40-. Encuentros

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Un mes después. Me encontraba ayudando a la familia que se mudaría a mi casa a bajar las cajas del camión.

Aún queda la mitad del camión lleno, y creo que me aman por ayudarlos a bajar las cajas.

Pamela, la mujer que compró mi casa, estaba intentando tomar una caja que no tenía la fuerza para hacerlo. Así que al rato fui hasta Pamela y la tomé por ella. Me dio las gracias con una sonrisa y caminó detrás de mí.

Dentro de la casa habían dos niños corriendo por el interior y por el jardín. La típica ansiedad de estar en una casa nueva, supongo.

Pamela me invitó a almorzar con ella y sus hijos por ayudarla.
Ordené la mesa con ella y mientras esperaba que la comida estuviera lista me quedé jugando con los niños.
  — ¡Mamá, Daniel dice que tiene hambre!
  — Eres un mentiroso.— le dije en voz baja al niño, que era el mayor.
  — Tu estómago grita más fuerte que tú.— me reí.— Es que yo también muero de hambre.
  — ¡Juguemos otra vez a los monos!— me dijo la niña. Sólo a mí se me tenía que ocurrir eso.
  — ¿Otra vez? — dije suspirando, me dejaron muerto de cansancio.

Ambos asintieron.
Me resigné y me puse tieso como un árbol, esa era la idea, mientras ellos se agarraban de mis piernas o brazos como unos monos salvajes intenté moverme como si fuera un monstruo árbol.
Estos monos pesan mucho.
  — Niños, déjenlo respirar.— ambos se despegaron de mí y fueron hacia otro lado. — Daniel, perdón por hacerte esperar, es que mi esposo ya casi llega para comer.— tocaron el timbre— debe ser él. Me di la vuelta y vi a los niños por el ventanal jugando en el jardín.— Hola cariño— giré otra vez para saludar al hombre que llegó. — Cielo, él es Daniel, a él le compré esta casa. Y Daniel, él es mi esposo, Adam.

Me quedé bastante tiempo viéndolo, y él a mí. Ahora que lo veo y escucho su nombre, lo recuerdo perfectamente. Estaba de traje y me miraba amablemente. Sonreí nervioso y le di la mano educadamente, pensando con optimismo de que me recuerda o que al menos le parezco conocido. Pero no recibió como esperaba mi saludo, sino que como si fuéramos amigos de toda la vida, se acercó y me abrazó. Me puse muy feliz al notar que me recordó y le correspondí el abrazo con entusiasmo. 
Pamela por supuesto nos miró con confusión, seguro que no se imaginaba que nos conocíamos.

  — No puedo creer que estés aquí...—dijo al separarse— Y tampoco puedo creer la coincidencia de que eres tú el que nos vendió la casa. 

  — Estoy tan sorprendido como tú.— le dije encogiéndome de hombros
  — Vaya...— se revolvió el cabello.

  — Bien...—dijo ella.— Creo que tengo una historia que escuchar en el almuerzo.— caminó hasta el jardín— ¡Niños! ¡A comer!

Los niños llegaron corriendo hasta Adam y lo abrazaron para recibirlo, luego todos se sentaron en sus respectivos lugares, para sentarme yo después. Pamela sirvió el almuerzo, que duró bastante porque estuvimos hablando la mayoría del tiempo, tanto que hasta los niños se aburrieron y se fueron a jugar.

*******

  — Nunca habíamos venido juntos aquí.— dijo Ariana emocionada.
  — No sabía que conocías este lugar.
  — Me encanta este restaurante.
  — Es como la primera cita que nunca tuvimos.

Fue como un pensamiento en voz alta. Y es verdad, hasta estoy semi formal con una camisa blanca y un pantalón negro, y Ariana trae un vestido corto y blanco. Está demás decir que se ve hermosa. Ahora que lo pienso no recuerdo haber tenido una cita de verdad con Ariana.

Busqué al camarero con la mirada, y cuando me vio, le hice una seña para que viniera.
Ariana pidió su plato, y yo como estaba muy indeciso pedí lo mismo que ella.
  — Daniel.— dijo cuando el mesero se fue.
  — ¿Hmm?
  — Daniel... Tú... ¿Te proyectas conmigo? Digo, ¿nos ves juntos en un largo tiempo?— sonreí.
  — Claro que sí. Quizás vivamos juntos en una linda casa con mi perro y tu rara mascota.— tomé su mano.
  — Y... ¿Niños?— intenté ocultar mi pánico manteniendo la sonrisa.
  — Eh... Ariana, yo no quiero tener hijos.— parecía triste — Aunque no sé si cambie de opinión en un tiempo. Creo que estamos hablando muy a futuro.— dije nervioso. Por favor que cambie de tema.
  — ¿Y casarnos...?

Desilusión IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora