Cygnus Phoenix Black era en pocas y cortas palabras, la perfecta sucesora de Lord Arcturus Black.
Con cinco años, la niña había aprendido a manejarse en los círculos sociales, había aprendido a silenciar a las personas con palabras directas, tan cru...
Ven, sonríe y demuestra que nada malo a pasado, aunque te estés casi destrozado
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Algo andaba mal, y Cygnus lo sabía. Desde que conoció al profesor de DCAO sabía que algo no estaba bien y no era por su apariencia, sino todo lo contrario, algo escondía, algo estaba ocurriendo a su alrededor, y podía notar que estaba a nada de volverse posiblemente loco.
A las doce de la tarde, con el sol en lo más alto del cielo, Cygnus estudiaba a su profesor, la manera en como se movía, la forma en como explicaba y él solo se equivocaba, le ponía de nervios.
—¿Cygnus?— llamó de pronto Pandora quien estaba a su lado —¿Todo bien?
—Si— susurró en una respuesta
Sabe que Pandora no confiaba, pero tampoco le iba a presionar, pero su ansiedad subía.
Cuando el sonido del timbre se escucha, el profesor se excusa y sale rápidamente del salón y Cygnus hace lo mismo.
—¡Los veo en el comedor!
No escucha respuesta alguna, de hecho, lo único que le importa es llegar pronto a donde sea que vaya ese sujeto.
Sus hermanos estaban en sus clases, Sirius en Adivinación y Regulus en transformaciones, mientras que sus amigas iban hacia herbolagia.
Esquiva a varios alumnos, trata de no chocar con ellos, cuando de pronto, una fuerte mano le sujeta la cintura.
—¡Ey!
—Tranquila, soy yo— comentó Remus, mientras le miraba —¿A dónde ibas?
—Ven
Olvidando a Severus quien estaba confundido, Cygnus llevó a Remus con ella, justamente hacia el comienzo del bosque prohibido.
—¿Si sabes que esta prohibido, verdad?— susurró Remus, mientras la miraba
—Si sabes que eres el menos indicado para decirme, ¿Verdad?— se burló ella
Remus no le pudo recriminar aquello, era cierto, él no podía decirle algo así a Cygnus, no cuando el mismo había hecho muchas cosas.
—Rápido— ordena Cygnus
Adentrándose al bosque, Cygnus casi se lamenta por estar llevando las zapatillas que usualmente ocupaba en la escuela.
—¿Necesitas ayuda?— interrogó Remus, quien se mantenía hombro a hombro con ella—. ¿Hacía donde?
—Tu tienes muy olfato, ¿Guías?— interrogó ella con calma
Remus hace una mueca, pero no es que no pueda hacer algo por ella, no cuando lo tenía pensando en ella siempre.
—Bien— cierra un momento los ojos, y pronto los abre, sus ojos ya no están de color ámbar, sino que estaban de un brillante color dorado—. Por allá