Capítulo 2: Cambio de Planes (Parte 2).

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Con el deseo de que la reunión no se alargase demasiado y aún con su enorme libro en la mano, el señor Casanova se dirigió al aula en la que habían quedado. El mero hecho de pensar que tendría que estar en la misma sala que Obando le ponía enfermo. Una vez en el pasillo, se encontró con una inesperada sorpresa.

—¡Robles! ¿Qué hace aquí? —le preguntó impresionado Casanova a su alumna, que se encontraba a más de diez metros de distancia. La mujer sostenía un carrito en el que había un pequeño bebé dormido.

—Hay reunión, ¿no?

—Sí. pero…

—Como delegada, me pidieron venir en representación de los alumnos —le comentó Robles con la humildad que la caracterizaba y fijó en él su mirada verde oscura. El orgullo era un sentimiento que, de tener, no mostraba con facilidad.

—Tengo que hablar con usted, Robles —confesó Casanova conforme se acercaba a ella.

—Por favor, no me llame de usted —le pidió Robles con una sonrisa en el rostro—. Mejor hablamos después de la reunión, ¿no le parece? Vamos a llegar tarde.

Robles, con su ondeante melena negra, entró en la sala, iluminada por cuatro grandes ventanales. Casanova la siguió. Lo hizo mirando al suelo para evitar tener contacto visual con Obando. Así, se sentó con la cabeza gacha al lado de Robles y dejó el libro a su lado, apoyado en la silla para que no llamara demasiado la atención.

—Bueno, creo podemos comenzar la reunión —anunció Severo ante la treintena de profesores y profesoras que allí se encontraba—. Como representante de los alumnos tenemos aquí a la señorita Sofía Robles Cadalso, que tendrá la amabilidad de expresarnos su opinión desde el punto de vista del alumnado —informó el rector mientras la señorita Robles permanecía sonriente a su lado—. Procedamos.

—Falta el señor Obando —indicó una profesora joven, de pelo largo y castaño que usaba unas finas gafas metálicas.

—Ah, cierto. Bueno, empezaremos sin él. Le comunicaremos más tarde lo decidido —resolvió Severo—. Ahora sí, hacerles conocedores de que numerosos alumnos y profesores solicitan una reforma en el temario. Si nos ceñimos a lo estipulado y se tiene en cuenta las diversas…

Hasta el momento, Casanova no había prestado atención a nada de lo que había dicho el rector, aunque sí que había notado la ausencia de su cuñado. Su mente navegaba sin rumbo entre un mar de incógnitas hasta detenerse en la nota que había aparecido en la copa. Ningún otro profesor tenía, al menos de forma visible, una de aquellas. Ni siquiera Severo mostraba vestigios de haber tenido en su poder el dorado artilugio.

 “Nos hemos encargado de hacerle llegar esta información a ella”. Se preguntaba cómo habían conseguido contactar con María, dado que llevaba varios días ingresada en el hospital. Alguien le vigilaba, eso lo tenía claro. Pero, ¿solo a él?

—¡Robles! ¡Robles! —susurró el profesor tan bajo que ni siquiera ella podía oírle—. ¡Robles!

—¿Tiene algún problema, Casanova? —le preguntó el rector con rudeza.

—Ninguno, señor.

—Pues entonces le agradecería que guardara un poco de silencio y dejase de molestar a nuestra alumna. Si no le supone una gran molestia, por supuesto.

—Pues sí, sí que me molesta mire usted. Estoy harto de todo esto. ¡Quédense ahí sentados con sus libros y sus temarios! ¡Yo me voy! —exclamó y se levantó de su silla con furia tomando el libro e intentando armar el máximo jaleo posible.

Todos los profesores le miraban estupefactos, pensando que aquel hombre había perdido la poca cordura que le quedaba.

—¡Casanova! Si sale por esa puerta me encargaré  personalmente de que no vuelva a entrar en ninguno de los centros docentes de este país ¡Ninguno! —El rector se levantó de su silla dando un golpe en la mesa con las dos palmas a la vez.

Los Ocultos: El Grimorio de ChronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora