Querido habitante de la tierra:

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Querido habitante de la tierra:

Quiero decirte que esto es única y específicamente para ti.

Antes de empezar con lo importante, dime, ¿Qué tal estás? ¿Bien? ¿Feliz? Sinceramente, no creo que merezcas estarlo. No del todo, al menos.

Ahora pensarás que quién me creo yo para decirte todo esto, aunque ni siquiera sabes con quién estás hablando. Supongo que tampoco te importa demasiado.

Bien, habrá que empezar.

¿Con quién hablas?

Hablas con aquel chico del que te reíste porque llevaba unas gafas enormes. Sin conocerlo, puede que ni siquiera recordaras su nombre. Puede que no supieras que detrás de esas gafas se escondían unos ojos azules que dentro de un tiempo dejarán de ver.

Hablas con aquella chica, sí, a la que llamaste fea. ¿Por qué? Eso no lo sabes ni tú. Probablemente la juzgaste sin ni siquiera haberte mirado al espejo antes. Quizá lo hiciste para sentirte mejor contigo mismo.

Lo que no pensaste es que tu voz, junto a las risas de tus compañeros, persiguieron a esa chica hasta su casa, hasta su cama, se adueñaron de su sueño. Culpándose por algo que alguien como tú había dicho sin pensar. Ni siquiera te habías fijado en que cuando sonreía tenía una de las sonrisas más bonitas del mundo. Puede que no lo hubieras hecho porque estabas demasiado ocupado riéndote de ella cada vez que pasaba. Puede que tú fueras uno de los culpables de que ella nunca sonriera, de que ella siempre caminara mirando el suelo, pensando que así nadie la vería.

Hablas con el chico al que empujas por los pasillos, el mismo chico al que le pegas collejas en "broma", al que le dices que no sirve para nada, que es tonto, aunque luego ese chico saque sobresalientes en todo. Puede que de tanto que se lo dices acabe creyéndoselo, puede que te acabes de cargar una mente maravillosa. Todo sin querer, claro.

Hablas con aquella chica a la que llamaste gorda porque todos lo hacían. De la que te reías y mirabas con cara de asco cuando pasaba delante de ti. La misma que por tener la talla 44 era el objeto de las bromas. La misma que un día dejó de comer. La misma que un día decidió probar a vomitar. La misma que se obsesionó con su cuerpo. La misma que ahora está en el hospital.

¿Verdad que en ese momento te parecía gracioso burlarte de ella? Ahora que sabes esto, ¿te lo sigue pareciendo?

También hablas con el chico al que llamas subnormal, retrasado, tonto y muchas cosas más. ¿Por suspender nueve asignaturas? ¿Y qué? ¿Crees que eso es ser tonto? Pues yo creo que no es verdad.

Ese chico es capaz de reparar cualquier cosa con una facilidad que ni tú ni yo podríamos conseguir nunca. Pero puede que él acabe dejando de hacerlo. Puede que de verdad acabe pensando que lo hace todo mal. Puede que su autoestima acabe por los suelos. Puede que no vuelva a sentir que vale para algo.

Hablas conmigo, el chico al que le tiras los libros por los pasillos todos los días, del que te ríes porque va solo. El nuevo. El que lleva camisetas con dibujos de sus series favoritas. Al que llamas friki, bicho raro... del que te burlas cada vez que tienes oportunidad.

¿Por qué haces eso? ¿Para ser guay? ¿Para ser el gracioso de tu grupito?

Lo que quizá no sepas, es que el chico solitario sí tenía amigos. Hasta que llegaste tú con su nuevo instituto. Hasta que nadie se quiso juntar con él porque tú lo etiquetaste como el bicho raro desde el primer día. Ni siquiera le diste una oportunidad. Aquel chico que se refugia en los libros de ciencia ficción para salir un poco de la mierda de realidad en la que vive.

Puede que ese chico acabe pensando que algo está mal con él. Puede que sus notas bajen. Puede que llegue a casa con los ojos morados. Puede que sus padres no se preocupen lo suficiente. Puede que un día ya no llegue a casa.

También hablas con la chica a la que llamas puta sin ni siquiera saber lo que significa esa palabra. A la que llamas zorra, fresca, y miras con asco solo porque uno de tus colegas ha ido corriendo el rumor de que lo es. Quizá no has escuchado su versión, su historia.

Puede que no sepas que ese rumor es mentira. Puede que las notas que le enviaste en clase con el resto de tus amigos, insultándola, estén guardadas en su mesita de noche. Puede que se acabe convenciendo de que lo es. Quizá no puede soportarlo. Quizá un día se la encuentren en una bañera. Diciéndose que eso es lo correcto, que sus padres no se merecían una hija tan catastrófica, que sus amigas la dejaron de lado con razón.

Y puede que su último pensamiento fuese que ella era una puta.

¿Te das cuenta de lo que haces?

Dicen que nos diferenciamos de los animales porque tenemos sentido común. Si esto es a lo que se le llama sentido común... preferiría ser un animal.

Puede que no seas tan bruto, puede que pienses que los demás saben que es una broma. Puede que creas que eres buena persona, puede que después de leer esto sigas haciendo exactamente lo mismo. Puede que ni siquiera te des cuenta de que lo haces.

Pero tus palabras, tus insultos, tus risas...

Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero ¿qué pasa con el sentimiento que dejan las mismas? Eso no se va tan fácilmente. Deberías tenerlo en cuenta la próxima vez.

Quizá tú te hayas tragado todo esto y ni si quiera haces estas cosas. Pero no te pienses que no tienes la culpa también.

Puede que tú supieras que el chico de las gafas tenía una enfermedad que lo iba a dejar ciego.

Puede que tú te hubieras fijado en la sonrisa de aquella chica "fea". Puede que un día dejaras de verla. Puede que no te importara lo suficiente.

Puede que supieras las notas de aquel chico tonto.

Puede que te fijaras en que la chica "gorda" ya no comía en el instituto. Puede que vieras sus ojeras.

Puede que vieras como ese chico, sí, el retrasado, arreglaba el coche de tu padre.

Puede que el nuevo te pareciera simpático pero no te acercaras por el qué dirán si me ven con él. Puede que él solo necesitara un amigo. Un amigo para no acabar saltando desde el edificio más alto de la ciudad un martes por la noche.

Puede que esa "puta" fuera tu amiga. Puede que la dejaras sola por un rumor que sabías que no era verdad. Puede que lloraras en su funeral como si siguiera siendo tu amiga. Como si no la hubieras abandonado. Puede que sí que te sintieras culpable.

Ahora piénsalo.

Podrías haber hablado con ellos, podrías haber llamado a sus padres para contarles la situación. Simplemente podrías haber avisado a los profesores de lo que ocurría.

Pero NO lo hiciste. Te llamarían chivato, y quedar mal delante de gente que en tres años no vas a volver a ver es algo que no te puedes permitir, ¿verdad?

Puede que si lo hubieras hecho las cosas no hubieran acabado así. Puede que hubieras salvado una vida. Puede que tampoco lo hubieras hecho, pero al menos lo habrías intentado.

Puede que si no fuéramos simples espectadores de cosas así, estas acabaran desapareciendo.

Puede que si actuáramos de una vez, erradicaríamos por fin el maldito acoso escolar.

Puede que así evitáramos más muertes de las necesarias.

Porque si tú tienes derecho a tener una buena vida, ¿por qué otra persona no tendría por qué tenerlo?

Piensa las cosas antes de decirlas. Nunca, NUNCA, sabes cómo pueden afectarle a la persona a la que se las dices.

Gracias por haber gastado tu tiempo en leer esto hasta el final.

QUERIDO HABITANTE DE LA TIERRA.Where stories live. Discover now