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(Miller)

Casí cuatro años después...

Suspiró por enésima vez y luego rodó los ojos.

—Ya decidete, quieres.

—Es que todos me gustan, pero creo que quedaría mejor en azul, pero un azul como un cielo nocturno.

—Esta bien. —Miller Ludlow, 22 años, ingeniero en sistemas y esclavo de Eliz Baely (al menos de esa manera se sentía). Observó al rubio junto a él y lo fulminó con la mirada. —Pero te advierto que es la última vez que le cambio el color al fondo, si no te gusta te jodes.

—si, si...Dios, que gruñon te has vuelto.

El castaño se limitó a hacerle los últimos cambios a la página web que estaba creando, la cual pertenecía a Eliz y su cafetería.

Cuando se mudó junto a Eliz y Brooks, le pareció la mejor idea...o por lo menos los primeros dos meses porque sucedió algo que lo cambió todo. Resulto que Eliz y William Brooks eran almas gemelas, y para Miller se volvió insoportable estar alrededor de una pareja tan melosa como lo eran ellos. Recordaba constantemente a Levka y trataba de sobrellevar el dolor, pero ver los arrumacos que el par de tortolos se hacía...era demasiado. Así que terminó por mudarse a su propio apartamento uno que le quedaba cerca de la universidad.

Bostezó con cansanció mientras le daba los toques finales a la página.

—Te ves cansado—Dijó Eliz.

—Lo sé— vaya si no lo sabía, desde que había dejado su antiguo pueblo, Miller no era el mismo, principalmente porque no dormía casí nada y ¿cómo hacerlo cuando era acosado por acusadoras pesadillas?

Por un tiempo se iban pero siempre terminaban por volver. Siempre era lo mismo, ver a Levka morir, revivir la culpa, el dolor y la perdida era demasiado con lo que lidiar, por eso evitaba dormir todo lo posible. Se mantenía a base de bebidas energéticas, café y mucho ejercicio físico, afortunadamente su condición de hombre lobo seguía manteniéndolo con vida y le ayudaba a recuperarse con bastante facilidad. Pero no solo se trataba de pesadillas...había un sueño que se presentaba de vez en cuando; en el sueño se veía a sí mismo convertido en lobo, corriendo por el bosque de Cold Mountain, escuchaba a alguien pedir ayuda y ser lastimado y se veía salvando a ese alguien...no sabía si era causado por su culpa y los recuerdos de Levka o era que en realidad había sucedidó, solo no lo recordaba y mucho menos lo entendía y por eso evitaba dormir.

—Debería probar con el té de tilo, quizá te ayude a dormir.

—No lo creo...mira , esta listo.

Giró la portatíl y le mostro la pantalla, una enorme sonrisa invadió el rostro del rubio.

—Esta increíble, joder es que eres bueno en lo que haces.

—Pues claro. —Se jactó y sonrió lo que hacía tan poco que Eliz no pudó esconder su asombro. —¿Qué?— se sintió incomodo ante la atenta mirada de su amigo.

—Es que hace mucho que no sonreías.

—Ya... si bueno, solo olvídalo y no me veas como si fuera un fenómeno.

—No te veo de esa manera.

—Si lo haces y si no dejas de hacerlo le diré a Brooks.

El rubío rodo los ojos y se acomodo las gafas.

—A veces eres tan infantil.

—Cállate.

Empezaron a empujarse y a hacerse bromas llamando la atención de los clientes que tomaban tranquilamente su café.

Aquella pequeña cafetería llamada Moonlight, era el orgullo de Eliz, aunque era más que obvio que no necesitaba trabajar, no cuando William Brooks era soció de la cadena de Hoteles que pertenecían a la manada y al padre de Miller. Sin embargo aquel lugar era suyo. Para Miller también era importante, porque había sido en parte su idea.

—¡Oye!— Eliz levantó las manos en son de paz. —Me rindo, mierda, eres demasiado fuerte.

—Debilucho.

—¿Acaso es mi jodida culpa que parezcas una versión castaña y joven de Thor?

Miller solo pudó reir ante eso porque en efecto, su cuerpo había cambiado mucho. Atras quedó el adolescente, su cuerpo se había convertidó en el de un hombre que incluso sobrepasaba la estatura de Brooks y si a eso le sumaba el hecho de haberse dejado crecer el cabello (y de vez en cuando la barba), lucía rudo, intimidante y atractivo en extremo.

—Ya sabes, ventajas de hombre lobo, soy así de cool. — susurró con una sonrisa burlona.

—Y obviamente entre esas ventajas no esta incluído el ser modesto.

—Tampoco soy perfecto.

—Idiota.

—Idiota tú.

—¿Qué dijiste remedo de lobo?

—¿Remedo de lobo? Retira lo dicho o te juró que no me hago responsable de lo que pueda pasar.

Se observaron con ojos entrecerrados, ambos sabían que eso solo terminaría en una pelea de broma donde Miller ganaría fácilmente. Pero eso no sucedió ya que un carraspeó llamo su atención.

Giraron la vista al mismo tiempo solo para toparase con un chico de cabellos blancos y ojos azules. Miller lo observó detenidamente y casí se hecha a reir cuando el chico bajo la mirada con las mejillas enrojecidas.

—¿En que puedo ayudarte? —dijó Eliz adoptando su tono amable, el que reservaba para los clientes.

—Esto...si yo...—El chico tomo aire y volvió a levantar la mirada. —Me llamo Ian Hurts y me gustaría saber si el puesto de mesero todavía esta vacante.

Señalo un punto en la pared tras Miller y Eliz. Aunque el castaño ya sabía lo que había ahí no pudo evitar voltear a ver. Un cartel en letras negras decía: se solicita mesero.

Si, claro. ¿Te parecería empezar mañana mismo?

—Ah...¿No vas a entevistarme? —preguntó el chico con confusión.

—Tú quieres el trabajo y aquí se necesita un mesero ¿Para qué darle tantas vueltas? —Dijó Miller tomando por sorpresa a Eliz y al chico.

El chico de cabello blanco observó a Miller detenidamente y luego sonrio ampliamente.

—Supongo que tienes razón.

Por un segundo Miller sintió que lo conocía de algun lado, pero eso era ridículo, recordaría ese cabello blanco si lo hubiera visto antes.

El dilema del lobo (Lunas Opuestas #2)Where stories live. Discover now