Capítulo 7: "La Fiesta"

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Holly estaciono el coche en el sendero de entrada. Apagó el motor y sacó las llaves del encendido. Las ocho menos cuatro. Se le había hecho tarde, a juzgar por la cantidad de coches estacionados, muy tarde.

No dudaba de que eso diera a Matt una nueva oportunidad para castigarla con alguna de sus bromas. Si su padre no hubiera insistido tanto con lo que se alejará de Matt, a esas alturas ya lo habría llamado para disculparse por su ausencia. Pero, desesperada ante la perspectiva de pasar una segunda noche sola en casa, había estado debatiendo durante una consigo misma sobre si acudir o no. Y otra hora más sobre lo que debería ponerse.

Al final, había decidido dar a todo el mundo lo que esperaba ver, Holly Mackenzie, la famosa modelo. Matt le había dicho que no hacía falta que se vistiera muy elegante. Y ella le había hecho caso. Sus pantalones, estratégicamente rotos en los lugares adecuados, le permitirían exhibir una buena porción de sus músculos.

El piercing de su ombligo no le pasaría desapercibido a nadie, mientras que sus sandalias de tacones imposiblemente altos y su top dorado remataban aquella imagen de modelo de pasarela, vestida de sport.

Su ropa era su armadura, y algo le decía que esa noche la iba a necesitar. Bajó del coche y se dirigió hacia la escalera curva que llevaba a la puerta principal. Aquella fachada no era menos imponente que daba a la paya, el jardín hablaba de las claras del dinero que había invertido Matt en aquella propiedad.

Sus tacones resonaban en la escalera. Tacones que había escogido a propósito para igualar en estatura a Matt, o al menos intentarlo. La puerta se abrió justo cuando se acercaba.

El propio Matt se hallaba en el umbral. Su abierto y detenido escrutinio le provocó un escalofrío. Quizá había llegado demasiado lejos con la elección de su atiendo. No se necesitaba ser muy observador para advertir que no llevaba sujetador bajo la sensual tela de su top dorado.

-Llegas tarde.

-Sí, lo siento –no le daría la satisfacción de una excusa. Eso implicaría que le importaba su opinión, lo cual no era cierto. ¿O sí?

-¿De veras, Holly?

-¿De veras qué?

-Qué si de veras lo sientes.

Bajó la cabeza, recia tanto a mirarlo como a responder a su pregunta.

-Pasa –la invitó a entrar antes de guiarla a través del vestíbulo hasta un enorme salón.

Sillones y sofás estaban dispuestos frente a la pared de cristal. Para que los invitados pudieran disfrutar de la vista del mar. A la derecha podía verse un comedor formal, iluminado por una gran lámpara de techo, de hierro forjado. La gente charlaba en pequeños grupos, repartidos entre el salón y la terraza. Sus siluetas se recortaban contra el sol que colgaba bajo el cielo, reflejándose en el mar en calma.

Varios se volvieron para mirarla con curiosidad antes de seguir hablando con sus compañeros. A Holly se le encogió el estómago.

-Qué casa tan bonita –comentó, mirando a su alrededor.

Más allá de la perfección de la decoración, aquella casa tenía algo especial que la convertía en un hogar.

Algo que incitaba a sentarse en uno de los anchos sofás de cuero y acomodarse frente a la chimenea.

-¿Vives aquí solo?

Maldijo para sus adentros. ¿Por qué le había preguntado eso? Como si le importara.

-Por el momento, sí.

Parecía que aquella noche no tenía muchas ganas de hablar, pensó irritada. Eso le dificultaba todavía más las cosas. Acababa de llegar y ya se sentía como si hubiera combatido durante tres asaltos en una especie de ring de boxeo emocional.

Dulce Venganza ©Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ