2-E. El impostor.

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Después de haber contactado con el Doctor, Karin volvió resignada a la sala de fiestas. Dejaba atrás al tal agente infiltrado del ministerio del tiempo español. Allí, el ambiente pasó de ser animado a espeso. La acompañante de Jorge Negrete se permitió acicalarse el pelo con un pequeño spray de laca que llevaba en el bolso. El famoso charro cantaba una enésima ranchera. El doctor Jones y Buñuel conversaban con afecto con Winston,  Carpenter, Chávez y Royce. Paula von Braun se dispuso a trasnochar para atender a los invitados, manteniendo una charla amena con Natalie Frank. El dueño de la casa, Klaus von Braun, se retiró a dormir, siendo conducido por su médico.

Karin no lo dudó. Hasta ese momento, nadie se estaba dando cuenta de la anomalía. Ni siquiera Jones se estaba preguntando que hacía todavía allí, cuando tenía asuntos que atender en Estados Unidos.

Karin se quedó callada y observó a los presentes. Pretendía detectar algún síntoma que la pusiera en alerta. Pero aparte de los evidentes signos de cansancio y agotamiento, ninguno de los sujetos presentaba indicios de estar incubando alguna enfermedad.

Pero si el campo de cuarentena no fue activado por culpa de un patógeno, entonces, ¿cuál era el agente biológico que no debería salir de allí?

De pronto, oyeron el grito de la criada en la cocina. Karin fue la primera en reaccionar. Corrió hacia allí. Y cuando llegó, se quedó en la puerta, clavada en el suelo, sin poder dar crédito a sus ojos.

La criada estaba acorralada en una esquina, sin posibilidad de huida. El criado también estaba allí, paralizado por el terror. Y en cuanto al mayordomo, estaba siendo asimilado por esa cosa.

O  al menos , era lo que le parecía a Karín.

En esa cocina había una criatura horrible y deforme, un cuerpo humano cuyas extremidades se habían alargado. De su vientre se había abierto una boca semejante a la de las lampreas, de cuyo interior brotaban unos tentáculos que estaban sujetando al mayordomo por el cuello. El pobre hombre se agarraba con las manos a los apéndices opresores que le cortaban la respiración. Tanto sus manos como su cuello se estaban fusionando, como si sus células se estuvieran mezclando con las del monstruo.

Pero lo que más horrorizó a Karin, fue reconocer a esa criatura, gracias a las ropas blancas y rasgadas, en la que se distinguía una cruz roja. También pudo identificar el rostro de esa cabeza que colgaba hacia atrás sobre la espalda, como si se tratara de un apéndice inútil, aunque todavía entornaba los ojos y su boca emitía sonidos guturales.

Era la enfermera. La enfermera se había convertido en esa cosa.

Los demás invitados se arremolinaron detrás de Karin. Con horror, pudieron ver cómo el monstruo se tragaba entero al mayordomo, retrayendo los tentáculos para introducirlo en esa boca de pesadilla. Tras engullir la presa, la cosa aumentó de tamaño, a la vez que le crecían un par de patas articuladas de insecto. También apareció la cara horrorizada del mayordomo en uno de los costados. Después, el monstruo se volvió a la criada arrinconada, dispuesto a devorarla.

El criado fue el primero que consiguió reaccionar ante esa horripilante amenaza. Cogió una silla y la arrojó al monstruo con todas sus fuerzas. Sin embargo, el golpe fue más bien inútil. La silla se rompió en pedazos, esparciendo astillas de madera. Lo único que consiguió el tal Sánchez, fue desviar la atención de la cosa, que saltó sobre él en vez de la criada. Con un fugaz zarpazo, el monstruo rasgó el cuello del agente del ministerio, segando su vida con una repentina hemorragia.

No obstante, el sacrificio de Sánchez permitió la huida de la criada. La pobre mujer la aprovechó, dirigiéndose a la puerta copada por Karin y los demás invitados. Esa escapada atrajo la atención del monstruo, que se volvió para perseguir a la criada.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora