3. OSCURIDAD.

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Ellie Goulding - Dead In The Water

Ellie Goulding - Dead In The Water

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Max y Kellan salieron tras de mí después de dejar a una Kyana temblorosa y de color mortecino en el umbral de su casa.

Llegué a la que se supone que era la mía. Salvo Fanny, y la decena de personas que la mantenían impecable... estaba desierta. No podía más.

Llevaba varios meses sin probar una gota de alcohol, pues con ella, asombrosamente, deseaba, en todo momento, estar con los sentidos bien despiertos para entender y presenciar cualquier cosa que saliera de su preciosa boca o de sus ojos.

Sí, esa era la razón. No era que algún día hubiese tenido problemas con la bebida, no obstante, adolescente, con el mundo a mis pies, sí, era común encontrarme con una cerveza en la mano o ebrio en la cama con alguna chica después de una fiesta, ese era yo. Sin embargo, en cuanto apareció mi ángel, no miento, todo giró en dirección contraria. Aún ahora, trece años después, para mí eso no tiene explicación, pero fue real, indescriptiblemente real. Ella introdujo su inocente mano en mi pecho y me trastornó, me conmovió, me estremeció, cimbró mi vida hasta el punto de desear, con fervor, ser otro para poder merecerla.

Tomé una de las botellas que mi padre tenía en la millonaria cava, donde no solo había vino, sino que contaba con cualquier cantidad de bebidas que a cualquier mente conocedora pudiera antojársele. Le quité la rosca sin esfuerzo y sin fijarme en lo que me llevaba a los labios, me la bebí ahí, de pie en aquel lugar hecho de madera.

Max y Kellan aparecieron de pronto agitados con Fanny por detrás. Los observé sin ninguna expresión y volví a darle un enorme trago al whisky, adiviné por lo amargo. Era imperioso olvidarme de todo lo que pasaba, de todo lo que me estaba doliendo.

-Will, deja eso... no solucionarás nada -me rogó aquella buena mujer que siempre se preocupó más por mí que mis padres. Pasé a su lado sin mirarla y salí con aquel objeto de cristal en la mano.

-¡Liam! -Gritó Kellan. Volteé dándole otro sorbo indolentemente.

-¡Lárguense de aquí! ¡Déjame de una maldita vez en paz! -Anduve hasta quedar a unos centímetros de su rostro-. Ya has de estar contento con esto, ¿cierto? Me vio la cara, andaba con otro y yo de imbécil rogándole. ¡Todos váyanse a la mierda! -bramé, girándome nuevamente para ir a esconderme en mi habitación, esa que ya se encontraba de nuevo impecable y que ya no tenía adornos, nada que dijera que era mía.

-No solucionarás nada así... Lo sabes. Mañana tenemos una prueba, hoy hay entrenamiento... el partido. ¡Maldición! -Alcé la botella sin detenerme.

-Dile «salud» al entrenador de mi parte -y me perdí hasta llegar a las escaleras.

Unos minutos después entró Max a mi cuarto. Lo observé ya sintiendo cómo el líquido comenzaba a atontarme. Se sentó a mi lado sobre el piso, me quitó la botella y cuando iba a chistar, le dio un gran trago sacudiendo la cabeza un segundo después.

Eterno, Muy profundo II © ¡A LA VENTA!Onde histórias criam vida. Descubra agora