Capítulo X

2.8K 167 8
                                    

Me despierto con el cálido aliento de Matt en mi cuello, me sorprende ver que ya es de día, hacía mucho que no dormía tan bien.

Me levanto con cuidado de no despertarlo y voy al baño para luego preparar el desayuno.

Son las 6:30 así que aún tenemos tiempo para llegar al trabajo, lo que me lleva a pensar que quizá ya debería despertarlo para que vaya a cambirse de ropa.

Suspiro y termino rápido para ir a la habitación pero al girarme ya él está de pie en el umbral, aún en ropa interior.

—Buenos días, amor. —Beso sus labios fugazmente al acercarme.

No deja de sonreír ni de mirarme mientras le sirvo el desayuno. Me gusta su buen humor.

Comemos en silencio, Matt se muestra pensativo y yo aprovecho para admirarlo.

Él insiste en lavar los platos y yo accedo mientras limpio el resto de la cocina pero su distracción me mantiene curiosa.

No me gusta que me hagan ésta pregunta, y tampoco me gusta hacerla, pero en esta ocasión lo amerita.

—¿En qué piensas? —Me muerdo los labios.

Debí haber pruguntado si algo le preocupaba en lugar de esa pregunta tan tediosa, pero su sonrisa timida aplaca todos mis cuestionamientos.

—En que me encantaría acostumbrarme a ésto.

—¿A qué te refieres? —Ladeo la cabeza.

Él nos señala a ambos y luego hace un ademán haciendo referencia al departamento.

¿Vivir juntos? Eso ya lo hemos hecho; no entiendo a lo que se refiere y se lo hago saber.

—Es verdad que vivimos juntos, pero no... Así. —Nos señala y me abraza por la cintura—. Dormir juntos, en pijama, abrazados, despertar... Bueno, que me dejaras despertar sin ti a mi lado no era lo que esperaba pero verte mover por toda la cocina cuidando cada detalle mientras me preparabas el desayuno fue una excelente compensación —Sonríe de nuevo, besa mi mejilla y me apega más a su cuerpo—. Y poder tenerte así, tan cerquita, poder inhalar tu aroma... Besarte y acariciarte, esto es justo lo que quiero cada día de mi vida, estoy completamente seguro de eso.

Me quedo en blanco ante tales palabras, no tengo la menor idea de qué responder a sus palabras; empiezo a darle vueltas a las posibilidades, sí, también me gustaría, pero me asusta, estoy acostumbrada a mi espacio, a no dar explicaciones, a hacer lo que quiero y creo que vamos demasiado rápido, es decir, sé que lo quiero e incluso; por más grande que se pueda escuchar la palabra... Creo que lo amo, y ese sentimiento también me asusta.

No sé si permanecí demasiado tiempo callada pero Matt me hace reaccionar besando mi frente.

—No tienes que responder nada, puedo ir a tu ritmo. Perdón por manifestar todo lo que pienso, es sólo que si supieras todos lo que me haces sentir... Lo entenderías.

Asiento, no puedo hacer más.

Él me suelta y me siento un tanto vacía, estaba bien con él rodeándome con sus brazos.

—¿Iras a cambiarte? —Evito mirarlo, no quiero que note lo desencajada que me dejaron sus pensamientos.

—Tengo ropa extra en el auto, ¿te molesta si me alisto aquí y nos vamos juntos al hospital?

—En lo absoluto, ve al baño de mi habitación; hay toallas limpias en el tercer cajón debajo del lavabo y si necesitas algo más me avisas.

Asiente y baja al estacionamiento a buscar su ropa.

Mientras tanto aprovecho de ducharme y vestirme, cuando él sube ya estoy casi lista.

Entra al baño y al mirar sobre la cama veo la luz de su teléfono encenderse con una llamada entrante pero está en silencio.

Dudo en si debo o no contestar, es su privacidad pero parece ser muy urgente porque insisten un par de veces más, «¿y si es del hospital?», el pensamiento me inquieta y abro la llamada.

—Hasta que al fin contestas, quedaste en verme en el hotel anoche y nunca llegaste espero tengas una buena explicación.

Me quedo helada pero no quiero apresurar mis pensamientos.

Trago saliva y permanezco lo más calmada posible.

—Tiene una excelente, pasó la noche con su novia —Suena posesivo, lo sé. Pero estoy imaginando muchas cosas.

Corta la llamada.

«¿Qué carajos ocurre? Si no tuviese nada que ocultar no me colgaría, ¿o sí?».

Tomo aire y recapitulo; Matt no tiene familia cercana excepto por sus padres, probablemente se tratase de su madre pero por alguna extraña razón esa opción no me parece fiable.

No tiene hermanas, no me ha hablado de amigas... bueno, no de las que haya entablado una amistad más allá de... «¡Mierda, no pienses en eso!».

Mi mente va deprisa y un mensaje llega, a la mierda la privacidad voy a leerlo.

Número desconocido:
Resulta que la mosquita muerta es tu novia, interesante. Te veo en el hotel hoy en la noche, no faltes ésta vez.

Levanto la mirada y si no estuviese tan ocupada en contener mi ira estoy segura que estaría babeando al ver a Matthew salir del baño.

Él me observa curioso, supongo que por mi expresión.

—¿Qué ocurre, bonita?

—Mira tú mismo —respondo con frialdad y arrojo el teléfono sobre la cama—. Cierras la puerta al salir.

Tomo mi bolso mientras él me mira desconcertado y toma el teléfono, pero no le doy tiempo de decir nada y salgo.

Sé que no me seguirá de inmediato porque está en toalla y eso me alivia un poco. Me dará tiempo de pensar.

Mensa, eso es lo que soy, toda su palabrería es... Agh; tengo ira tengo demasiada ira y soy consciente de que debo calmarme antes de decir algo que no quiera. Debo mantener la cabeza fría... y el corazón también, pues ahora mismo siento una presión horrible en mi pecho y tengo unas ganas inmensas de arremeter contra alguien.

Pero no lo haré, no es justo. Sin embargo, es mi culpa, es mi culpa por ser tan estúpida, por comportarme como una completa idiota enamorada.

La presión en mi pecho se extiende a mi estómago, tengo unas náuseas horribles.

«Tonta, tonta, tonta...», repito una y otra vez.

Soledad Compartida | Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora