Capítulo IV

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No se salten el aviso de abajo, por favor.

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Chat Noir no le contestaba las llamadas, no se aparecía ante ella. Pensó lo peor, tal vez le habían hecho daño o peor aún, lo habían asesinado. Pero la chica también pensó que estaba enojado con ella, Tikki le dijo que sentía la presencia su kwami cerca; por lo tanto; esa era la opción que menos peligro tenía. Deseaba que fuera así. Se estaba desesperando, muriendo y deprimiendo. La mente podría ser muy retorcida si se lo proponía. Sin embargo, tenía que tranquilizarse y no solo confiar en las habilidades de su compañero, sino, confiar en él.

Dejo eso de lado y pensó en como decirle a Alya su secreto. Estaba decidida, ella se sentiría pésima si le ocultara algo. Ya no más, si algo le llegara a pasar a su amistad por esté secreto. Se volvería loca o algo peor. Sabía que estaba siendo envidiosa con esto, pero no podía más.

Llego al pequeño piso que Alya rentaba, era mucho el tiempo desde que se sentía así. Oprimió el botón con el número del apartamento, esperó unos segundos y en seguida la puerta se abrió. Subió los cuatro pisos hasta llegar a la puerta, blanca y con un diecinueve en dorado.

La chica le abrió en seguida de que tocó la madera, muy bien pulida y fría. La observó, tenía unos shorts de tiro alto; color negro; una remera anaranjada y zapatillas negras. Su cabello, en una cola alta. No tenía lentes y sin una pizca de maquillaje su piel se veía radiante.

Ella le sonrió calidamente, como siempre hacía, y se adentro en el interior invitándola a pasar. Su sala estaba ya casi vacía, solo quedaba su sillón y su Televisión, en su comedor no había nada ya. Las cajas estaban apiladas una sobre otra. La observo colocándose los lentes.

-Espero que no vengas a decirme que siempre no puedo mudarme a tu pequeño edificio, porque te mato- soltó una risa y ella la acompaño, sin embargo las de ella cesaron casi de inmediato.

-Oye, ¿No es eso, verdad?-su cara era de nerviosismo total.

-Sabes que yo sería incapaz de hacerte algo así- sonrió, pero no le llego a los ojos, lo cual preocupó más a la morena.

<<Solo espero que tu no cambies de opinión>> lo dijo en un susurro, que al ser tan bajo, la pelirroja no entendió.Pero, no pregunto.

-Entonces, ¿ estas aquí para ayudarme a empacar?- claro, Alya deseaba que fuera así. La estaba empezando a preocupar.

-Sera en otro momento o después de platicar- lo dijo con una pequeña sonrisa, muy forzada.

-Sea lo que sea, seguro tiene una solución- su amiga le paso un té helado, frutos rojos. Su favorito.

-Eso espero- dijo la azabache.

...

-Pero ¡Por qué!- Alya tenia la tristeza marcada en la cara.

-No quería ponerte en peligro- dijo tranquila la peli-azul. No se sentía con el derecho de gritarle como ella lo estaba haciendo.

-¡Es que no lo entiendo! No se vale. Te estuve buscando por años, me akumatizaron por ello, incluso me puse en peligro. ¡Tú no hiciste nada! ¡Nada! ¿Por qué hasta ahora?- Alya contenía lágrimas en sus ojos. Estaba dolida y decepciona.

-Miedo, de perder tu amistad, a ti. Eres buena persona y aunque traté de evitar por todos los medios que te involucraras, tu seguías insistiendo. No podía más- Alya pareció enojarse con ella aún más.

La de lentes no pareció pensar lo que decía, en un ataque de ira, molestia y tristeza. Dejo que las emociones la controlaran. Algo que se arrepentiría de decir después.

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