Capítulo 16

1.4K 107 5
                                    

En la calle hace demasiado frío, mi ropa sigue húmeda así que esto aumenta más el frio, lo cual apesta. Además de qué cada vez que el frio pega en mi cara aumenta mis mareos, me arrepiento de haber jugado Beer Pong. Patrick ya se coloco su camisa, eso es bueno sino le podría dar una pulmonía bastante fuerte. El vecindario está solo y oscuro, bueno son las tres de la madrugada así que no creo que encontremos a alguien caminando por aquí, ya que eso sería demasiado raro.
Nos detenemos ante un carro bastante antiguo, bueno tal vez exagero un poco las cosas, al parecer es un Mustang pero no se de que año. Nunca me ha llamado la atención saber de autos como a todos los demás niños o adolescentes.
Patrick sonríe y yo arqueo una ceja, él no quita su maldita sonrisa. Eso me pone nervioso.
Él abre la puerta para dejarme pasar. Rodea el auto y se sube, coloca las llaves y sorpredentemente el auto enciende con un gran rugido. Me imagino que al tener un auto antiguo cada vez que colocas la llave implorar por escuchar ese ruido del motor.

—Genial— dice entre dientes—. Bien sé que el auto no es muy moderno, pero aún te puede llevar a tu destino.

—Me alegra— rio— Me encanta tu auto. Pero creo que puedes tener uno mejor ¿No es así?

—Ningún auto va ser mejor que el Mustang 67. Es un clásico, MS autos de hoy en día no son lo mío, de hecho los autos que hay en la actualidad solo los conducen niños ricos y pretenciosos. No te ofendas.

Sólo río.

—Todo era mejor antes— recuesto mi cabeza en la ventana.

—Así es.

Comienza a conducir, durante un largo periodo nadie dice nada, solo se escucha el ruido del motor y en unas cuantas ocasiones la bocina que Patrick sonó solo por molestar a los del vecindario. Intento no dormirme, el sueño me esta matando, van un par de veces que mi cabeza se estrella contra la ventana por culpa del maldito sueño. Queda poco tiempo para llegar a casa, pero no quiero ir a casa, no por ahora. Quiero irme lejos y jamás regresar allá con todo el dolor, miedo y peligro que esas cuatro partes del departamento encierran. Esas cuatro partes que cada vez que entro me asfixian.

—¿Derian?— susurra.

—¿Que ocurre?—  parpadeo un par de veces para espantar el sueño.

—Creí que te habías dormido— mira el parabrisas, vuelve la mirada a mi y de nuevo al parabrisas— ¿Este es el camino correcto?

—Si. Pero no quiero ir a casa, no quiero ir. No quiero regresar a ese maldito lugar que no me deja vivir.

—¡Relájate!— Patrick frena de golpe, por suerte llevaba puesto el cinturón—. Tomaste mucho, será mejor que duermas...

—¡Llévame a otro lugar!— interrumpo. Aunque  o era mi intención soñar como un niño caprichoso, lo hice. Porque eso soy. Un niño caprichoso que tenía lo mejor y lo dejo ir. Un niño que no sabe lo que quiere, un niño que cuando tiene algo bueno lo hecha a perder. Un maldito niño que no sabe tomar buenas decisiones.

—Lo haré.

Vuelve a arrancar el auto, aumenta la velocidad. Sube más la velocidad, bajo un poco la ventana y me aferro al asiento de piel. Cierro mis ojos y dejo que el viento me de en la cara. Me encanta sentir esta adrenalina que recorre todo mi cuerpo. Esa sensación de miedo mezclado con emoción es lo que me mantiene vivo, o tal vez lo que me hace sentir vivo. Patrick hace caso omiso de los semáforos. Los semáforos no importan esta noche. Sólo se escucha el rugido del motor y las risas de Patrick al sentir —tal vez— lo mismo que yo. Es curioso saber que al estar en una situación entre la vida y la muerte es cuando más quieres vivir.

Stay     Where stories live. Discover now