9. ARRUINADO.

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Verano, otra vez. Seis años.

¿Era feliz? Sí, no lo negaré, pero de una forma plana, luché demasiado para llegar a eso, así que lo disfrutaba. Kya seguía siendo un recuerdo presente, tangible.

En algún punto, en medio de algún momento donde la evocaba ya exhausto, decidí que me sería más sencillo asumir lo que en realidad pasaba y dejar de pelear con ello. Así que me rendí e imprimí esa fotografía de ella en la playa, la mantenía en un portarretrato grande al lado de mi cama en ese apartamento que compré cerca de la zona financiera de la ciudad. Sí, me iba asombrosamente bien, ya llevaba casi por completo la compañía pues René decidió viajar ese año para ponerme a prueba. Mi sueldo era de varios ceros, pero además, yo era el que tomaba ya las decisiones. Aunque no deseaba independizarme del , por ello le consultaba a él , cuando lo creía necesario, . No obstante, él creía en mí, y debo admitir que no erré. Me enajenaba el lugar, todo era emocionante y eso era algo que yo buscaba en todo momento; vivir, sentir con intensidad, porque era como si esa parte de mi vida permaneciera apagada o en pausa.

Acababa de cumplir veinticinco, mi vida era mejor de lo que había planeado, aunque algo seria y ocupada. Iba y venía sin parar en vuelos privados, y cuando tenía un descanso, me perdía en esta playa con nostalgia —y si he de ser sincero, con algo de rabia—. Ya había ido a un par de psicólogos y nada cambiaba, ella estaba ahí, la amaba loca y desesperadamente, la necesitaba y eso me consumía. Yo estaba convencido de que tenía un severo problema, como quien tiene un trastorno psiquiátrico, de la misma forma me sentía, así que decidí que aprender a lidiar con ello, era lo mejor.

Kellan y Emma se casarían en un par de semanas, hacía algunos meses yo le ayudé a preparar toda la sorpresa para pedirle matrimonio. Era curioso, pero con el tiempo los chicos fueron regresando ahí, al condado. Max continuó con el despacho de asesoría jurídica de su padre. Lana abrió una repostería. Luck vivía la felicidad de ser soltero y también le iba muy bien, pero radicaba en Miami. Kellan regresó para asumir el negocio familiar que era importante ahí, por lo que ya residía de lleno, junto a Emma, en Myrtle Beach. Robert trabajaba en la constructora de su familia, Annie y Emma estaban por inaugurar una tienda de ropa en un centro comercial, la segunda de hecho, ya tenían varias a lo largo de la costa este de Estados Unidos, así que tanto la sociedad como ubicar ahí la sede le quedaba de maravilla pues... al final Robert y Annie admitieron que desde siempre había existido algo entre ellos. Los demás iban y venían con mucha frecuencia, lo cierto es que sabía bastante de todos, incluso de los del equipo. Verlos satisfechos con sus vidas era genial, pero un recordatorio constante de que yo no tenía lo que había soñado hacía tantos años.

Presa de aquella enfermedad que tenía dulces ojos, boca carnosa y nombre único, decidí nuevamente darme una oportunidad, por mucho que estuviera en mis venas, la vida continuaba y yo debía hacerlo con ella, ¿no?

Eterno, Muy profundo II © ¡A LA VENTA!Where stories live. Discover now