Capítulo 7 - Malas Decisiones

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Era un caluroso verano de 1962. En un apartado pueblo llamado Soledad, un joven Padre llamado Anderson de Jesús, había decidido asentarse por un tiempo para realizar su santa obra.

Aquel pueblo no tenía una iglesia, así que la misa se realizaba en casa de Jacinta, una joven viuda con la que pasaba la mayor parte de su tiempo. Sin darse cuenta, poco a poco se fueron enamorando.

Un domingo, luego de la misa matutina, Jacinta lo invitó a comer como era costumbre. Pero ese día decidieron compartir también una botella de vino. Luego hubo risas, algunas lágrimas y al final se hallaron frente a frente, a punto de sucumbir a la tentación.

— ¡Padre, Padre!, —interrumpió una voz, —es el hijo de Matilde, está poseído...

El Padre Anderson salió corriendo, como quien acaba de ser rescatado. En todo el camino no pensaba en otra cosa que en la hermosa viuda y le resultaba imposible apartar ese sentimiento de culpa.

Al llegar con el joven poseído, este estaba atado a una cama, e inútilmente el Padre rezaba para aliviarlo. El demonio que lo poseía era Antágoras, quien pudo sentir debilidad dentro del Padre Anderson y aprovechó para entrar en él.

Con el fin de corromper al Padre y tener mayor control, Antágoras lo incitó a acostarse con la viuda. Lo invadía de sueños y lujuria hasta que al fin lo consiguió. Pronto se dio cuenta de que Jacinta esperaba un hijo suyo.

Jacinta lo convenció de que abandonase los hábitos e iniciaran una nueva vida lejos del pueblo. Pero Antágoras prefería el poder y control que ejerce un líder religioso hacia los demás. Entonces llenó de voces su cabeza, las que al final lo convencieron de simular un accidente para deshacerse de ella. Quemó la casa con ella dentro y se marchó del pueblo.

El Padre Anderson pasó a ser una fiel marioneta de Antágoras y mientras ministraba en una nueva iglesia conoció a Noa, a quien vio crecer desde niño.

* * *

Luego de la maldición, Noa continuaba hablando con el padre. Le comentaba cada asesinato que cometía e incluso cuando averiguó el paradero de Robi fue el primero en saberlo.

—Al fin lo he hallado, —decía Noa, —conseguí algunas pistas con su padre que me guiarán hasta él. Esta misma noche lo asesinaré.

Un escalofrió recorrió el cuerpo del Padre Anderson, puesto que sabía que su demonio interior lo escuchaba todo.

—Por tu bien y el de todos, no vayas tras él, —dijo el Padre, pero en ese instante un fuerte dolor estremeció sus entrañas.

—Adios Padre. Luego de hoy ya no regresaré.

Antágoras tomó el control del Padre e hizo aparecer tres demonios, a quienes les ordenó seguir a Noa y traer consigo a Robi.

Almas, La venganza de Noa (COMPLETA)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz