La obscuridad y la luz

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—¡Vaya! ¡Que sorpresa nos has dado a todos! —Apolo fue uno de los primeros en recibirla al salir de la arena—. Pero, olvidaste ésto. —Abrió la mano y apareció la lanza que le había obsequiado.

Eos miro la lanza y a Apolo un poco confundida y apenada. Siguieron avanzando por un pasillo hacia las habitaciones que utilizaban entre combate y combate.

—Yo... No se que decir, no recuerdo mucho de lo que pasó, pero gracias y prometo que voy a cuidarla mejor. —Extendió la mano para tomar la lanza pero Apolo no la soltó, le miraba con un gesto de enfado.

—Mejor te enseño como guardarla, observa. —Hizo un par de movimientos y la lanza se encogió quedando del tamaño de una daga, otro rápido giro y volvía a tener su tamaño original—. Ahora tú.

Eos copió los movimientos y logró transformar la lanza con éxito. Al tener el tamaño de una daga era fácil esconderla en el brazo de la armadura, así que allí la dejó.

—Veo que aprendes nuevas habilidades con rapidez hermanita. —Helios también había ido a verla—. Y... ¿Cómo te sientes?

—Cansada, aturdida, confundida... ya le dije a Apolo que no estoy muy segura de lo que pasó allá, lo único que sé, es que fue gracias a Selene que sigo con vida.

Se detuvieron frente a la habitación donde la diosa de la luna se encontraba descansando. Eos se sentó cerca de la entrada y descansó su cabeza contra el muro, Apolo y Helios se sentaron en una banca frente a ella.

—La herida prácticamente ya está cerrada —dijo Helios con tranquilidad—, ahora solo necesita descansar.

—Yo también quisiera descansar —murmuraba Eos que permanecía con los ojos cerrados.

—Será un breve descanso, por lo que oigo el combate entre Cloris y Orión terminará pronto.

—Vaya que el destino se ensaña contigo. —Apolo se levantó y sentó junto a ella—. Sea quien sea el vencedor de ese combate, no creo que te sea fácil herirlo.

—¡Por favor Apolo! —replicó Helios—. Venció a los Dioses Gemelos, ni Cloris ni Orión se les comparan.

—No me refiero a eso, la pequeña Eos es muy dulce como para herir gravemente a la esposa de su hijo Céfiro. Y en cuanto a Orión... —Apolo colocó su rostro muy cerca del de Eos, ella al sentirlo abrió los ojos sorprendida y no pudo evitar ruborizarse por la cercanía.

—¡Lo vez! —dijo Apolo señalándole las mejillas y con una triunfante sonrisa de oreja a oreja—. ¡No puede evitar ruborizarse con tan solo oír su nombre!

—¡No es verdad! —Eos lo empujó y se puso de pie—. Es que tú estabas demasiado cerca —murmuró apenada.

—Pues el combate ya terminó —dijo Helios soltando un suspiro—. Te enfrentarás a Enio y ... —Hizo una pausa y volteó a verla—.  Orión.

Al escuchar el nombre, en el acto se le subieron todos los colores al rostro, en verdad, no podía evitar sonrojarse al recordar que tuvo a Orión en su lecho, uno de los seres mas hermosos de todas las eras. Apolo y Helios reían divertidos por la imagen. Eos hizo un puchero y se giro dándoles la espalda despectivamente.

—Si recuerdas bien Apolo —replicó ofendida—, el muy infeliz me abandonó para ser el compañero de caza de tu hermana, así que no me costará ningún trabajo darle su merecido. —Dicho ésto los dejo y se dirigió de vuelta a la arena.

Enio, Eos y Orión, los tres entrarían juntos a la arena, uno solo saldría vencedor.

Enio aún se encontraba adolorida debido a las heridas causadas por la luna, aún así, al ser una guerrera experta se mostraba firme y decidida, La Destructora de Ciudades no iba a permitir verse débil ante nadie.

Una historia a través de las eras.Where stories live. Discover now