Capítulo 42

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¿De verdad Marina creía que él iba a tragarse ese cuento?

Estuvo soportando a su novia hasta después del almuerzo. Y si podía decir la palabra soportar, porque desde que le había dicho la respuesta que no esperaba escuchar, le habían nacido unas ganas de decirle toda la verdad, y de abortar el mierda plan que lo había llevado hasta aquel instituto.

Un almuerzo en lo que podría llamarse familiar habían disfrutado Maria y Marina, pero él no, claro que no.

Absorto en sus pensamientos, había asentido con la cabeza a cada pregunta que le hacían y se había dedicado a comer. Pero al parecer su madre y su novia estaban muy dispuestas a seguir charlando una vez acabada la comida, pues no dejaban de hablar y él ya quería llevarse a Marina a su casa.

Extrañamente tenía unas ganas de volver al instituto, pero claramente no para ver a los profesores ni a las chicas, sino a su chica.

<No es tu chica>, pensó.

-¿Entonces que dices Marco? -volvió a la realidad al oír a su nombre, y miró extrañamente a ambas mujeres.

-¿Qué digo de qué? -miró a su madre y ésta negó levemente con la cabeza sonriendo.

-¡Dios Marco!, de lo que te acabo de decir amor -volvió su vista hacia ella, y no supo que decir. ¡No tenía ni idea de lo que hablaba! y es que tampoco era que le interesara.

-Yo digo, que... -miró consecutivamente a Maria y a Marina- Eh..Sí -ambas mujeres comenzaron a reír y se sintió como un verdadero tonto en verdad- ¿De qué se ríen? -preguntó al último.

-De tu cara, Marco -contestó su madre.

-Ah, claro, no sabía que tenía un payaso en mi cara -bufó.

-No es eso Marco -habló la joven castaña- Pero bueno, entonces, ¿irás? -preguntó.

-¿Ir a dónde? -respondió con una pregunta.

-¡A la boda! -respondieron ambas y él solo asintió asustado, aunque no tenía ni idea de que boda hablaban.

-Entonces deberás comprarte un traje -habló su madre esta vez- Llamaré a tu padre para decirle que te envíe dinero -Maria se paró para buscar el teléfono, pero él la detuvo.

-No mamá -tomó su brazo- No le pidas nada, yo tengo dinero ahorrado -ella lo miró extrañada- No le pidas nada, no quiero que le pidas nada.

Claramente no quería deberle nada al señor que tenía como padre. Lo quería, lo amaba, tenía su sangre y lo admiraba como persona, pero no estaba de acuerdo en lo que opinaba sobre como debería manejar su vida, él no quería ser abogado, no quería ser doctor ni ingeniero, él simplemente quería cumplir su sueño. ¡Ser futbolista!

Pero su padre no lo aceptaba, y últimamente no habían hablado por lo que pedirle dinero era un acto muy comprometedor para Marco.

-Está bien hijo -contestó su madre- Ahora iré a ver mis tulipanes, que están hermosísimos en el jardín de atrás -Marco sonrió al ver el brillo que aparecía en los ojos de su madre- Los dejo solos, adiós Marina -las dos mujeres se despidieron y se quedó sólo con Marina.

-Entonces te veo el próximo fin de semana -Marina lo sorprendió sentándose en sus piernas- La boda será genial, tiene como temática la playa y el bosque, es algo raro, pero muy hermoso y.. -desde ahí no escuchó nada más, sólo observó el movimiento de los labios de su novia, quiso callarla y el modo más sencillo para hacerlo era besarla.

En un movimiento rápido la besó y ella se sorprendió por unos segundos, para luego seguirle el beso. Saboreó sus labios e intentó ser lo más tierno y lento posible, pero le era imposible.

La morena vino a su mente rápidamente, recordó cuando estuvieron en la playa, cuando la tuvo entre sus brazos y no pudo evitar el hecho de intensificar el beso que le estaba dando a su novia, pensando en su morena.

La tomó por la cintura, aprovechando que estaba sobre sus piernas y la besó con más fuerza.

No supo cuantos minutos pasaron, pero al parecer fueron bastantes porque Marina se separó de él agitada, y con los labios hinchados.

-Vamos a tu habitación -susurró ella.

Y en ese minuto supo que las cosas iban a ir muy lejos, si aceptaba aquello.

-Está mi mamá, no quiero... incomodarla -se paró del sofá y acomodó su cabello, dirigiéndose a la puerta- Te llevaré a tu casa.

-Claro, tú mamá -suspiró ella resignada.

Con un frío adiós su novia se despidió, pero él ni si quiera lo notó. Estaba enfadado con si mismo y no entendía porqué.

Aunque en el fondo sí que lo sabía, pero no lo iba a admitir, no tan fácilmente.

Estaba enfadado primeramente, por el hecho de que Marina siguiera mintiéndole en su cara.

¡Nunca creyó que su novia fuera una mentirosa de primera! Camille le había dicho, aunque realmente era a Kate que Marina no lo quería, y ella no lo había negado, es más, había querido terminarle en aquel preciso momento.

Pero ahora venía a decirle lo contrario, que lo quería, y que nunca quería dejarlo.

¡Mentiras!

Por más que se sentía molesto y enfadado el sentimiento de decepción tomaba cada vez más lugar en su corazón y mente, nunca creyó que su dulce castaña fuera capaz de aquello, y se maldijo por no creerle a Isco cuando le decía que Marina tenía algo extraño. Pero ahora estaba seguro de esto último, y averiguaría hasta el último secreto de la mujer que creía amar.

-¿Qué te pasa? -le preguntó su madre en cuanto lo vio entrar a la casa.

-Nada -la miró y trató de sonreír- No sucede nada -hizo el intento de tranquilizarla.

-Si tu lo dices -ella suspiró- ¿No debes irte ya?

-¿Me estás corriendo de la casa? -preguntó ofendido, le encantaba bromear con su madre.

-¿Ya es hora de que te vayas no? -ella sonrió y él la miró con un puchero triste- Bueno, puedes quedarte un rato más, si te comes el rico pastel que hice.

Él sonrió y disfrutó del resto del día con su madre, tratando de olvidar las palabras de Marina y tratando de sacar de su mente a la morena de ojos grises que lo estaba enloqueciendo.

Enamórate || Marco Asensio ~ AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora