24-.Imprudente

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Daniel

Prácticamente obligué a Ariana para se quedara en su casa. Que terca es.
Sigue siendo tarde y no quiero que le pase nada.
Son casi la una y media de la madrugada, y casi llego a mi casa.
Me imagino que cualquier persona normal tomaría un taxi, pero yo estoy caminando cuadras.

Minutos después al fin llegué. Abrí la puerta y después la cerré detrás de mí. Encendí la luz y mi perro apareció corriendo hacia mí.

Me senté en el suelo, apoyando mi espalda en la puerta para mimarlo y hacerle cariño.

― Hola.― levanté la mirada y Rebeca estaba sentada en MI sofá, dentro de MI casa, que al menos yo creí que estaba CERRADA.

― ¿Qué haces aquí?― dije poniéndome de pie.

― Perdón por entrar así, escuché a tu perro llorar y me preocupé. Entré por el patio. La puerta estaba mal cerrada... Lo siento... No quise ser imprudente.― la miré incrédulo.

― ¿Imprudente? Fuiste mucho más que eso. No puedes entrar así. Y si te preocupa mi perro, llámame.

― Te llamé, te envié mensajes y no me respondiste.

― No tengo ningún mensaje ni ninguna llamada.

― Ah... Pregúntale a Ariana, seguro ella los borró.

― ¿Sabías que estaba con ella?

― Si, ella me contestó y lo confirmó. Me dijo que me alejara de ti.

¿Queeeeee?

― Quizá tenía razón. Me hiciste daño.

― ¿Daño...?

― Si.

― ¿Acaso te dijo algo?

― No.― la miré― ¿Tengo que enterarme de alguna cosa?

― No.... Sólo que... Como me odia pudo haber inventado algo.

― No te atrevas a hablar mal de ella.― me miró mal.

Rebeca suspiró y se acercó a mí, demasiado para mi gusto.

― Necesitaba verte.

― Ah.― dije sin saber que decir.

― Te extraño mucho...― suspiró―Daniel no he dejado de pensar en ti...― se acercó más.

― Rebeca no... 

― Me enamoré de ti.― la miré con sorpresa. Esto es muy incómodo ― Te amo. Y me arrepiento de no haberme dado cuenta antes.

Sus manos rápidamente se deslizaron bajo mi camisa, y ella de la nada cortó con la distancia y me besó.

Lo que me faltaba.

Ariana llegó a mi cabeza, sólo hace unas horas le dije que la quiero y ahora me pasa esto.

Empujé a Rebeca para que se alejara. No funcionó.

― ¿Qué pasa? ¿Acaso no te gustó? Si quieres​ puedo dejar mis manos en otro lugar...― volvió a acercarse, y jugó con la correa de mi pantalón.

― Rebeca, no voy a acostarme contigo.― quité sus manos de mi pantalón.

― Anda. ¿Acaso ya olvidaste todo lo que hacíamos en mi cama?― desabotonó con rapidez los botones de mi camisa.

― No lo olvidé, pero tampoco me importa.― la separé.― ya deja de...

― No puedo hacerlo.- besó mi pecho y desabrochó mi cinturón.― Aún te extraño...― besó mi cuello.

Desilusión IOnde histórias criam vida. Descubra agora