Hablemos

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- ¡Anda, mujer, que se hará tarde! -- gritaba repetidamente Angélica mientras intentaba despertar a Adele.
- ¡Es inútil, Angie! -- dijo Laura rendida.
- No, es que tiene que despertarse, nadie la mandó a que llegara tan tarde teniendo trabajo al día siguiente.
- Pero Angélica, que no durmió, llegó tarde y encima no pegó el ojo en toda la noche, estuvo llorando y hasta por allá cuando el sol salía dejó de hacerlo.
- ¡Pues con más razón! Ella tiene tanto carácter, tanta dureza que yo no entiendo cómo está dejando que esto le afecte tanto. No va a perder su trabajo por el doler de un hombre.
- No van a correrla si falta un día.-- giró los ojos.
- Pero sí se quedará acostadota en la cama y perderá mucho tiempo haciendo nada cuando podría estar trabajando y no pensando en un hombre. Mira, Lau, si no vas a ayudarme, está bien, no lo hagas, pero yo sí haré algo por ella, porque es mi amiga y no voy a permitir que sufra por Simón.
- Maldita sea, tienes ese poder de convencerme siempre. -- comenzó a hacer lo que Angélica hacía; mover a Adele para que se levantara.
- Ya sé lo que voy a hacer. -- levantó el dedo índice en señal de que había tenido una idea. -- ya regreso. -- se dirigió a la cocina.
- Apurate, que se hará más tarde.
- ¡Ya voy! -- gritó y enseguida entró a la habitación con una bandeja llena de agua con hielos.
- No vas a echarle eso, ¿verdad? -- preguntó Laura asustada.
- No Lau, sólo tenía sed. -- giró los ojos.
- No se va a morir de amor pero sí de una hipotermia por tu culpa, mujer.
- De algo se tiene que morir. -- guiñó el ojo y sin pensarlo le arrojó la bandeja.
- ¡ANGELSKKA! -- gritó Adele al despertarse toda empapada y después brincó de la cama.
- Tenías que despertarte. -- Angélica la miraba con normalidad.
- ¡QUÉ DEMONIOS LES PASA! -- gritó molesta el verse toda mojada.
- Pasa que es tarde y tienes que trabajar. -- contestó muy airosa.
- ¡ESAS NO SON FORMAS! -- gritó mientras se dirigía al baño y se quitaba la ropa rápidamente.
- Estabas como muerta, no es nuestra culpa. -- replicó Laura detrás de ella mientras la seguía.
- Te esperamos abajo en media hora, ¿cómo le vas a hacer? No sé. -- le dijo Angélica.
- ¡Lárguense y dejen que me cambie en paz! -- las sacó del baño a empujones.

Terminó de quitarse la ropa y se metió a la regadera aún teniendo un frío enorme. La resaca de la noche anterior le estaba llegando, un dolor de cabeza llegó, salió de la ducha en cuanto lo creyó necesario y se enrrolló en la toalla. Se fue a su habitación, no sin antes pasar por la cocina y sacarle el dedo de en medio a Angélica por sus medidas tan drásticas.
Llegó a su recámara y abrió su armario, sacó lo más sencillo que encontró; un pantalón de vestir negro que le quedaba hasta las caderas y una camisa de color blanca que dejaba ver gran parte de sus pechos.
Pensaba maquillarse para tapar las ojeras que a consecuencia de dormir poco tenía,  pero Angélica comenzó a gritarle como loca que ya era tarde y decidió irse así, sólo con unos lentes para cubrirse los ojos y nada más.

- Traes una cara de muerta.... -- Laura se carcajeó.
- Cállate. -- respondió Adele mientras bebía café que Angélica le había preparado.
- ¿No te duele algo? Ayer llegaste hasta las chanclas.
- La cabeza está matándome.
- ¿Cómo piensas trabajar así? -- preguntó Laura.
- A ver cómo me las arreglo. -- suspiró.
- Y con esas secretaria que te cargas....
- Lynn es tan......poco eficiente.
- Deberías decirle a Meryl.
- No puedo, es su sobrina y no creo que me haga mucho caso.
- Pues yo pienso que sí, ella sabe cómo es y seguro te hace caso.
- No sé, ahora mismo no tengo ganas de más líos.
- No creo que puedas tener más problemas, querida. -- Angélica se estacionó.
- Prefiero no saberlo. -- tomó su bolso y a la par que Laura, se bajó del auto.
Las tres se dirigieron a sus respectivos puestos en la editorial.

- Vaya, hasta que llegas, Adele. -- reclamó Lynn.
- Se me hizo un poco tarde. -- intentaba cubrirse el rostro.
- Hay muchos pendientes y tú dándote el lujo de llegar a esta hora, ¿qué tienes en la cabeza?
- Un cerebro que funciona, algo que estoy segura, tú no tienes. -- entró a su oficina sin decir nada más dejando a su fastidiosa secretaria hablando sola.

Comenzó a ver qué pendientes tenía para resolver cada uno de ellos.
Mientras pasaba el día, más cansada y agotada de sentía, pero le hacía bien tener tanto trabajo, eso la distraía y no le dejaba pensar en lo que no la había dejado dormir la noche anterior.

<<Adele, mírate qué joven eres, mírate lo hermosa que estás ¿Por qué hablas así de ti?>> -- comenzó a recordar todo lo que había pasado la noche anterior y los golpes que le daban a su puerta interrumpieron sus pensamientos.

- Pase. -- dijo y se quitó los lentes que usaba para leer. Levantó la mirada  y lo vio a él, el inalcanzable hombre que la tenía en las nubes. -- otra vez tú. -- dijo frustrada.
- Otra vez yo. -- entró y cerró la puerta.
- ¿Qué es lo que quieres, Simón?
- ¿Puedo sentarme?
- ¿Vienes a tomar el té?
- Vengo a hablar.
- ¿Quieres hablar? Vamos a hablar. No quiero que hagas nada por mí. No quiero que dejes nada por mí. No quiero que eches tu vida a perder, porque yo no soy para ti.
- En mi opinión nadie está hecho para nadie. Además, hay bastantes cosas que tengo que decir.
- ¿Qué cosas, Simón? Estás casado, la amas, no hay más.
- Si no hubiera más yo no me sentiría así, tan mal, tan confundido, tú me confundes.
- ¿Yo?
- Tú. De repente llegaste aquel día a mi consultorio, con esa sonrisa tan bonita y esos ojos verdes que no me han dejado dormir. Llegaste con esa naturalidad y esa personalidad que tanto me gusta, no sé qué hacer, no sé qué pensar, yo no puedo serle infiel a mi esposa porque sí, la amo, pero no lo suficiente como para no estar seguro de que es la única.
- Yo tampoco pretendo que seas mi amante, no quiero ser usada para una o dos noches como experimento de qué se siente engañar a tu esposa. No seré juego de nadie porque yo soy la que juego; así ha sido siempre.
- Jamás te usaría.
- ¿No? -- aclaró la garganta.
- No. -- respondió seguro.
- Has sido la única que persona que me ha hecho dudar, que me ha quitado el sueño y que ha sido más que un capricho. Por eso te doy el maldito privilegio de dejarte ir, te doy la oportunidad de que te vayas muy lejos y de que te olvides completamente de mí. Sólo te confundo y yo de verdad no me perdonaría terminar con un matrimonio. Te arruinaría y no quiero hacerlo.
- Hablas de ti como si fueras la peor persona del mundo.
- No sé si soy la peor, pero sé mi cuento y sé que no te convengo para nada.
- Quiero verte feliz.
- ¿Y tú qué ganas viéndome feliz?
- Ver tu sonrisa que tanto me gusta. -- Adele lo vio por unos segundos, y sabía que si él no se iba o ella no salía iba a quebrarse en ese momento.
- Vete. -- se levantó de la silla y se paró a un lado de él, después señaló a la puerta.
- ¿Quieres que me vaya?
- Para siempre.-- contestó firme, aunque por dentro estaba desmoronandose.
- Está bien, me voy; pero con una condición.
- No estamos en condición de pedir condiciones, Simón, esto lo hago por los dos, para no sufrir, así que sólo váyase.
- Es sólo una cosa. -- se levantó y quedó cerca de ella, Adele se volteó a otro lado para no quedar frente a frente.
- Vete. -- sollozó.
- Lo único que pido es un último beso, me importa cómo termine esto.
- Esto que jamás empezó. -- replicó Adele.
- Porque ninguno de los dos estamos libres.
- Te equivocas - lo miró. -- yo sí lo estoy.
- Hay diferentes maneras, Adele, yo estoy casado y tú tienes algo que vienes cargando desde no sé cuándo; algo que no te permite ser feliz.
- A ti no debe importarte mi vida, Simón.
- No debería, pero me importa.
- Sólo vete, no quiero hacer más locuras. -- respiró profundo.
- Me gusta sentir tu respiración cerca de la mía... -- ignoró su comentario y acarició su mejilla delicadamente, Adele no hizo nada, sólo mirar al suelo. -- me gusta tenerte cerca y que no hagas nada más que sonrojarte... -- lo miró. -- me gusta tu rostro, tus ojos, tus labios; me gustas. -- se miraron fijamente por varios segundos, con las pupilas dilatadas y los labios entre abiertos. -- sólo uno más... -- dijo Simón, enseguida cerró los ojos y se humedeció los labios, Adele pudo separarse y no besarle, pero hizo todo lo contrario. Dejó que él posara sus labios en los de ella, el beso fue lento, duradero, sin ningún tipo de "pasión o deseo"..no era un beso de los que Adele solía darle a sus amantes, era distinto, muy distinto, incluso era distinto al primero que se habían dado por "accidente" aquella vez, en aquella tienda, a cauasa de aquella caída..

Holaaaaaa ❤❤ ahora me tocó a mí (María) escribir este capítulo.
Espero no me odien 😂 pero hay que darle emoción 🔥.
Rox está encantada con su amor hacia Angélica 😂😱❤ realmente no pensamos que les llegara a gustar taaaanto, eso nos alegra mucho 💖😊. Espero sigan apoyándonos así...
Sin más qué decir, los quieren:

Rox y Mary ❤

Déjate llevar Where stories live. Discover now