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Jeon Jungkook nunca fue partidario de las relaciones formales.

Quizá sea por su casi nula habilidad para estar más de una hora con la misma persona; tal vez sea el repudio que le tiene a la raza humana; o, simplemente, no le gustan.

Esto no quiere decir que Jeon sea un marginado social, por supuesto que no. Si bien su círculo de amigos se resume a seis personas, el revuelo hormonal que causa en las féminas y, también, en el pueblo masculino, no puede pasar desapercibido. Y claro, como alto seguidor de la filosofía "la vida es una sola", sus instintos terminan ganando... al igual que el termina en la misma habitación de motel cada vez que se presente la ocasión.

Eso sí, su rutina casi diaria fue catastróficamente irrumpida por su mayor pecado, pero al mismo tiempo, su entrada al paraíso más magnífico: Kim TaeHyung.

Oh, bendito sea el día de la concepción del joven y no tan inocente Kim.

El refrán del lobo vestido de oveja calza a la perfección con TaeHyung. Desde su piel canela, tersa y casta; hasta sus ojos, grandes, puros, pero analizadores y precisos al mismo tiempo. El diablo tentaba y abducía a sus presas al pecado, a caer en la tentación del mal. TaeHyung no. Él ni siquiera intentaba atraerte a aquél mundo, él era perfectamente consciente de que la gente sabía cuan perdida estaba al mínimo encuentro de miradas.

JungKook también lo supo en su momento. Lástima que las circunstancias no hayan sido las adecuadas para su efímero encuentro.

—O disparas, o disparo. Tu eliges, amor —el castaño mantenía su sonrisa. Parecía tan inocente con la figura geométrica adornando sus preciosos belfos...y pensar que se encontraba sujetando una calibre 38, al mismo tiempo que era amenazado por el francotirador... a veinte metros de distancia.

—Vaya, bonito... pensé que no me habías notado. Veo que no sólo eres un culo lindo, ¿me equivoco? —Jeon se dejó ver luego de unos minutos, sonriendo igual que su contrario.

Los gritos del joven amarrado a la silla se veían cruelmente silenciados por la mordaza en su boca. Ya no gritaba para pedir ayuda, lo hacía para calmar los espasmos que le producía el cuchillo enterrado en sus muslos.

—Vaya, tienes un pez gordo allí. —el cinismo adornaba su voz. TaeHyung atinó a ensanchar su sonrisa, viéndose aun mas indefenso e inocente.

—Sí, bueno, no todos los días secuestro al hijo del mejor abogado del lugar. —Kim se encogió de hombros. JungKook intentó avanzar, sin embargo un sonido de desaprobación, proveniente de los labios de TaeHyung, lo paró.

—Alto ahí, Oficial Jeon. —el tono que usó excitó de sobremanera al pelinegro. Las descargas directas a su miembro no se detuvieron; aumentaron, de hecho, al ver como Kim se apoyaba por uno de los mangos de la silla, alzando su trasero y dando vistas maravillosas a JungKook— Sí quiere, puede llevarlo. Sin embargo, no todo en esta vida es gratis, me temo. —si ya estaba durísimo con solo verlo en esa posición, el que llevase sus dedos pulgar e índice a sus labios, colmó su paciencia.

—¿Ah, sí? ¿De qué precio hablamos, V? —el aludido lanzó una carcajada y en los próximos minutos se vieron devorandose el uno al otro.

Mientras la ávida lengua de JungKook arremetia con profundidad en la cavidad bucal de TaeHyung, este otro se limitó a sostenerse de los hombros del pelinegro, viéndose totalmente atrapado en aquel fogoso momento, orillado al borde de la lujuria y respondiendo con la misma intensidad aquel beso.

Fue así la primera de tantas veces que se vieron, que se sintieron.

Habían pasado y seis meses de aquél acontecimiento. JungKook aprendió muchas cosas del joven Kim: pese a ser uno de los criminales más buscados de Seúl, su corazón era noble y puro; bajo la máscara quebrada de sarcasmo e indiferencia, se hallaba un joven sumamente sensible y que ignoraba muchas cosas de la vida.

Stay ↬KookVWhere stories live. Discover now