14. MÍA.

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Lo papeles llegaron por la noche. Necesitaba tranquilizarme, tomar las cosas con calma. Domingo, ella ya estaría allá y seguramente con ese tipo que ostentaba hasta ese momento el título de su... «prometido». Eran cuatro compendios. Abrí los ojos sin poder ocultar mi asombro. Eran casi las ocho.

—Léelos, cada uno y sabrás todo. Comprenderás todo y tu visión de las cosas cambiará... Creo que mereces saberlo, más aún después de esto. Estaré en mi habitación.

—Gracias —solté al verlo meterse a la casa, pues me encontraba en la terraza perdido en mis pensamientos, en cada recuerdo, estrujando el corazón, imaginando su dolor, sintiendo pavor de que ya no hubiera remedio entre ambos. Kya es una de las personas más nobles y leales que conozco, si estaba con ese hombre, era por algo... eso me ponía aún peor, me mataba. Evocaba su boca temblorosa hacía unas horas, sus ojos miel enrojecidos, su semblante. Mi única esperanza radicaba en esas señales. Creía, de alguna forma, que si se encontraba así, tendría que ser porque todo esto aún le afectaba y rogaba que yo fuera parte del asunto.

—No me las des, jamás te hubiera permitido conocer todo esto de no saber que amas a esa chica, William, que... fueron capaces de repetir la historia. Las cosas a partir de ahora... no tendrán retorno —pestañeé notando que había un dejo de tristeza en sus palabras. Asentí sin titubear, no más. Esto era mi responsabilidad, debía encarar lo ocurrido, con las consecuencias que conllevara.

Pasé toda la noche y parte del día siguiente sumergido en aquella locura. Más de una vez tuve que dejarlos pues las lágrimas de dolor, decepción y miedo, rodaban sin más. Pero, además, comprendiendo que si mi tío no hubiese aparecido en mi vida, yo no habría tenido la menor posibilidad de combatirlos, peor, probablemente me hubiese enterado de la verdad y no la hubiera podido poner a salvo... Mis padres eran seres sin escrúpulos, con tal de que las cosas salieran como deseaban, pasaban sobre cualquiera, importándoles poco quién fuera, eso queda claro, ¿no? Yo era parte del plan. Familia ejemplar, hijos políticos que se coludieran con ellos para mantener el apellido en ese estrado en el que se encontraba. Si mi ángel no hubiese llegado a mi vida justo a tiempo, sé que sí, en eso me habría convertido y... probablemente la insatisfacción hubiese sido mi compañía. Porque si bien Kya fue el agua que hizo crecer aquella semilla, esta ya estaba dentro de mí...

Por la noche me dirigí a su recámara después de ducharme. Mis ojos parecían tener miles de astillas que lastimaban las retinas, debido al esfuerzo de horas y horas sin parar de leer. Y como si eso fuera poco, se acumulaba mucha tensión justo sobre mis hombros, a la altura del cuello, varios nudos ocupaban el lugar de lo que alguna vez fueron músculos sanos, regalándome un dolor molesto cada vez que los movía bruscamente. En fin, esto ya estaba dejando también estragos en mi cuerpo, situación que logró encolerizarme aún más, pues si esto sentía yo ¿qué habría sentido ella? Preferí no pensarlo, no por ahora.

—Pasa, Will... —veía algo en su tableta, sentado en uno de los sillones que tenía en el recibidor. Me senté frente a él con las hojas en la mano. Me sentía devastado, como si tractores, trenes, todoterrenos y demás, hubiesen pasado sobre mí, no una, sino varias veces. No comí, no no dormí, no pensé en nada salvo eso que consumía mi ser. Lo que ahora sabía hacía que mi mente girara de forma enfermiza—. ¿Y bien? —me preguntó quitándose las gafas evaluándome con cautela. Me llevé las manos al cabello. Lunes, el tiempo pasaba y yo solo sabía que debía correr.

Eterno, Muy profundo II © ¡A LA VENTA!Where stories live. Discover now