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(Miller)

Cuando Ian volvió estaba más blanco en que un papel y eso basto para que el instinto protector de Miller se activara.

—¿Qué sucede?— el chico se tambaleo y tuvo que tomarlo de los hombros para evitar que se cayera. —Ian ¿Estas bien?

—Si...—Sus manos temblaban y parecía perdido. — Lo siento...¿podríamos dejar esto para otro día? La verdad es que no me siento nada bien.

—Seguro, solo déjame pagar la cuenta.

Asintió y se encamino a la entrada, mientras él iba a la barra para pagar el par de cervezas que no habían tocado.

+Algo le sucede al chico— dijó su lobo tomándolo por sorpresa. Y no era para menos. Eran tan pocas las veces que le hablaba...

—Lo ...

Claro que algo le sucedía a Ian, pero presentía que si se lo preguntaba no se lo diría. Por otro lado, no quería involucrarse demasiado con el chico...si, si, era un tanto hipócrita si se tomaba en cuenta que estaba ahí con él, en un bar, en una "no" cita.

Gruñó por lo bajo y se reunió con el chico que lo esperaba a los pies de la escalera. Se veía tan pequeño y ya no sonreía.

—¿Quieres que te acompañe a tu casa?— El chico se sobresalto, pero luego trato de sonreir, no lo logro.

—Te lo agradecería mucho...

Asintió y se colocó a su lado, por un momento sintió la necesidad de rodearlo con un brazo, eso sin embargo estaba prohíbido. No podía, no se sentía correcto.

+¿Qué tiene de malo?— su lobo parecía molesto, aunque tecnicamente siempre estaba molesto. —Tampoco es que vayas a estamparlo contra la pared y comerle la boca...aunque eso no estaría tan mal.

Se sobresalto con los pensamientos de su lobo. Y de algún modo se avergonzó de sí mismo. ¡Joder! Que apenas conocía al chico y estaba totalmente seguro que involucrarse con el sería un completo lío.

El chico caminaba en silencio con la cabeza gacha. Pronto se adentraron en el centro de la ciudad donde los antiguos edificios de ladrillo se volvían más abundantes. Un bonito lugar para vivir. Se detuvieron frente a un edificio de cinco plantas con fachada de ladrillos pero con puertas de cristal. Era como si el pasado y el presente colisionaran.

—Aquí es donde vivo —Susurró el chico.

—Bonito lugar— Ian no dijó nada ¿En donde había quedado el chico risueño? — ¿Seguro de que estaras bien solo?

—Ah...si...Mi amiga ya debe estar en el apartamento. — esbozó una débil sonrisa —Gracias por acompañarme, de verdad.

—No es nada— en un tonto impulso le revolvió el cabello balnco y vaya que se sentía bien.

Los ojos azules del chico se abrieron como platos y sus mejillas enrojecieron por completo.

+Es Lindo— Dijó su lobo y entonces Miller retrocedió sintiéndose demasiado abrumado.

El dilema del lobo (Lunas Opuestas #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora