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Estaba observando, sin esconderse. Simplemente sentado a un lado de la entrada, esperando a que la persona que le gustaba pasase frente a su mirar junto con quien era su pareja. Sonaba extraño, pero quería verlo y verla a ella, aun sin dirigir ninguna palabra. 

Y no dolía, pero se preguntaba la razón por la que no podía dejar ir a ese chico que fue su mejor amigo hacía demasiado tiempo. ¿Por qué no puedo dejarte ir? Se rendía y volvía a mirar hacia enfrente, esperando que con un poco de suerte el rubio le saludase. Tenía una de sus largas y delgadas piernas cruzada sobre la otra, y sobre ésta descansaban sus propias manos con los dedos entrelazados entre ellas, algo bastante cómodo suponiendo que su espalda estaba recostada en el respaldo. Pero aceptaba que se estaba cansando, y no únicamente de estar sentado. 

Se puso de pie, después de todo el rubio ya había pasado frente a él como si fuera una planta. 

Caminó por los pasillos buscando algo con qué entretenerse, sus compañeros se habían ido hacía casi media hora después de terminar sus prácticas. Se sacó algunos de los azules mechones que caían en su cara, le daban justo en los ojos, creía que ya era tiempo de cortarse el pelo de una maldita vez. 

Era bastante tierno, digno de una escena de manga shoujo. Estaban Keigo y... ¿Muya? despidiéndose, tomaban sus manos mientras hablaban en voz baja, ni siquiera Shin podía escuchar lo que se decían. De un momento a otro el mayor de aquella pareja se acercó después de asegurarse de que no había nadie cerca que estuviese viéndolos para dejar un corto beso en los labios de la chica.

Ahh. 

Sus mejillas se tiñeron de rosa de manera instantánea, sin poder dejar de mirar, entonces sintió como le tiraban del brazo. Extrañado se dio la vuelta, ¿qué carajos estaba haciendo Mikami con su brazo? Pero se dejó llevar.

       

   .  

   

Sus lentes se empañaron, había suspirado de manera pesada antes de mirar otra vez hacia delante de su rostro. ¿Por cuánto tiempo debía dejar que lo dominasen? Era ridículo, ese viejo estaba desde hacían como cinco minutos con sus manos apoyadas en la pared, justo debajo de los brazos de Shin. Y no era tan viejo, su técnica para "acorralar" no era tan mala, pero aún teniendo veintiocho años fue superado por el casi adulto de diecisiete años.

Podría ser que Oikawa no estuviese del todo bien, o que se equivocase completamente, pero esa no era la manera correcta de tratar a alguien menor. 

—Mikami-san...—le llamó la atención con un tono medio severo. Aunque no tenía la intención de faltarle el respeto—¿qué está haciendo?

—¿Yo? ¡Pregúntate eso a ti!—empezó a caminar al rededor del lugar, a la vez que palabras y más palabras salían de su boca. Era como un reproche, con la diferencia de que se lo dedicaba a alguien casi desconocido—...Siguiendo de un lado a otro a la gente. A eso se le llama acoso ¿sabías?—terminó, entre risas y con sus rasgados ojos casi cerrados.

La mano derecha del de pelo azul estaba hecha un puño de nuevo, y un llamativo sonrojo decoraba su rostro, pero no alejó su mirada de Mikami.

—No sabía que también tenías ese tipo de gustos. Aunque... Era de esperarse, después de todo...—guardó silencio. Y volvió a poner sus manos en los bolsillos—¿Keigo, no?

—No. Ya no—Shin arreglando su pelo hacia atrás con una mano—No hablemos de eso, ¿hmn?—volvió su mirada al de pelo negro acompañada de una sonrisa de comercial—¿"También", eh?

—Lo de siempre, si—caminó dos pasos hasta delante del chico que tenía enfrente. Sus ojos verdes miraron de forma lasciva los azules del otro, mientras la mente de Oikawa daba saltos inmensos, gritaba y decía de forma secreta que reaccionase, pero lo único que hacía era observar ese verde esmeralda que tanto lo incitaba. Sin saberlo se acercó a sí mismo un poco más, sus ojos estaban activos y su cuerpo lleno de energía... De la nada le daban ganas de sumergirse en el verde esmeralda. Ya pasada la hora de salida hacía tiempo, el de pelo negro posó su fría mano en la clavícula de Shin, a la vez de que sus labios llegaban a rozar los del más joven, e inesperadamente, aunque no demasiada, parecía tener más experiencia de la que Mikami esperaba.

Pese a no ser parte de su rutina, no era la primera vez que estaba con un hombre, pero era la primera en la que arrastraba a un adolescente de diecisiete años hasta alguna parte del edificio. Porque no tenía excusas, las pocas veces en las que hablaban era por las reuniones con el presidente de la agencia, nada más que eso. Dejando eso de lado, Shin era mucho más pequeño que él, incluso era menor de edad todavía. Tal vez... Podrían conocerse. 

Movió por última vez antes de distanciarse sus labios sobre los otros, haciendo a la vez que el de pelo azul también se detuviese. La mano de Mikami descendió desde el hombro por el pecho hasta despegarse del cuerpo ajeno, y con un paso hacia tras se separó más que antes. 

Sabía que Shin no era tonto, era una de las cosas que más le agradaban hasta ese momento de él, además de verse tierno no era torpe. El de ojos azules era como una mezcla desequilibrada entre la madurez y lo sobresaliente, y la inocencia y la estúpida adolescencia que no quería ver pasar. Como si no se decidiera a ser o no un adulto por completo. Era bastante interesante, y era más que obvio que el de pelo negro quisiera conocer más.

—Hey—lo llamó, captando su atención otra vez—Soy Haruto Mikami, de Sankishi—riendo extendió un papel, con información de contacto—Mucho gusto.




A veces, mientras se desviaba de sus ideales al momento de divagar escuchaba el deseo de tener a alguien especial, pero que fuera especial sólo para él y que no lo aturdiese, algo así como un androide al cual prender cuando se necesitase. Pero de igual forma ese deseo lo llamaba y le pedía en forma de sus propios suspiros los labios de alguien. Que lo besasen sin control y que con ánimos de volverlo loco le dijesen que lo querían, saber el significado exacto de tocar y ser tocado. Anhelaba, de manera inconsciente e irracional a un «Alguien» que nunca podría ser. 

Su rostro se calentó, parecía querer sonrojarse. El hecho de recordar la manera en la que había besado a ese hombre lo hizo imaginar cosas de más, como si fuese algo automático, ¡es que! Así no podría seguir. Entendía que no podría aprisionar todo esto dentro de su mente por mucho más tiempo.

Ahora con la tarjeta en la mano, volvía a dudar entre llamarlo o no... Después de todo, la tarjeta tenía únicamente el número que Mikami usaba para trabajar, nada demasiado personal. Además; pese a tener curiosidad no tenía sobre qué hablar con él, pero... Quisiese o no, le interesaba conocerlo, tal vez no de la misma forma en la que —imaginaba— el de pelo negro quería hacerlo. 

No, no le gustaba, ¿a veces si, no? Uno se da cuenta de la diferencia entre querer y "querer" y la diferencia entre querer y convertir el perseguir a alguien en un deporte. El había hecho las dos, pero el de ojos esmeralda no tenía nada que ver. Y no lo tomaba como una broma, ciertamente era todo lo contrario. Esto era como... La primaria, nunca quieres que te lo recuerden.


Qué raro, estoy aquí otra vez.

Quiero aclarar que no sé qué edad tenga Mikami, pero los veintiocho me parecieron bien(? O sea, no quería que las cosas fueran tan ilegales entre él y Shin. Además no lo imagino con más de treinta.

Espero se haya podido entender algo, y que les haya gustado.

My Dear Dream. •°•Dream Festival!•°•Where stories live. Discover now