35. SE AVECINA UNA TORMENTA

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Una tormenta de nieve se había desatado en Londres de 1893, dificultando el moverse de un lado a otro se la ciudad.

La señora Hudson no se encontraba, ya que se había ido a pasar las fechas con algunos de sus familiares y amigos, por lo que Holmes era el único huésped en la casa.

O eso era hasta que se escucharon unos golpes en la puerta. Y Holmes ya tenía una idea de quién se trataba.

Abrió la puerta, atendiendo a la llamada y resistiendose a sonreir al ver a Watson frente a él.

Estaba cubierto de nieve, con una enorme sonrisa en su rostro y sus ojos más llenos de brillo que de costumbre.

-¿¡pero como es posible!?-exclamó Holmes luego de salir de su estupor-debe cuidar más su salud doctor ¿que acaso no noto la tormenta que se ha desatado?-lo hizo pasar de inmediato, cerrando la puerta a sus espaldas y quitándole el saco que su conpañero traia-eso ha sido muy descuidado de su parte-

-cuando salí de casa aún no comenzaba a nevar-se defendió el doctor,  agradandole el golpe de preocupación que había sufrido el detective a causa de su salud.

Detuvo las manos de Holmes, colocandolas de inmediato sobre su cabeza, usando su cuerpo para empujarlo a la pared que tuviera más cercana.

Los ojos abiertos y expectantes del pelinegro le dijeron que no había esperado semejante arrebato.

-La tormenta nos ha dado la excusa perfecta para que pueda quedarme a dormir-le susurró al oido-también garantiza que nos encontremos solos todo el tiempo-

-necesita quitarse la ropa empapada por la nieve-dijo Holmes en busca de no caer tan pronto en el juego-se enfermara-

-tú podrías ayudarme con eso-

-lo hare solo si promete colocarse junto al fuego para calentarse-

-oh podríamos valernos de otros métodos- le sugirió Watson, acercandose cada vez más al rostro de Holmes, con sus narices casi chocando.

Tenía que admitir que la firmeza del pelinegro era algo impresionante, aún cuando lo había sentido temblar contra su cuerpo al acorralarlo con la pared.

-primero nos aseguraremos que no se enferme, después podremos hacer lo que sea que tenga en mente doctor-susurro Holmes, deseando poder hacer aún lado ese maldito saco cubierto de nieve.

-esta bien, Holmes-aceptó Watson-se hará a tu manera-solto sus manos, escuchando el suspiro casi imperceptible que había soltado su acompañante.

Se dejo conducir hasta la habitación del detective, donde este le quitó gran parte de la ropa, dejandolo solo con una camisa y sentado frente al fuego de la chimenea que Holmes se molesto en encender.

Watson desvió la mirada del trasero del pelinegro hasta la caja de paquetería, que estaba seguro contenían los regalos de Tony.

-fue muy osado al enviar todos aquellos productos, algunos tienen usos bastante...-

-estuviste observandolos-lo interrumpió el doctor-¿tan ansioso estabas?-

-solo era curiosidad-se defendió el detective, cuidando que Watson no notara el rubor de su rostro.

-¿algo interesante?- continuó preguntando, mientras abrazaba a Holmes por la espalda, atrayendolo a su cuerpo-¿que te gustaría usar primero?- le susurró al oido, jalandolo hasta que ambos cayeron al suelo, gracias a que Watson se había tropezado.

Holmes trato de levantarse, pero termino apoyandose en los hombros del doctor en cuanto este colo sus manos por debajo de su camisa.

-sus manos están frias-dijo Holmes, temblando un poco por el contacto.

2. Detectives: Batalla Deductivaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن