De regreso

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La noche transcurrió como Yuuri esperaba; cansado emocional y físicamente, no pudo hallar descanso. Yacía acostado sobre su saco de dormir, dando vueltas todo el tiempo. Hacía demasiado calor en un momento, y luego demasiado frío en el otro. Su mente tampoco le ayudaba, pues no paraba de llenarle de pensamientos a cada rato, de las más horribles escenas de guerra que había presenciado en sus 5 años como soldado. Veía a sus amigos una y otra vez caer; veía la horda de bárbaros descender por la colina, ansiosos de sangre. Con todo eso, sentía el cuerpo acalambrado y húmedo del barro y el agua que caía del cielo sin descanso; recordaba el sabor de la pólvora en su boca y ese olor peculiar de sangre en descomposición. Incluso a su mente llegaba la sensación de un arma en las manos y el peso de su katana después de haberla blandido todo el día, sabiendo que era la única cosa que lo mantenía con vida. Los gritos de los lastimados y moribundos se agolpaban en sus oídos, pidiéndole ayuda o rogando por la dulce muerte; recordaba también los chillidos de horror de los caballos cuando sus jinetes eran asesinados; recordaba las caras de pavor de los aldeanos cuyas tierras y casuchas habían sido apropiadas por los ejércitos.

No podía olvidarse de ello. Incluso sus sueños estaban plagados de horrores y había noches que extrañaba su antigua tranquilidad mental. ¿Podría ser capaz de volver a ver inocentemente un cuchillo de cocina, sin recordar cómo una pobre mujer había apuñalado a su hija para salvarla del deshonor tras haber sido abusada repetidas veces? ¿Podría volver a atravesar un campo de cebada sin temer a ser emboscado? ¿Podría mirar su katana sin recordar cuántas vidas había segado? A decir verdad, no lo sabía, sin embargo, estaba seguro que las noches de muchos soldados estaban plagadas de ese tipo de horrores nocturnos. Quizá sería maravilloso saber cómo detenerlos. El alcohol era el mejor amigo de algunos para olvidarse de su existencia y poder dormir algunas horas y temía que esa fuese la única forma con la que podría conciliar el sueño. Yuuri seguía convenciéndose a sí mismo que, una vez lejos del ejército y el campo de batalla, todas las cosas iban a estar bien. Una vez en la seguridad de la casa de sus padres, los horrores de la guerra podrían minar. Él podría volver a su vida ordinaria.

Alrededor del campamento, sus hombres dormían intranquilos. Algunos se quejaban, otros hablaban y algunos lloraban; pero ninguno lograba conciliar el sueño con facilidad. Yuuri se aferraba a eso. Sólo un monstruo sin corazón podría dormir tranquilamente después de haber ido a la guerra.

Tan pronto como el sol empezó a asomarse, Yuuri ya estaba levantado. Se había quitado la armadura la noche anterior, la había limpiado y la había guardado cuidadosamente. Sabía que no era una buena idea, que probablemente la debería tener a la mano en el camino a casa por si era atacado, pero la sola idea le enfermaba. La armadura llevaba generaciones en su familia y había sido mejorada y modificada cuando al alfa se le había nombrado samurái para compaginar con su posición. Su padre la había usado hacía muchos años, antes de dedicar su vida al restaurante y no a la guerra. Afortunadamente era demasiado viejo para acudir cuando los bárbaros habían atacado diez años atrás, así que Yuuri fue en su lugar cuando tuvo la edad suficiente. La familia debía ser representada, después de todo, no es como su pudieran enviar a su hermana mayor, Mari. Así que el alfa salvaguardó el honor familiar y lo mejoró también, al convertirse en samurái.

Por todos los demonios, hubiera preferido la anonimidad.

Pasaron algunos minutos antes de darse cuenta que él no era el único despierto a pesar de la hora. Viktor estaba sentado en su saco de dormir, mirando las brasas. Parecía no haberse fijado en Yuuri, dándole el chance de verlo mejor. Esa expresión desprevenida lo hacía ver... triste. Las luces naranjas de la madera quemándose acentuaban las líneas alrededor de sus ojos y boca, haciendo a Yuuri darse cuenta que el omega se veía más viejo de lo que parecía, probablemente estaba entrando en sus treintas. Viktor se veía cansado, desanimado. Tenía los hombros caídos y la espalda curvada.

Seventh Heaven (el león y el águila) [Traducción] [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora