1. La escapada.

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Soy Lauren Jauregui y ésta es mi historia.

Para entenderla, habrá que ir algunos atrás, cuando las cosas cambiaron entre Camila -mi mejor amiga de toda la vida- y yo. Pero antes de eso, una introducción de la relación que llevábamos antes de que todo cambiara. Antes de que se fuese a la mierda.

Empezó cuando nuestras madres, amigas desde la secundaria, salieron embarazadas el mismo año. Con apenas unos meses de diferencia, Camila y yo fuimos criadas para permanecer juntas como si fuésemos hermanas, o más bien, almas gemelas. Sí, ella siempre fue para mí como la hermanita que siempre quise tener. No es por menospreciar a Taylor, a quien amaba con mi vida, igual que a Chris o que Camila a Sofi, pero se puede escoger a los amigos, no a la familia. Por tanto, aquella morena era la persona en la que más confiaba en mi vida y de quien más estaba agradecida de haber conocido.

—Cariño, despierta, los Cabello vinieron para felicitarte— murmuró mi padre, despertándome.

Camila se había perdido mis fiesta de seis años por estar de viaje a Cuba. Habíamos hecho una llamada telefónica, pero la tristeza de no verla había persistido en mí. Era mi mejor amiga, después de todo.

—¿No llegaban en un semana?— balbuceó mi yo de seis años.

—Camila insistió y acortaron el viaje?— me informó con un tono alegre.

—¿Camz vino?— bostecé reincorporándome, llenándome de felicidad ante la idea de verla al fin.

—Sí, bebé, ahora levántate. Está esperando abajo— sonreí adormilada y él salió de la habitación. Lo escuché decir a la familia Cabello que estaría abajo en un momento.

Cogiendo fuerzas para pararme de la cama, me bajé de ella y corrí para ponerme mi tiara de cumpleañera, le había prometido a Camila mostrársela cuando nos viéramos de nuevo. Nunca rompía mis promesas si de ella se trataba. Con todo y pijama, bajé acelerada y no contuve mi sonrisa cuando la vi ahí, al final de las escaleras, con un peluche gigante de un oso, blanco con corbata roja, y un rostro de impaciencia. Sin concentrarme en el regalo, me lancé para darle un feliz abrazo con puro regocijo de tenerla alrededor.

Como niñas que éramos, no poníamos atención a los adultos que nos hablaban diciendo que estaban enternecidos de que fuésemos tan unidas.

—¡Te extrañé!— le dije durante el efusivo abrazo. Ella asintió, y la sentí humedecer mi hombro con sus lágrimas —¿Qué tienes?

—Me perdí tu cumpleaños, Lolo, lo siento mucho— sollozó con decepción, rompiendo nuestra cercanía —Pero te traje esto, ¿me perdonas?— tendió el oso hacia mí.

—Gracias, Camz.

Asentí sonriente, pues no hacía falta un regalo para perdonar a mi mejor amiga por haber regresado antes para estar conmigo.

—Me gusta tu tiara, Lolo— limpié sus pequeñas lágrimas y asentí con una sonrisa —¡Lauren es nuestra princesa!— le dijo a nuestros padres, quienes rieron pero concordaron.

Camila y yo fuimos a la misma escuela durante toda la vida, y quedamos en la misma clase siempre. Éramos vecinas, vivíamos en la misma calle pero su casa estaba en frente, no al lado.

—¡Primer día de clases!— exclamé felizmente, tomando de la mano a mi hermana _Ya estás grande— reí.

—¡Grande!— repitió Taylor con entusiasmo.

—¡Adiós, Taylor, diviértete y aprende mucho!— sollozaba mi madre, orgullosa de su hija que al fin llegó a la edad de asistir al preescolar —¡Cuídenla!— casi sonó más como una petición que como una orden.

¿Contigo? Directo al infierno. (Camren) [PAUSADA]Where stories live. Discover now