Un nuevo hogar

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No fue muy difícil darme cuenta de que había caído del Cielo. O mejor dicho, que me habían empujado.

Desperté completamente sola, a la deriva en una playa desierta con varias palmeras y arena por donde vieras. No tenía fuerzas para alzar el vuelo una vez más, y tampoco me servía mucho hacerlo en estas circunstancias. ¿A dónde llegaría si ni siquiera estaba segura de dónde estaba? Me levanté lentamente del suelo, quitándome la húmeda arena que se pegaba por toda mi piel sin mucho éxito. Suspiré.

Miré mis alas, desplomadas a cada lado de mi cuerpo. Dos blancas alas con una pequeña mancha oscura en el medio la cual, se suponía, iba expandiéndose más y más, hasta el punto que uno de estos días se consumirían completamente y perdería la capacidad de volar.

Apreté los puños a ambos lados de mi cuerpo, clavándome las uñas.

Había solo una razón por la cual estaba actualmente en territorio terrestre en vez de mi pacífica vida en el Cielo. Una única razón por la cual expulsaron a una de las mejores aspirantes a Lighers: le tendieron una trampa. Lamentablemente, no hubo mucho que yo pudiera hacer, puesto que Ellos no se equivocan y todo lo que hacen y dicen está bien y es lo correcto. Pero, lamento decirles que, por más que fuera una chica traviesa, sé bien cuál es mi lugar y por qué vivo... y ellos también lo saben. Por eso es que estoy tan molesta, pero el día que descubra quién me arrebató mi vida será el momento cuando por fin tome una... Y no me arrepentiré de nada.

Miré mi reflejo en el agua, notando que algo no estaba bien. Por lo que suponía —y sabía— los humanos no se ven como chicos de eterna juventud con ojos azules como el Cielo y cabellos blancos como las nubes. Fruncí el ceño. No recordaba muy bien cómo usar la doble piel, pero hice mi mayor esfuerzo (usando lo que me quedaba de energía) para aparentar ser una chica humana.

Cerré los ojos y respiré profundo, concentrándome en la forma que quería adoptar. Es un truco viejo que los Ángeles llevamos haciendo durante años para pasar desapercibidos entre los humanos por lo que, por primera vez en décadas, tendré que usarlo.

Imaginé a una chica de ojos verdes con cabello castaño claro y bastante delgado. Una imagen que nunca he olvidado desde la primera vez que bajé a la Tierra. Obviamente, simplemente cambiaré el color de mi cuerpo, puesto que hacer más que eso agotará la poca energía que me queda. Una vez había terminado, abrí mis ojos y contemplé mi creación reflejada en el pequeño charco de agua en donde me había visto hace unos minutos. Revisé cada detalle de mi cuerpo, notando que con color era mucho más guapa de lo que ya era. ¿Qué puedo decir? Por algo la gente se alegra de ver a los Ángeles (eso y porque somos para ellos la "salvación"). Sonreí a mi imagen y seguí mi camino en busca de algo de civilización, dejando un profundo surco en la arena gracias a mis alas.

Di la vuelta completa a la isla sin encontrar ni una señal de humanidad... a excepción de un enorme edificio de metal blindado que supongo fue usado para la guerra hace mucho tiempo atrás, o al menos eso me indicaban unas cuantas balas en la superficie y la oxidación de las placas de este. Y, aunque no es el Cielo ni mucho menos mi hogar, era un buen lugar donde quedarme mientras se me ocurre una idea para volver al Cielo. Por lo que, con un simple movimiento y algo de dolor, plegué mis alas de vuelta a su lugar y me adentré al edificio.

En la base no había ni una sola alma... pero sí los cuerpos de estos: decenas de hombres armados yacían arrojados en el suelo en posiciones para nada naturales del ser humano. El olor que estos desprendían era insoportable y nauseabundo, una mezcla de basura, podredumbre y muerte inundaba el ambiente del lugar. Tan asqueroso que dan ganas de vomitar, pero al mismo tiempo tan triste como para sentir lástima por estas personas. Tantos muertos esparcidos como simple basura. —¿Dónde estaban sus altors...?

Fruncí el ceño mientras trataba de evitar sentir el aroma que estos desprendían. No podía dejarlos aquí, solo alguien inhumano lo haría. Reí ante esos pensamientos. —Tú no eres humana, Caelum —y dicho eso, comencé a sacar los cuerpos a la playa.

Ciento trece.

Tardé un poco más de tres días humanos en llevar todos y cada uno de los cuerpos fuera de la base para luego enterrarlos ahí en determinados agujeros que hice a medida que los sacaba. Es una lástima la enorme pérdida humana que hubo, pero lo que más me impresionaba era la forma poco normal en la que habían muerto y en que no había vitalidad por ninguna parte. Pareciera como si hubieran sido atacado por un Demonio y este hubiera acabado con todos ellos. Incluso pudo haber sido un Caído o otros humanos. Quienquiera que haya sido el causante de todas estas muertes, sabía que hacía y dónde atacar. ¿Qué habrá estado buscando en este lugar? ¿Lo habrá encontrado? La curiosidad me llamaba cada vez más, por lo que no dudé en —apenas despejé— ingresar corriendo al recinto para recorrerlo.

Para mi sorpresa, el lugar era mucho más grande lo que aparentaba. Por el exterior se veía como un simple edificio de un solo piso completamente templado, pero al entrar se puede apreciar una enorme cantidad de pasadizos con innumerables habitaciones que incluso superan al número de personas que enterré. Sonreí ante esa idea. —Eso quiere decir que varios lograron escapar...

Mientras avanzaba podía ver como la sangre comenzaba a abandonar los pasillos y paredes y se volvía a ver el inmaculado color metálico de la base, aún cuando las luces estaban apagadas. Para mi buena suerte, toda la electricidad del edificio funcionaba con solo un enorme panel ubicado en la parte inferior de este, el cual poseía varios botones y grandes fusiles de no muy compleja función. Había una gran palanca ubicada en medio de la máquina, la cual intuí era para la energía, por lo que me encaminé hacia ella y la levanté con fuerza. Esta volvió a su sitio para encender consigo un botón de color verde que decía en grande "Energy". Lo presioné y esperé.

Tardé unos segundos en acostumbrar mis ojos a la brillante luz que emanaba de la ampolleta de la habitación y otros varios segundos en percatarme en que el sistema de seguridad se había activado, dejando caer unas enormes puertas de metal alrededor de la habitación de donde me encontraba. Suspiré. —Esto serviría en caso de emergencia, no cuando estoy completamente sola en esta habitación...

Busqué con la mirada algo que me pudiera servir para desactivar la seguridad, hasta que mis ojos cayeron en la presencia de un manual de instrucciones ubicado no muy lejos de la enorme máquina. Tomé el libro y busqué entre sus interminables páginas el cómo desactivarlo.

No pasó mucho tiempo hasta que encontré qué hacer y ponerlo en práctica, logrando levantar las puertas junto con un chirriante sonido de engranajes no usados desde ya mucho tiempo atrás. Volví mi vista a otra de las paredes de la habitación que me llamaba bastante la atención, no solo por la ventana blindada que estaba en ella ni la gran cantidad de seguridad que esta poseía. Digo, ¿por qué hay una gran pared de metal corrediza en una ventana blindada? Que, además, apuesto también era blindada. Si no por lo que ocultaba detrás de toda esa seguridad. Ese par de ojos salvajes que estaban fijamente sobre mí. Fue inevitable dar un salto al verlo. Un humano. Su ropa estaba completamente sucia y destrozada, como si se hubiera cansado de usarla y le molestara tanto que intentaba quitársela de a pedazos. Su cabello estaba completamente enredado y tan largo como su barba, sucios como el resto de él. La locura y adrenalina se reflejaba en sus ojos, como si quisiera matar al causante de todo esto y que solo me encontraba a mí como su víctima. Cómo si solo necesitaba algo que le diera luz verde para saltar encima mío.

Y la pequeña puerta de metal que nos separaba se abrió.

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Nos leemos♥

[Última Edición 06/01/2019]

El traidor (La caída del Cielo #1)Where stories live. Discover now