Día 20. ¿Juntos en un club nocturno? Ni lo sueñes... ¿o si?

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Nathaniel

Soy un idiota. Intenté entablar una conversación civilizada, pedirle disculpas por mi horrido comportamiento y asegurarme de que no continuara molesta conmigo. De pronto, y contra toda lógica, era lo único que me importaba. ¿Y lo logré? ¡Claro que no! Rayos... no conforme con ignorar mis llamadas y mensajes, ¡la chica desastre me evitó como si fuera un apestado!

Sé que actúe mal, lo admito, pero por alguna razón desconfiaba de Alexander. ¿Quién diablos se creía con ese aire mal disimulado de superioridad? El que fuera unos años mayor, además de músico y escritor, de dudoso talento si piden mi opinión, no le otorgaban derecho a nada... y menos a Scarlet... ¡Oh cielos! Ignoren lo último... Probablemente aún no me recuperaba de la impresión que me causó verla en el suelo y a punto de perder el conocimiento por culpa de un estúpido balón de básquet. ¡Jamás creí que Melody pudiera cometer semejante negligencia! La desconozco...

Eso... eso fue demasiado. No recuerdo haber estado tan asustado en toda mi vida. Corrí a su lado por inercia y haciendo a un lado a quién se interpusiera en mi camino. Necesitaba asegurarme de que iba a estar bien. Si algo grave le hubiera sucedido, yo... yo no sé qué haría...

Ahhh... oficialmente desistí de preguntarme cómo es que mi relación con la chica desastre acabó siendo algo tan extraño e indefinible. Tendría que hacer un minucioso recuento de los eventos que ocuparon los días anteriores para entender, al menos, una mínima parte del embrollo en el que estaba metido. ¿Realmente había pasado tanto en tan poco tiempo? ¿Y qué tan importante era en cualquier caso?

Frustrado, pasé una mano por mi cabello antes de colocarme una camisa que tomé al azar. En lugar de ajustármela me tendí de espaldas sobre mi cama, repasando obsesivamente los acontecimientos de ayer. Cielos... Me gustaba su compañía, sarcasmo incluido. Me gustaba discutir por todo y por nada. Me gustaba hablarle sobre las cosas que leía en mi tiempo libre. Me gustaba poder confiar y contarle acerca de mis problemas familiares. Me gustaba su manera torpe de animarme. Me gustaba que fuera capaz de hacerme sentir como un tonto por deprimirme luego de fallar la canasta decisiva contra el equipo de Castiel. ¡Ella notó mis esfuerzos por ganar al pelirrojo del demonio! ¡Y los apreció pese a que a mí me parecieron lo más patético nunca antes visto en la historia de la humanidad! Tal vez cometer algunos errores no era tan grave como me parecía en un principio. Armin tenía razón... a veces me comportaba como un "maniático exagerado", sus palabras no las mías.

Como sea... Suspiré a medida que cerraba los ojos... Era hora de asumir que sobre todo y ante todo... me agradaba Scarlet. Cuando afirmó que nos gustábamos ni por un momento se me pasó por la cabeza contradecirla, así que supongo que muy en el fondo estuve de acuerdo, pero había un mundo de diferencia entre eso y finalmente racionalizar el hecho de que no podía sacarla de mis pensamientos.

Al igual que hace unas horas, luego de que me dejara solo y desconcertado en medio de la calle donde se encontraba su apartamento, me llevé una mano a la mejilla recordando el suave toque de los labios de la chica desastre acompañados de los últimos rayos de sol de la tarde que pasamos juntos... Inevitablemente sonreí una vez más.

En definitiva soy un idiota. Uno sin remedio... aunque inesperadamente feliz.

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Me encontraba apoyado en el marco de la ventana de la sala de delegados releyendo por quinta vez un mensaje de texto que acababa de escribir en mi móvil. ¿Quizá no eran las palabras correctas? ¿O les faltaban comas para sonar mejor? ¿Expresaban lo que realmente quería decir? Afortunadamente era el último día del torneo de básquet y había decido que tuve suficiente de la odiosa tarea de hacerme cargo de todo... absolutamente todo. ¡Era ridículo! Había seis representantes de clase que podían tomar ciertas responsabilidades, y eso sin contar a Melody y Castiel que se comprometieron a ocuparse de la mayor parte de la organización del campeonato. Pues bien... supuse que como delegado principal del instituto tenía el derecho a... a "delegar" labores a los otros, especialmente si debía ocuparme de algo más importante, ¿no? Y en definitiva estar junto a la chica desastre era muchísimo más gratificante que pasar mi día complaciendo a los demás, que con seguridad eran capaces de sobrevivir unas horas sin mí.

Como agua y aceite  [Fanfic Corazón de Melón]  [Nathaniel X Sucrette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora