VII

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La silueta frente a mí era pequeña y fornida, ningún parecido remoto a Jamie y como la mayoría del alcohol había salido de mi sistema estaba bastante espabilada como para no hacer nada estúpido.

Así que corrí.

Y obviamente, fue un error ya que quizá a solo medio metro de ahí tropecé con una diminuta estructura en la que terminé encima y de alguna forma estaba toda mojada.

-No llegaste muy lejos pequeña zorra -era una voz agresiva pero suave, quizá de un chico de dieciséis años, alzó una mano y alcancé a ver que, lo que sea que sostuviera emitió un destello bajo la tenue luz.- Ahora, dame todo lo que lleves contigo.

Para mi mala fortuna de esa noche no cargaba con efectivo, mi padre me hacía cargar solo la tarjeta y además de eso llevaba el móvil, me lo saqué de la cinturilla de la falda y se lo entregué, el se apresuró a tomarlo y gruñó cuando notó que estaba totalmente mojado.

-Esto no va a funcionar -tomó el aparató y lo arrojó al suelo- ¿Tienes algo más?

-Solo esto.

Tanto el chico como yo nos sobresaltamos por la voz que estaba al lado de nosotros, la sobra se movió rápido y tiró lo que el chico llevaba en la mano, vi que se trataba de un pequeño cuchillo y saltando fui a darle una patada para alejarlo de su alcance; era obvio que Jamie tenía algo de experiencia en la lucha cuerpo a cuerpo por la forma que sujetó al brabucón para inmovilizarlo.

-La próxima vez que quieras aprovecharte de una chica, te lo pensarás dos veces -le dijo al chico apretando su agarre.

-Déjalo ir Jamie, estoy seguro que aprendió la lección -me levanté como pude chorreando de agua y al mirar atrás noté que en lo que había caído era un bebedero para aves- venga, hazlo.

De mala gana me hizo caso, en la oscuridad pude ver su expresión de furia que cambió a una cara de dolor cuando su contrincante le asestó una fuerte patada en la pierna antes de echarse a correr despavorido por la calle.

-Eres imbécil -me acerqué a ayudarlo cuando en realidad deseaba darle una patada igual.

-Tu también, quién sabe que pudo pasarte si no aparezco.

-El otro imbécil tenía más miedo que yo, iba a librarme de él con mis clases de karate.

-Las que comenzaste a los cinco años y abandonaste a las dos semanas porque no te dieron un cinturón rosa.

No podía pasar de odiarlo a querer besarlo por recordar cosas así, desvié la mirada a mi ropa húmeda, la falda era de piel y si no le quitaba pronto el moho verde del agua iba a estropearse, y sería una lástima ya que me quedaba de muerte y estilizaba más mis piernas.

-No quiero que te enfríes, vamos a que te cambies de inmediato.

-Mi falda se arruinará, al igual que mi vida -sentí ganas de llorar- solo llévame a casa.

Comenzamos a caminar de vuelta a su auto; lo vi dudar un momento cuando llegamos a el y me abrió la puerta del copiloto.

-En el edificio donde está el departamento tiene un cuarto de lavado, supongo que ahí podrás secarla.

-No es necesario, llévame a casa Jamie, por favor.

-Esto, estamos realmente cerca, son un par de calles solamente.

Yo lo sabía, pero me crucé de brazos, escuché su suspiro y luego su mano se colocó en mi brazo para acariciarlo suavemente.

-Lo lamento, lamento si he actuado mal esta noche, es solo que... persiste en mí este instinto de protegerte, al parecer nunca se ha esfumado, sigo sin saber mucho de mujeres, pero contigo me gustaría aprender.

Truly love | Dakota y JamieWhere stories live. Discover now