Narra Thiago:
Al despertar en aquella mañana fría, no tardé ni 5 minutos en vestirme, lavarme los dientes y bajar corriendo a buscar a Mar, para darles un beso a ella y a mi bebito tan esperado. Al llegar al cuarto, vi tan solo a Jazmín y a Alelí durmiendo. La cama de Mar estaba caía y deshecha. Tal vez, ya se había despertado y estaba en el baño lavándose.
Recorrí el pasillo de las habitaciones (en las que estaban los chicos), y entré directamente en el baño: también estaba vacío. Pensé: "Tal vez se hubiera arreglado ya y hubiera ido a la cocina a desayunar", aunque me resultaba extraño, ya que todos los chicos estaban aún dormidos, y desde que ella estaba embarazada dormía muchísimo. No obstante, fui a la cocina, aunque no había ni rastro de Mar.
Comencé a angustiarme. Por eso estaba tan rara anoche... ¿Y si se había marchado? Con mi hijo, con nuestro hijo, con un bebé que ya le faltaba poco tiempo para nacer (bueno, a partir del mes 7º podría venir en cualquier momento, y además, siendo una madre adolescente, corría más riesgo que una madre normal).
— ¡Mar! — grité en medio de la cocina —. ¿A dónde te metiste mi amor? ¡Mar!
Nada, no había respuesta. No había ni una sola nota diciendo que se había ido a hacer, no había ni rastro de ella, ni tampoco de mi hijo. Y si ahora mismo estaban en peligro, y yo me había pasado durmiendo a pierna suelta rada la noche sin preocuparme de nada. Tenía que ir a buscarles, cuánto antes. Pero lo que decía mi instinto, era que no estaban en el Hogar.
Agarré mi campera y salí de la mansión caminando muy deprisa:
— ¡Mar! — volví a gritar en medio de la calle. Pero otra vez, no hubo respuesta.
Salí corriendo toda la calle abajo, mirando por cada callejón, no fuera a ser que estuviera allí escondida. No entendía nada, ¿por qué se había ido? ¿A dónde se había ido con mi hijo? Y... ¿y si no era mi hijo y por eso se había ido? Mi cabeza pensaba muy deprisa, la huida de Mar no tenía explicación. ¿Y si había sido por Barto? ¿O por Dolores? Barto no sabía lo del embarazo, y Dolo estaba avisada de que si se metía con Mar, no la iba a ocurrir nada bueno.
Seguí caminando, buscándola por toda la ciudad de Buenos Aires, a ella y a mi bebé. O el que yo pensaba que era mi bebé. Pero, igualmente, aunque no lo fuera, yo lo iba a cuidar como si fuera mi hijo de verdad. Yo amaba a Mar, y no me importaba lo que ella hubiera hecho en una vida anterior. Comprendía perfectamente la vida tan dura que ella había tenido, y sabía que ahora lo único que necesitaba era: cariño, ayuda, y mucho amor.
De repente, pasé por enfrente de una Iglesia. Entré. Hacia años que no entraba en una, ni siquiera había tomado la primera comunión en una. Simplemente, mi 1º comunión consistió en tomar la hostia sagrada en mi clase en Londres, vestido con el uniforme del colegio, y sin rastro alguno de mi familia, completamente solo, como si yo también fuera huérfano. Por eso mismo, no quería que a Bruno le pasara lo mismo. Pasara lo que pasara, yo era el papá de esa criatura, y yo quería criarlo.
Una monja me vio rápidamente y vino a saludarme:
— ¡Buenos días señorito! ¿Pasó algo?
— ¿Por casualidad no vio a una chica, embarazada, petisa, de pelo oscuro y de ojos preciosos?
— Emm... — la monja dudo por unos momentos.
— Responda por favor, yo soy el padre de ese nene que lleva en su vientre.
— Ella me dijo que no sabía quién era el papá del bebé.
Lo sabía. Por eso se había marchado, porque yo no era el padre de Bruno. Aguante las lágrimas, pero al final no pude resistirme y comencé a llorar. Mar me había mentido. Debía haberlo imaginado, mi papá tenía razón, Mar no me convenía. Me había gastado muchísima plata en cosas para un bebé que ni siquiera era mi hijo, y lo peor de todo, Mar se había aprovechado de mi sin haberme amado, solamente por la plata.
— Hijo... No llore, le va a hacer mal — me dijo la monja, intentando consolarme.
— No sabe usted lo que yo hice por Mar, la he estado cuidando desde que la conocí. Y ahora me entero por una persona desconocida, que mi hijo no es mi hijo. ¡Nadie nunca tuvo consideración conmigo! ¿Qué hice yo para haber nacido? — dije, llorando cada vez más fuerte.
— Ella dijo que no sabía de quién era, no que no era suyo — aclaró la mujer.
El hijo, sin duda, debía ser de uno de los chicos del instituto, o de Rama... ¡Justo! ¡Rama! Las semanas coincidían. Ella había llegado al hogar un día antes que yo, día en el que se había acostado con Rama, y ahora no sabía de quién era el hijo, si mío o de Rama. Pero, ¿y si era mío? Si era mío, yo debía hacerme cargo... Pensé: "Ve despacio, tenés que aprender a frenar Thiago. Primero has de encontrar a Mar para que te explique todo lo que está pasando, porque una simple monja no va a saber lo que Mar sabe. Mar sabe, de antemano de quién es el bebé. Y si yo, Thiago Adolfo Bedoya Agüero, soy el padre de Bruno, me voy a responsabilizar. Y si llega a ser de otra persona, en este caso, Rama (era la opción más segura), también voy a tener que apoyar a Mar.
— ¿Sabe usted dónde la puedo encontrar? — la pregunté a la monja, secándome las lágrimas.
— Está en la casa de madres solteras, en la otra punta de la ciudad.
— ¿Cuál es el colectivo que se toma para ir hasta allí?
— El de enfrente de la capilla va hasta allí directamente, te dejará en la puerta. Cuando llegues pregunta por ella a Esperanza, ella se ocupa de las inscripciones de las chicas más jovencitas, así que seguro que va a saber quién es Mar.
— De acuerdo, gracias — salí corriendo de la iglesia y subí al colectivo que estaba en la parada. Suspiré, pensando que Mar había mentido a la monja, y que todo hubiera sido, simplemente, un mal entendido. Bruno era un Bedoya Agüero.

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Padres Adolescentes
FanfictionLa Fundación BB acaba de acoger a una nueva huérfana: Marianella Rinaldi. Tiene 14 años, y aunque ella no lo crea es hermosa. Thiago Bedoya Agüero, hijo de don Bartolomé, ahora tutor de Mar, acaba de volver de Londres, tras pasar allí 8 años. Y sí...