Perfect Weapon

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"Awake at night you focus on everyone who's hurt you..."

Las doce en punto en el reloj de la catedral.
Lo único que ilumina el lugar son los faros de la plaza. Mi escena favorita.
Sentado en una fría banca, cierro los ojos. Esa señora ha sido la última de mi más reciente lista.
Al abrir los ojos, todo se vuelve blanco. Como un inmenso cuarto. No hay objetos, o tal vez no los distingo. Su voz, grave y fría, hace eco a mi alrededor, como una melodía que me rodea por completo.
-Como siempre, bien hecho.

Dicho esto, mi antebrazo comienza a arder, borrando el texto anterior y reescribiendo la lista que aumenta cada tercer día, dándome un intervalo de 71 horas y media para completar la tarea.

Jamás he sabido qué pasa si no concluyes la lista.

Este proceso es bastante doloroso porque los nombres se forman como cicatrices en mi brazo. De hecho, incluso antes de decidir que mi nueva lista se formaría en mi brazo, dolía. No entiendo por qué el simple hecho de que escribieran la lista en un papel común y corriente podía lograr incluso retorcerme de dolor al principio. Ahora ya he logrado acostumbrarme.

Sé que suena estúpido el que haya cambiado una hoja por mi piel, pero la experiencia me dijo que era mejor así.
Ahora esto es el único dolor que logro sentir; con dificultad logro tener emociones, sin embargo, no pretendo ser una piedra.

El dolor se desvanece y vuelvo a la Tierra.

"And write a list of targets, your violent lack of virtue..."

Miro mi nueva lista.
Ah. Ya estoy cansado de todo esto. A veces preferiría regresar a mi maldita vida normal que tener que terminar con la de los otros. Pero luego recuerdo que de esa vida ya no me queda algo y, desgraciadamente para mí, soy inmortal.

Muchos sueñan con ese preciado poder de vivir eternamente.
Esas historias me dan risa. No tanto por todas las incoherencias; sino por la gran creencia que emplean los humanos en esas criaturas.

Yo antes solía ser así, ingenuo, crédulo; humano.

Cómo me encantaría volver a serlo. Tener las mismas sensaciones que antes. Equivocarme. La mayoría busca la perfección, incluso yo solía hacerlo. Pero me he dado cuenta que es aburrida.

Miro mi antebrazo y voy eliminando nombres. Eso son para mí los humanos ahora, nombres. Así se pasa todo el día, hasta que están a punto de terminarse mis 72 horas.

El último es Cedric Thomson. A sus 7 años ya ha sufrido varios ataques de asma, ha estado cerca de la muerte varias veces. No tanto como ahora.

Voy hasta su casa.
Es grande y lujosa.
Entro directamente al cuarto de Cedric y admiro cómo duerme.
La pequeña lámpara en forma de pelota de béisbol ilumina una pequeña parte de su rostro.
Sus facciones son finas y su cabello rubio, rizado.
Todo está en completa calma. Supongo que nadie notará su muerte hasta dentro de unas horas.

Me acerco a él.
Digo su nombre en voz alta. Al parecer él no me escucha, pero alguien más sí.
La puerta de su cuarto se abre. Se trata de una chica, como de 16 años. Me mira.

No. Eso es imposible. No puede verme.
Aunque parece que sí puede hacerlo.
Me ruega con la mirada que no lo haga.

Me he de estar volviendo loco con tan sólo mostrar interés en la idea que vaga mi mente, envuelta en recuerdos. Siento como si ya la conociera.

Sacudo la cabeza y sigo con mi trabajo.
Coloco mi mano sobre el brazo izquierdo del pequeño y comienzo a quitarle la vida.

"You're on your own..."

La joven corre hacia mí e intenta alejarme del niño, pero no le es posible. Soy como un fantasma; el estereotipo que ellos crearon como fantasma.

Ella choca contra la pared, aún contactándome con los ojos en busca de misericordia, pero ya casi concluyo y no hay misericordia en mí.

La chica, casi desesperada, coloca su mano sobre el brazo de Cedric. Me da escalofrío. Siento la piel de ambas personas.
Siento. La piel. De ambas. Personas.
Un choque eléctrico aleja mi mano y desaparezco, no sin antes haber escuchado un sollozo. Algo se enciende dentro de mí.

¿A caso son ganas de consolarla?
No.

"Let's go!"

Todo se vuelve blanco de nuevo.
Escucho un rugido.
Mi mano duele como de costumbre. Miro la lista cambiarse.

Tal parece que nada pasó.

Regreso a la Tierra, en un terreno baldío. Normalmente reaparezco en algún lugar cercano a mi siguiente víctima. Me pregunto quién será mientras miro mi brazo.

Me congelo.

Sólo hay 10 nombres.

10 personas en 2 días.

10 personas en 37 estados.

Miro mi mano derecha en busca de más, pero sólo me encuentro con mi piel pálida.
Jamás había tenido una lista tan corta. Normalmente las listas se extienden en ambos brazos, pero ahora... Ni si quiera llena la mitad de mi antebrazo.
Supongo que no debería preocuparme tanto. Tal vez Él esté de buen humor.

"We are breathing while you're sleeping, go and leave us alone..."

Su presencia me deja atónito. Su andar es relajado.

Su vestido blanco con encaje se levanta unos cuantos milímetros por el aire, también su cabellera se mece gracias a éste.
Sus tacones carmesí hacen un sonido singular a cada paso.
Me pregunto si ella es la siguiente.

Lea McFeiden.

No, no es ella.

Con sólo ver el nombre, conozco una parte de historia de la persona, en mi mente aparece su rostro.
Estoy tan seguro de que no es ella que decido seguirla.
De todos modos, solía matar a 50 personas en menos de 72 horas, 10 son pan comido.
Sigo a la chica hasta una escuela. Me pregunto por qué va vestida así, si tan solo va a clases.

Al entrar a la escuela, abraza a un hombre. Es de estatura baja, cabello castaño claro corto y ojos color miel.

Él la besa en la mejilla. Hablan un poco. Ella se ve desanimada, hasta tal grado de cubrir su rostro con las manos. La tranquiliza y vuelve a abrazar, esta vez más fuerte.

Hear Me Call Your Name ✔️Where stories live. Discover now