Capitulo 3

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Ya en su casa, Naty se sentó en el alféizar de la ventana del living. Fuera hacía un día espléndido. El sol ya comenzaba a caer hacia el oeste y la brisa hacía volar las hojas que como un mar de tonos tierra decoraban las veredas y calles de la ciudad.

Con un día así, pensó, podría haberme quedado un rato más en la plaza

Pero en el fondo sentía que ya había tenido suficiente aire libre por ese día. Además, lo que menos necesitaba hacer era pensar. Porque si pensaba, el comportamiento de Seb le resultaba cada vez más extraño.

Su mejor amigo le estaba mintiendo, y pensarlo la angustiaba demasiado.

Sacó su cuaderno y un lápiz e hizo lo que mejor sabía hacer: dibujar. Pero no retrató en aquellas páginas  personas ni paisajes.

Su pasatiempo era dibujar vestidos. Trajes de gala y atuendos a los que de lo bonitos que eran solo le harían justicia las más bellas modelos de alta costura. De niña —y de no tan niña también— había soñado con dedicarse a la moda. Exponer sus diseños en las pasarelas de Nueva York, Milan, París. Que su marca fuera tan famosa como Versace o Dolce & Gabbana.

Ese era su sueño.

Hasta que "maduró", como ella bien se encargó de recalcarle a todos los que intentaron persuadirla para que se inscribiera en Diseño de Indumentaria. Todos acabaron por desistir y conformarse con su decisión de estudiar Diseño Gráfico, carrera que le pareció mucho más rentable que la que era su pasión.

Sebastián era el único que aún se lo seguía cuestionando. Tal vez, porque le gustaba molestarla.

Tal vez, porque la conocía demasiado.

No lo suficiente, porque nadie sabía de sus visitas secretas a los talleres de la facultad. Luego de cursar por la noche, divagaba por los pasillos de Ciudad Universitaria, y no había vez que no se tentara con entrar a ver los trabajos de los que bien podrían haber sido sus compañeros de clase.

Se imaginaba a si misma trabajando, entre bosquejos y costuras, y le agarraba una puntada en el pecho. La angustia todavía la molestaba de a ratos y tenía la vaga sensación de que tendría que lidiar con ella por bastante tiempo más.

Garabateando con su lápiz un boceto de vestido que se le había venido a la mente, las horas se le pasaron tan rápido que cuando cayó en la cuenta el sol ya se había ocultado y podía ver encendidos los faroles de la calle.

Se prendio la luz del techo para iluminarse, pero sin poder dibujar mucho más fue interrumpida por la aparición imprevista de un Seb extrañamente vestido formal y elegante.

Llevaba camisa, saco y pantalones negros y parecía estar apurado, como si estuviera llegando tarde a algún lugar.

—¿Adónde vas asi?— le preguntó Naty sorprendida

—Notengotiempo— respondió acelerado él, con gotas de sudor cayéndole por la frente— ¿Me veo bien?

Y la única respuesta posible era sí. El negro hacía de sus enormes ojos las estrellas del look. Su sonrisa también resaltaba y emanaba un aire de  felicidad, natural y misteriosa, cuyo origen Naty moría por conocer.

—¿A quien piensas impresionar así?— inquirió ella, creyendo tener una idea de por qué lado venía el asunto

—A-a n-nadie, ¿Por qué decís?— replicó nervioso

—Porque si no conseguís sexo vestido así, juro que la mato— bromeó, aunque en parte decía la verdad.

Ella mataría por estar en el lugar de aquella muchacha misteriosa de la que su amigo se rehusaba a dar detalles. A pesar de su más que obvia belleza, Seb era por dentro uno de los mejores chicos que Naty había conocido en su vida, aunque en realidad no había tenido demasiadas citas. Era atento y considerado con todos, y siempre estaba dispuesto a ayudar a sus seres queridos cuando lo necesitaran, incluso si para ello debía sacrificar algo importante o perderse una oportunidad increíble.

El ladrón de mejores amigos (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora