8

606 129 52
                                    

22 junio, 1930


Cuando estás junto a quién amas, el tiempo vuela. O al menos eso es lo que había notado en el último mes. Tenía que admitir en momento, que me había dado cuenta que había pasado tanto tiempo hasta que un viaje necesario me llevó a la ciudad a buscar algunas cosas que necesitaba de manera casi urgente. Todo luce tan diferente cuando estás tanto tiempo encerrado, es como si el mundo se separara por completo y lo que antes pareciera parte necesaria del mundo, ahora no es más que la sombra de lo que solía hacer, un agregado necesario pero no por eso importante. Me había dado cuenta que podía vivir sin el mundo exterior, podía vivir sin contacto humano... aunque bueno, no estaba completamente privado de él. Porque ahora mi mundo se reducía a mi hogar, y el núcleo de ese mundo era Frank.

Frank movía los hilos de mi existencia. Era él mi razón de ser, y a él le debía esa felicidad que embargaba mi corazón y se apoderaba de cada recuerdo en mi mente, de cada momento de mi vida. No sabía qué hubiese sido de mí sin Frank... sin Frank hubiese conocido el amor, sin Frank... a veces ni siquiera me atrevía a pensar en eso.

Estacioné al interior de la cochera y entré por la puerta lateral a mi hogar, al pasillo que desembocaba por un costado a la puerta de la cocina y por otro a la bodega. Abrí la puerta de la cocina y de inmediato mis ojos comenzaron a escocer por culpa del humo de los muchos inciensos que constantemente estaban encendidos en la casa, aunque era cuestión de tiempo para que mis ojos comenzaran a acostumbrarse al humo nuevamente. El aire era denso, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto. Temía que al abrir las ventanas algún curioso notara el humo o el peculiar olor y viniera a ver qué sucedía. Porque aunque para nosotros no hay nada más normal que nuestro amor... yo sé que para el mundo exterior no era igual. Somos hombres, y bueno... Frank está muerto. No estoy loco como para negarlo. Pero eso no quiere decir que esto no es real, no quiere decir que nuestro amor es menos significativo y principalmente; eso no quiere decir que él no esté aquí conmigo.

Frank está aquí, ya no tiene tuberculosis... y nuestro amor es más fuerte que nunca. Me ha dicho que me ama, y sé que no miente porque sonríe cuando lo hace. Y su sonrisa... Dios, podría iluminar una noche sin luna solo con su sonrisa. Y aunque el brillo de sus ojos ya no está, su sonrisa es más que suficiente.

— Ya llegué —avisé asomándome por la puerta de nuestra habitación. Las cortinas se encontraban abiertas y lo había dejado así, desnudo sobre la cama para que pudiera secarse un poco antes de realizar el proceso. No hay pudor entre nosotros, somos simplemente dos personas que se aman mucho. Y necesitaba que se secara porque ayer, mientras acariciaba su rostro... un trozo de piel se desprendió como si se tratara de papel mojado y supe que debía hacer algo al respecto — Dame unos minutos, amor.

Sonreí para él y cerré la puerta, centrándome en la cocina. Dejé las bolsas de las compras sobre la encimera y comencé a vaciarlas para comenzar pronto a trabajar. Lo más importante era el yeso, la gasa y la fibra de oro.

En una cacerola grande comencé a hacer la mezcla para el yeso y mirándola noté que mi estómago rugía, ¿Cuándo fue la última vez que comí algo, de todos modos? Sacudí la cabeza, cuando terminara podría comer sin problemas. Ahora debía encargarme de esto, porque no podía dejar que un descuido me arrebatara a Frank para siempre de mis brazos. Con cuidado empecé a mezclar la fibra de oro hasta que todo se vio uniforme, con las finas hebras decorando el blanco del yeso. Corté la gasa en pequeños trozos y las metí dentro del yeso, humedeciéndolas bien antes de volver a la habitación. Frank seguía ahí, y su cuerpo completo parecía ser demasiado para el yeso, pero tenía fe. Dejé la cacerola sobre la mesita de noche y fui a cerrar el visillo de la cortina para tener algo de privacidad, aunque esa era una ventana larga y simplemente era imposible que alguien tuviera alguna forma de ver al interior, al menos que estuviera en la cima de un árbol.

Acerqué una silla a la cama y tomé una de sus manos entre las mías, enlazando nuestros dedos. Seguían siendo fáciles de mover, aunque sabía que una vez aplicado el yeso ya no podría volver a cambiarlo de posición, así que tenía que pensar en algo realmente cómodo.

— Después de esto no podrás acompañarme a comer a la mesa, amor —dije tomando el primer trozo de gasa y dejándolo sobre su abdomen levemente hinchado—, pero yo vendré a comer contigo aquí. No te dejaré solo en ningún momento, te lo aseguro... será nuestra constante luna de miel.

Sonreí ante la sola imagen que mi mente creó y seguí aplicando el yeso por sobre su cuerpo. Sus brazos fueron un trabajo complejo y al llegar a sus manos con cuidado separé cada dedo para poder seguir enlazándolos a los míos en el futuro. Me mudé a sus zonas íntimas y empecé a cubrir cada centímetro con yeso, intentando ser lo más detallado posible para no quitarle realismo a su cuerpo. Los dedos de los pies fue lo último antes de que la gasa se acabara, y lo dejé descansar mientras iba a la cocina a cortar más.

La imagen que recibí cuando volví a la habitación llenó mi corazón. Se veía mucho mejor ahora, y el olor parecía comenzar a disiparse, ¿Era posible eso? Sonreí y empujé el cansancio a la parte posterior de mi cabeza mientras continuaba con los últimos detalles de su cuerpo antes de mudarme a su rostro. Fue la parte más difícil. No quería que sus ojos quedaran completamente sellados y aunque la idea de añadir ojos de cristal era atractiva, preferí seguir con la imagen de mi bello durmiente. Desde el nacimiento del cabello hasta la parte inferior de su barbilla cubrí de gasa y yeso. Delineando sus labios como si mi vida dependiera de ello. Y cuando estuvo totalmente cubierto de yeso, y su nueva forma comenzaba a asentarse, abrí las ventanas sin temor alguno para que el aire ayudara a que el yeso se secara.

Me senté junto a la ventana a leer un libro, y cuando el sol cayó encendí una lámpara para seguir leyendo. Pasaron tres libros completos por mis manos, y cuando último acabó era de noche nuevamente. Aunque sinceramente no sé cuántas noches habían pasado ya. Cerré el último libro con fuerzas y me puse de pie, acercándome a la cama para ver mi trabajo terminado.

El olor se había disipado y su imagen era ahora la de una muñeca de porcelana. Sonreí ante el resultado, y fui a cerrar las ventanas para poder ir a dormir finalmente. Con cuidado cambié la ropa de cama por algo limpio y lo acosté entre las sábanas, tomé lugar con la cabeza sobre las almohadas y me acerqué a él, rodeando su torso con mis brazos para abrazarlo a mi cuerpo. Dejé un beso sobre su mejilla, y otro sobre sus labios. Y suspiré totalmente satisfecho.

— Ahora sí... —murmuré contra su oído— Ni el tiempo podrá separarnos.

Y cerré mis ojos, para dormir junto al amor de mi vida. 

beyond ・ frerardWhere stories live. Discover now