Recurrir a esa cafetería solo para verte, empezó a ser rutinario.
Tan rutinario como que yo me sentase dos mesas delante tuyo para poder apreciar tus ojos.
Para poder ver la forma en la que tomabas tu café con leche. La forma en la que la espuma se quedaba en tu labio y lo sacabas con tu lengua.
La forma en la que tímidamente levantabas tu mirada y conectábamos por un instante, para luego desviarla y poner de color tus mejillas.
Mi rutina favorita.
DU LIEST GERADE
Cartas al Olvido
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