40 - Misterios

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Los sonidos agudos de la planta superior despertaron a Jayden.

Enseguida, reconoció el característico ruido que provocaba la fricción entre un mueble y el suelo.

Se levantó lentamente de su cama y notó que el alcohol aún corría por su organismo. Apenas había pasado una hora desde que se habían ido a dormir.

Salió sigiloso de su habitación y se encaminó, con la agilidad de un felino silencioso, por las escaleras que llevaban a la buhardilla que ocupaba Eilean.

Unas gruesas gotas de lluvia repicaban furiosas contra los cristales.

Tras la puerta rústica de madera de la habitación de Eilean, los ruidos eran más fuertes y evidentes.

—¿Eilean?

Se hizo el silencio.

—Pasa —Jayden abrió la puerta lentamente, temiendo lo que aquella le desvelaría—. ¿Te he despertado? —Aún arrastraba las palabras.

Jayden la miró sorprendido.

Estaba a los pies de la cama de madera maciza, intentando apartarla, sin mucho éxito, ya que una gotera en el techo la había dejado empapada.

Él se acercó y, de un fuerte tirón, la movió más de un metro, mostrando más fuerza de la que tenía que haber usado para mantener las apariencias.

Ella le miró jadeante y con las mejillas coloradas por el esfuerzo. Su pijama de verano también estaba algo mojado y se le adhería al cuerpo.

Una sensación parecida a un rayo atravesó por completo el ser de Jayden.

—Gracias, ahora podré dormir.

Jayden miró las sábanas completamente húmedas.

—Aquí no, baja conmigo, tengo una cama de sobra en mi habitación completamente seca.

—Pero mis sábanas están empapadas y me da repelús dormir sobre un colchón desnudo que ha usado mucha gente.

Jayden soltó una carcajada divertida.

—Ya me la quedo yo, tú puedes usar mi cama con sus sábanas recién puestas.

Eilean se cruzó de brazos indignada y su rostro evocó al de una niña enfurruñada.

—¡Ni hablar!

—No me importa. Te espero abajo mientras te cambias el pijama, la lluvia te ha calado.

Antes de que él diera un paso hacia la puerta, ella echó a correr torpemente, para cortarle el paso y le miró con furia.

—¿Por qué siempre haces lo mismo?

—¿Qué? —Estaba confuso.

—Me rescatas. Es como si no pudiera hacer nada por mí misma —Jayden negó con la cabeza asombrado—. Vienes y mueves la cama, me ofreces la tuya... No soy una princesa en apuros.

—Lo siento, no era mi intención.

Eilean mostraba una expresión extraña en su rostro, a caballo entre la ira y la frustración.

—Siempre me cuidas, me ayudas y eres muy bueno conmigo —Su tono se fue dulcificando con cada palabra—. Y yo me siento mal, porque sé por qué lo haces y no soy capaz de corresponderte.

—Eilean, yo... —Ella levantó la mano para callarle.

—Te juro que me lo he planteado, porque eres una persona maravillosa. Pero no soy capaz de quererte de esa manera y, por eso, cuando me cuidas y me proteges me siento mal —Se acercó a él abatida.

LA ISLA DEL DHAPHIRO - La Saga del Escarabajo IIWhere stories live. Discover now