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Cada silencio es testigo de las puñaladas que dejaste.


Cada segundo es testigo de cómo sería capaz de abrazarme al diablo sin dudar por verte solo una vez más.

Cada minuto que pasa el tiempo se ríe de mis sentimientos pecadores,


mientras que mis párpados se llenan de esas lágrimas pintadas con tu nombre.

He intentado encontrar refugio de mis pensamientos bajo la tentación de abrir mis alas,


sin embargo, hasta ellos saben que no puedo volar en medio de la oscuridad que provocaste.


Hasta ellos saben que necesita la luz de la luna para poder vivir.

Febrero, 1921

La noche bordaba de pretextos el invierno eterno que cortaba las alas de mi ilusión.

Era una noche como todas las demás que había vivido, sin embargo, mi orgullo se desplazaba frente al dolor que nacía con el recuerdo que me condenaba a diario frente a una realidad que jamás existiría.

Hoy más que nunca deseaba maldecir su nombre hasta que mis lágrimas dejaran de brotar de mis hojas. 

Deseaba con tantas ganas arrancarme el corazón y no volver a pensar en ella, simplemente aceptar el hecho de que ella jamás sería mía aunque yo si fuera suya.

Mi palpitación aún seguía acelerándose frente a esa vieja fotografía de una época anterior donde nuestros corazones podían soñar con lo que desearan porque no eran conscientes de como el mundo limitaba al amor.

Ella se veía tan hermosa con aquel vestido azul mientras que mi sonrisa acompañaba el rubor que existía en sus mejillas.

Aquella foto era de antes que nuestras vidas se separaran por completo, antes de que sufriéramos la condena de vivir en el pecado eterno que es amarnos.

No obstante, aquellos demonios solitarios que azotaron aquel departamento dejaron de estar presente cuando escuché como la puerta sonaba y sequé mis lágrimas ante el secreto más profundo de mi alma.

Llevaba meses enteros deseando que fuese ella aunque sabía que era imposible y que tampoco era correcto tener aquel tipo de pensamientos, pero mi corazón era débil y no dejaba de crearse falsas esperanzas frente a lo imposible.

Dejando que mis ilusiones se rompieran como lo hacían a diario cuando noté que aquellos ojos verdes habían sido reemplazados por unos azules con chaqueta negra y el cabello despeinado.

—Creo que no es un buen momento —comentó desde la puerta.

Yo solo rodé los ojos ante ello y lo dejé pasar a sabiendas de que así era mejor, al menos cuando él estaba presente se me hacía poco probable que lograra pensar en Laia.

—Buenas noches, Helen.

—Hola —fue lo único que dije en un suspiro amargo que declaraba mi corazón —. Pensé que ya te habías aburrido de venir casi todos los días a mi departamento —sentencié con una pequeña sonrisa que él siguió—. ¿Quieres algo? —le ofrecí obteniendo una negación de su parte.

—Hoy yo vengo a ofrecerte algo —mencionó emocionado lo que me hizo fruncir el ceño por ello—. ¿Recuerdas los versos que me regalaste? —preguntó enarcando la ceja y aunque no recordaba con exactitud cuales eran, si sabía de que estaba hablando—. Se hizo corta la respiración mientras que la luz de la luna sembraba el desamor en mi corazón —recitó sin dejar esa sonrisa gallarda que él siempre ofrecía—. Escrito por H.B —me señaló en el diario haciendo que quedara absorta frente a eso.

Al principio dudé de lo que me estaba diciendo pero claramente cada una de esas letras que había escrito estaban presenten en aquel pequeño pedazo de diario mientras mis iniciales se presentaban en él.

—Helen Brooke, pero para todos va en mi nombre — exclamó sin dejar que pudiera digerir aquella noticia—. Te dije que eran muy buenos.

—¿Cómo lo hiciste? —pregunté anonadada y él solo se limitó a carraspear frente a ello.

—Todos aman los amores imposibles, es lo que vende y tus versos caben perfectamente en esa descripción. Eres toda una poetisa —agregó entusiasmado antes de buscar algo en su bolsillo y dejarlo sobre el diario—. Además que pagan muy bien por publicar ese tipo de poemas —aseveró mostrándome el dinero que estaba sobre la mesa—. Has logrado lo que muchos escritores empeñan su vida para conseguir y aún así no lo hacen, eso es talento —concretó sin dejar esa sonrisa triunfadora en su rostro.

—No sé ni qué decir —argumenté en un estado de perplejidad absoluta.

—No tienes que decir nada, solo tienes que seguir escribiendo para no perder aquel espacio predilecto para tus poemas —sugirió—. Tal vez más de una persona se deje llevar frente tus letras —sentenció animado, no obstante, yo solo deseaba que una persona se sintiera de esa forma y aquello era imposible.

MoonlightWhere stories live. Discover now