De vuelta

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Oí unos balbuceos detrás de mí provenientes de mi padre y también los sollozos de Stella. Me daba igual. Solo quería pensar en mí y punto.
¿A donde iba a ir ahora? En casa estaría mi madre, y el Gran Mall estaba a media hora andando por las afueras a las doce y media de la noche. Pensé también en Riley, pero su casa caía cerca del café Amor, lo cual estaba demasiado lejos como para ir a pie y aparecer ahí a las dos de la noche.
Al final opté por ir a mi hogar. Comencé a correr nada más salir del hospital y recorrí los primeros dos kilómetros sin detenerme a pensar en nada. No quería hacerlo.
Me sentía tan sumamente sola que de pronto entendía el por qué de Monica. Siempre había estado sola y por eso había nacido en mí esa segunda personalidad que garantizaba la compañía. Estar corriendo, desorientada, hacia el Gran Mall en calles desiertas, bañadas por la luz de las farolas como un fugitivo que huye de su destino era, simplemente, descorazonador.
¿Se debía mi soledad a la gente que me rodeaba? ¿O era culpa mía? No, no, no podía serlo. Mis padres no actuaban así por mí, y habían sido los primeros en dejarme de lado.
Recordé, mientras pasaba por una zona de bares sin demasiado ambiente, como escapaba de casa para no oírles discutir. Y es ridículo, pero así empecé a hacer parkour. Para huir. Toda mi vida huyendo. Los únicos momentos en los que no tenía miedo de algo, o no me sentía tan increíblemente insegura, era cuando Monica tenía el control. Cuando me miraban como a una chica guapa y especial a la que quizás podían aspirar. O cuando me llamaban para preguntarme y quedar conmigo. Cuando Riley la Conquistadora flipaba conmigo, con la Conquistadora Júnior .
Simplemente, cuando sentía que podía medio confiar en alguien y ese alguien no estaba ahí por un interés tan sumamente claro, como el que mi padre había mostrado aquella noche.
¿Es que a mis abuelos no se les ocurrió frenar el matrimonio de dos personalidades tan abruptas? ¿No vieron venir la catástrofe?
¿No pensaron en mí, en el futuro hijo o hija que sufriría los conflictos de semejante pareja?
No, claro que no. Supongo que se debe a que no había nacido aún.
Cuando mis pulmones ya no dieron más de si, frené en seco.
No me fijé en lo que me rodeaba con demasiado detalle. Conocía la avenida, sombría ahora que era por la noche, llena de ruidos crepitantes y luces intermitentes de varios pisos. Anegada en lágrimas, no tenía miedo. Por una vez en la vida, Kiara no tenía miedo, porque no tenía nada que perder.
No seguí avanzando hacia el polígono, situado en la periferia. No. Encontré una esquina y me dejé caer, como una vagabunda, una sin techo. Al fin y al cabo, es lo que era, ¿no?
Tardé menos de cinco minutos en acurrucarme y quedarme dormida, y Alguien tardó menos de cinco minutos en despertarme.
-Eh, está sopa. Pobrecita, jajajaja, demasiada fiesta, ¿eh?
Cubierto por la oscuridad de la noche y por la membrana lacrimógena de mis ojos, un hombre me agarraba el brazo y me sacudía con algo de suavidad. No reconocerlo en aquel vistazo rápido fue suficiente para poner en marcha mis mecanismos de autodefensa. Supuse que el hombre estaría de cuclillas ante mi , así que me quedé inmóvil mientras me zarandeaba, y cuando me soltó el brazo para pasar al otro, subí la pierna izquierda dándome impulso con la derecha y le golpeé no sé dónde.
Aproveche la confusión para empujarle (en efecto, estaba de cuclillas) y me puse en pie rápidamente.
«Corre y trepa»
Y eso hice.
Bueno, eso iba a hacer.
-¡Eh, Monica!
Cuando me llamó, pensé que era Ian. No tardé en descartarlo: él conocía a Kiara, no a Mónica. Y ojalá.
Obviamente, no era Ian, sino un chico al que hacía muchísimo tiempo que no veía. Me volví hacia él, como si se tratara de una ensoñación.
-Monica, soy yo, Tyyyler, jajajajaja. ¿Qué haces tú... aquí, jajajaja?
Exacto. Tyler, solo que ebrio, y en pocos segundos, acompañado de un par de chicos más.
-Ahí hay ¡fiesta! -cantó el chico, señalando a aquella zona de poco ambiente que antes había pasado corriendo.
Levanté el pulgar, dispuesta a retomar la marcha. Encontrarme con tres adolescentes borrachos era lo que menos me apetecía.
-Eh, ¿y tú quién eres? -preguntó otro de los iluminados.
-¡Tío, te lo dije! -Tyler rio, enseñando su magnífica sonrisa- ¡Es la estrecha!
Y estallaron en carcajadas.
Me sonrojé, humillada, recordando  como esquivé en su momento el beso de Tyler.
-Eres idiota. -bufé.
-No, Monica, la idiota eres tú jajajajaja...
-¡Cállate! -empecé a caminar rápido- Ni siquiera me llamo Monica.
-¡Kiara!
El corazón se me paró.
-¡¿Eh, tíos, eso es un fantasma?!

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