Parte única.

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Lisa siempre tuvo una fascinación con su compañera de curso Rosé. En especial, por esos labios cuyo tono rosa le invitaban de manera tentadora a ser pintada por el tono rojo de su deseo. Por ello, Lisa no podía apartar su mirada de los mencionados cuando ésta hablaba, y siempre terminaba siendo regañada con un: "Lisa, deja de mirar mis labios".


Muchas veces había mencionado querer besarlos, pero Rosé no se lo tomaba tan en serio y tan sólo le pedía dejar de bromear entre risas y golpes ligeros. Entonces Lisa abultaba sus labios, y Rosé tan sólo reía para ocultar la verdad de todo lo que en su cuerpo surgía cuando veía los ojos de Lisa deslizarse hasta sus labios y centrarse en ellos, como si fuese lo único en el mundo.


Rosé no calificaría esas sensaciones como algo lindo, pensaba más bien que era solo incomodidad. Aún si no lograba ni trataba de comprender porqué le ponía nerviosa en gran manera, o porqué su tono de piel se enrojecía, o porqué la sensación de cosquilleo en su barriga, para ella solo era la incomodidad que cualquiera sentiría si alguien a quien, en definitiva, no verías de esa forma, mira tus labios de una forma tan rigurosa y deseosa.


Lisa desde siempre accionó de esa manera. Sus conversaciones se desarrollaban mediante preguntas por parte de la pelirroja, y respuestas cortas que, a causa de la insistencia de la menor, le hacía extenderlas hasta llegar a ese punto en el que sólo su voz se escuchaba, y las pupilas ajenas enfocaban los gestos de su boca al hablar. De esa forma, pasaron alrededor de cinco meses. Rosé poco a poco se acostumbraba a esto, y tal vez a veces alargase sus relatos o explicaciones de temas que surgían de repente y de forma casual a propósito, o tal vez puede que remojaba sus labios con su lengua con más frecuencia que antes, de forma seductora quizá. Tal vez, a Rosé le empezaba a gustar tener la mirada de Lisa sobre sus labios, y por ende ejerciera tales acciones tan impropias de ella.


Lisa visitó su casa ese martes de lluvia, y ambas se dedicaron a ver películas de actores guapos. Rosé bebía yogur en una taza de tal forma que se creaba un pequeño bigote de este arriba de sus labios cuando despegaba la taza de estos, atrayendo la mirada de la menor en cuanto lamía estos lentamente. En una de tantas, la mirada de Lisa fue a parar a sus ojos y verle con el deseo profundamente trazado en sus retinas, cuando el contenido de la taza se acabó y una sonrisa traviesa trazó su rostro luego de liberar un "Oops, se acabó". Porque sabía que Lisa se había enterado de su juego, y quería probarle y ver hasta donde rebasaría los límites de paciencia de esta.


—¿Sabes cuál es el secreto de mi madre para tener unos labios esponjosos y suaves? —inquirió Rosé mientras Lisa ojeaba una revista en su cama y ella, desde la silla de su escritorio le miraba y golpeaba su labio inferior con su dedo índice.


Lisa no respondió, pero volteó a verle y aquello fue tomado por Rosé como una invitación a responder su propia pregunta. 


—Ella usa un bálsamo labial de miel todos los días —contestó. Un silencio se produjo por microsegundos hasta escucharse el sonido de cosas siendo removidas en un cajón cuando Rosé buscó dicho objeto—. Ayer compró uno para mí —añadió, mostrando el pequeño artefacto a la pelirroja.


—¿Ese también es tu secreto? —se atrevió a preguntar Lisa. Sus miradas no se despegaban en ningún momento.

Deja de mirar mis labios. (ChaeLisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora