Pero no tienes que mentir respecto a mis ojos sólo por pisar la delgada línea entre lo romántico y lo cursi.

Lo admito, tiene razón; pero no estoy mintiendo y se lo hago saber.

—El brillo de tus ojos es... Poco convencional, la primera vez que los vi me cautivaron; se veían casi grises.

Ella sonríe tímida, he notado que esa es su forma de recibir un cumplido.

Beso dulcemente sus labios.

—Linda.

Comemos envueltos en una agradable conversación. Es increíble poder hablar con alguien sobre cualquier tema y que parezca el asunto más interesante, una persona que no busca quedar bien conmigo en todo, simplemente comparte su punto de vista así sea totalmente opuesto al mío.

Ella es maravillosa en un sentido bastante literal, su inteligencia no se limita, puede compartir sus conocimientos pero también está dispuesta a aprender de los demás sin importarle la persona que sea, incluso un niño. Eso es hermoso.

Nos vemos interrumpidos por su celular, el cual parece es portador de buenas noticias pues su ánimo mejora.

Por lo que escucho mañana es el cumpleaños de su sobrino y le ha estado preparando una sorpresa.

Está tan concentrada durante la llamada que no nota que la he estado contemplando en silencio hasta el momento que cuelga y sus mejilla se vuelven rosáceas.

—Mañana coincide nuestro dia libre, me gustaría que fuésemos a cenar, ¿qué te parece?

—Con gusto, ¿a dónde iremos?

—Es una sorpresa —Le guiño.

Ella sonríe y juega el dije de su collar de forma distraída; se lo he visto seguido y al notar algo curioso lo tomo entre mis dedos y veo un grabado que dice:

«Siempre contigo, E».

Levanto la mirada y ella está observándome.

—E-es un regalo de un viejo amigo.

Asiento; no es que me agrade la idea de que lo lleve puesto con tanta frecuencia.

—Entiendo, pensé que no te gustaban los regalos.

—Nada material, y con material me refiero a... Nada que no tenga un valor sentimental.

—Es bueno saberlo.

La abrazo por la cintura y escondo el rostro en su cuello para inhalar su aroma, el cual es bastante suave.

—No quiero que te vayas —confieso en un susurro.

Acaricia mi cabello lentamente.

—Tengo que.

Nos quedamos así durante un largo rato hasta que ella se despide.

«Es increíble lo que siento por ti», pienso en decirle pero me cohibo.

Soledad Compartida | Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora