Prólogo

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En el Palacio real se acostumbra contratar a un tutor que se dedica a educar a los príncipes reales con el fin de prepararlos para el trono. Este puesto sólo se le otorga a los educadores más prestigiosos y brillantes de todo el reino. Estos reciben el título de "tutor real".

El rey de Grantzreich, Viktor von Grantzreich. Nombra "tutor real" a Heine Wittgenstein. Dejando a Heine con la tarea de volver a cuatro príncipes aptos para el trono. No obstante... Los hijos del rey son chicos problemáticos que han ahuyentado a sus antiguos tutores. Pero Heine tomando el control como profesor, no logra ser vencido por los caprichosos príncipes de Grantzreich. Ganándose el respeto de cada uno de ellos.

Sus estudiantes son conscientes y responsables con su horario para recibir las lecciones de su tutor, llegando todos muy temprano para reunirse en su hora educativa. Sin embargo, algo inusual ocurrió esa mañana.

— Maestro se está tardando...

— ¡Tengo la molestia de asistir a sus lecciones y no viene! ¡Les dije que no había que confiar en los tutores reales!

— Debe estar en cosas de adultos, aunque dudo que haga algo con ese pequeño cuerpo.

— Es...extraño.

Los príncipes comenzaron a impacientarse por la ausencia de su profesor. Heine era muy puntual respecto a esto, ya habían pasado treinta minutos y no se hacía presente, preocupando a sus estudiantes.

— Seguro le surgió algo... Maestro no nos dejaría plantados a menos que sea una emergencia. – Intentó Bruno que sus hermanos no pensaran mal de su tutor.

— ¿Algo importante?

— No empieces con tus perversiones, Licht.

— ¡Oh, bien! ¡Si él no piensa asistir pués yo tampoco! – declaró Leonhard muy molesto mientras se dirigía a paso brusco a la salida de aquel cuarto. Le molestaba el haber confiado en ese pequeño pelirrojo de lentes que osaba en llamarse tutor y que le enseñaría todo lo que no sabe. Es por eso que no le permitiría ninguna falta. Pero antes de que abriera la puerta para irse, está fue abierta en su cara, apareciendo el rey de Grantzreich.

— ¡Padre! – exclamaron todos muy sorprendidos.

— Buenos días a todos... Les veo horribles caras ¿a qué se debe ese mal humor?

— ¡Sucede que el tutor que se supone que debe estar aquí no a llegado!

— El maestro nunca llega tarde, esto es muy inusual.

— ¡Yo quería preguntarle muchas cosas hoy! – dijo Licht, saltando en uno de sus pies.

— Estamos...preocupados. – Habló está vez el príncipe Kai, con su típica lentitud.

— ¡No lo soporto más! ¡Yo me voy! – con venas ya resaltando en su frente, Leonhard se disponía nuevamente a irse, pero sin embargo, el rey estaba en su alcance y le sujeto por detrás el cuello de su camisa, evitando que el más rubio de todos huyera.

— Entonces no hay problema. Yo les daré la lección de hoy. Así que Leonhard tendrás que estar presente. – Dijo Viktor von Grantzreich, sonriendo y determinado en lo que declaró.

— ¡¿Usted padre?! – Bruno se veía más que sorprendido.

— ¿Y no nos piensa decir que ocurrió con Heine-sensei? – preguntó Licht algo molesto.

— ¿Acaso el rey no les puede dar una lección a sus hijos? Me decepcionan príncipes...

— ¡No es eso! ¡Pero sigue siendo sospechoso que maestro no esté aquí!

— ¡La lección a dado inicio! – asiendo oídos sordos, el rey comenzó su clase mientras soltaba al pobre Leonhard que había estado todo el tiempo intentando soltarse del agarre de su padre. — Nuestra lección de hoy será en cuidar a un enfermo.

— ¿Cuidar...a un enfermo?

— Si un ser querido está gravemente enfermo, como en demostración de todo el afecto que sentimos hacia esa persona, tenemos el deber de estar a su lado y cuidar hasta que se recupere. Así que me demostraran sus capacidades ante una situación parecida.

— P-pero... ¿a quién vamos a cuidar? – volvió a interrogar el príncipe Bruno.

— Siganme. – Y sin espera, el rey Viktor salió de la sala seguido a paso rápido por sus hijos, muy curiosos de saber a dónde se dirigirían.

Al cabo de unos minutos de caminata por los pasillos de ese gran palacio, el adulto y los jóvenes príncipes se detuvieron frente a una gran puerta al igual que todas en ese lugar lujoso.

— Está... ¿no es la habitación de Heine? – preguntó Leonhard con un pequeño tick en su ojo derecho.

Sólo recibió un asentimiento de cabeza por parte de todos sus hermanos.

— Su lección de hoy será... – El rey abrió la enorme puerta, dejando ver en su interior a una sirvienta de cabellos rubios remojando un pequeño paño blanco en una cubeta para luego dejarla descansar sobre la frente de un pequeño pelirrojo recostado en su cama, que tenía los ojos cerrados, sus pómulos muy sonrojados y la respiración agitada. — Cuidar a su tutor real, Heine Wittgenstein.

Lesson: To take care of a sick person. [The Royal Tutor]Where stories live. Discover now