Plan de cuidados

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Esa mañana el tutor real, Heine Wittgenstein sintió un horrible mareo al reincorporarse en su lecho. Como todo ser humano puede que algunos días no amanezca en las mejores condiciones, pero para él su dolor de cabeza no podía ser un impedimento para no cumplir con su deber. Así que dispuesto a todo, se levantó de la cama...o eso es lo que planeaba. Al poner los pies en el suelo el mareo se intensificó, haciendo que sus piernas también le traicionaran y cayera inconsciente.

Cuando despertó se dió cuenta que estaba nuevamente acostado donde se encontraba en un principio. Le pesaba todo el cuerpo y sentía su cara ardiendo, suponiendo inmediatamente que tenía una feroz fiebre.

— Ya despertaste. – Apenas con un ligero movimiento de cabeza vió que a su lado estaba sentado con la silla de su escritorio Viktor von Grantzreich. — Acabas de ser bendecido de mi visita para preguntarte si te había gustado tu nuevo cuarto. Claro que en vez de encontrar un tutor real encontré un cadáver. – Río el rey al recordar en las condiciones que encontró a Heine.

El profesor iba a responder, pero su garganta ardía de tal manera que no le permitía decir palabra alguna. Ahora estaba inmóvil y mudo.

— No te esfuerces en decir algo, lo mejor es que hoy descanses todo lo que puedas. Yo mismo me encargaré de los príncipes, puedes estar tranquilo respecto a tus lecciones de hoy. – Dicho esto, el rey de Grantzreich abandonó la habitación del tutor real.

Por un lado Heine agradecía que le dejarán descansar, en ese estado no podría mantener el control de sus clases. Pero por otro lado... temía por lo que dijo el rey sobre encargarse él mismo de los príncipes.

Al cabo de los minutos comenzó a sentirse peor, le costaba respirar, además que sus ojos se cerraban por si solos. No se dió ni cuenta del momento en que estaban todos los príncipes a su alrededor.

— ¡Maestro! – exclamó Bruno muy preocupado por Heine.

— ¡Heine-chan! ¿puedes oírnos? – Decía Licht en un tono alto y movía su mano al frente del rostro del pelirrojo por sí también sabía que estaban ahí.

— Está...ardiendo en fiebre. – Dijo Kai al tocar la frente de su tutor.

— ¿En-enserio está enfermo? Parece que estuviera a punto de morir... – Habló Leonhard desde los pies de la cama, temiendo que sea lo que sea que tenga Heine sea contagioso.

— ¡No digas eso, Leonhard! El maestro está sufriendo.

— Me preguntó que hizo cómo para quedar en tal estado...

Heine abrió por unos segundos sus ojos, pero los cerró al notar que era inútil al no tener sus gafas. Además que la fiebre le hacía ver aún más borroso.

— Al parecer es consciente de que estamos aquí. – Comentó Bruno al ver tal gesto.

— Exactamente. – Respondió el rey detrás de los príncipes. — Heine es completamente consciente de su entorno, y es por este mismo motivo que la lección otorgada para todos ustedes es que sean capaces de cuidar de su tutor. Al estar en la posición del enfermo su evaluación de cada uno será aún más estricta.

A todos los príncipes se les pasó por la cabeza el pensamiento de que si su tutor se encontraba enfermo por plan de su padre.

— ¿Y-y cómo haremos todos para cuidarlo al mismo tiempo? ¿Cómo...cuidaremos de alguien? – preguntó temeroso Leonhard mientras desviaba su mirada azul en su tutor, quién seguía intentando fallidamente en respirar con normalidad.

— Tomaran turnos para cuidar a su tutor real. Y tener siempre presente la siguiente pregunta en sus cabezas. "¿Qué desearía yo si estuviera enfermo?". – Explicó el rey Viktor dándoles la espalda a sus hijos mientras se retiraba de la habitación.

Un silencio incómodo se provocó en el ambiente. Mirar a su profesor en tal estado les generaba un extraño sentimiento. Verlo siempre tan impecable y sin temor a nada, a que ahora se vea tan indefenso.

— Padre tiene razón... El mejor método será que usemos turnos para cuidar al maestro. Porque seguramente Licht y Leonhard nos dejarán todo el trabajo a Kai-nii y a mi.

— ¡¿Quisiste decir que soy un patán?! – gritó Licht acercándose peligrosamente a Bruno.

— ¿No fui lo suficientemente claro?

Así las típicas discusiones entre el tercer y quinto príncipe comenzaron a invadir de apoco el cuarto de Heine, quién rogaba para que se callarán al ser fastidiosos para su pobre cabeza. Y nuevamente teniendo la suerte de su lado, el príncipe Kai se encargó de regañar a sus hermanos menores.

— Hay que cuidar del profesor... Ustedes son buenos chicos.

Con la extrema serenidad y pureza del peliblanco, los hermanos se miraron y bajaron sus rostros al verse arrepentidos.

— ¡Yo no quiero participar en esto! ¡¿Por qué debo cuidar de mi profesor?! – exclamó Leonhard, cruzando sus brazos sobre su pecho en un intento de demostrar supremacía sobre el pelirrojo en mal estado.

— Porque padre fue quien lo dijo... – Comentaron los tres restantes al unísono mirando con obviedad al terco príncipe.

— E-eh... Si... E-eso es verdad. – Viéndose humillado se giró para que no vieran su rostro ruborizado. — P-pués en ese caso... ¿quien será el primero en cuidarlo?

— Buena suerte, Leonhard.

— No vayas a tropezar con el balde de agua.

— Haz un buen trabajo...

Esos fueron los comentarios de los otros príncipes antes de cerrar la puerta y dejar solo a Leonhard con el enfermo de su profesor.

— ¡TRAIDORES!

Lesson: To take care of a sick person. [The Royal Tutor]Where stories live. Discover now