Preámbulo

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Un fuerte golpe retumbo por el lugar y luego toda la habitación se sumió en el silencio, ¿qué había sucedido? Aún estaba esperando el impacto pero nunca llego; por alguna razón aún estaba vivo. Mi pecho estaba contraído y mi estómago en putrefacción; por primera vez podía sentir como el temor recorría todo mi cuerpo lentamente haciéndome sollozar en aquel suelo frió. No me atrevía a mirar, no quería hacerlo; me aterraba él hecho de abrir los ojos y encontrar el cadáver de mí hermana frente a mí. ¡NO!, por ningún motivo sucedería aquello, así tuviese que entregarle mi vida a la muerte para salvarla a ella y, ¡eso haría!, porque al final mi vida le pertenecía.

¡Abrí los ojos!

Todo estaba desordenado, como si un fuerte terremoto hubiese hecho de esto todo un desastre. Los bombillos habían explotado, solo la lámpara al final del sótano seguía funcionando y no del todo bien; se encendía y se apagaba, haciendo aquel extraño sonido que me decía que esta había tenido un pequeño corto circuito. Mi cuerpo aun no reaccionaba, después de aquel fuerte golpe aun sentía todos mis músculos entumecidos y por más que luchaba no conseguía las fuerzas para levantarme; tome un fuerte aliento e intente ponerme de pie nuevamente, pero fue en vano.

¡boom! –la lámpara había explotado finalmente, sumergiendo la habitación en total oscuridad.

De pronto, una fuerte sonrisa macabra retumbo entre las gruesas paredes de concreto del sótano. Mis oídos comenzaban a sangrar de lo fuerte que se había vuelto el sonido proveniente de aquella espantosa risa; quería irme lejos de aquel lugar y esconderme en donde nunca pudiese encontrarme, pero no podía, tenía que enfrentar mi destino.

¡Maldición! ¡Ya cállate! ¡Déjame en paz! –gritaba desesperado, tapando mis oídos con mis manos

¡Se detuvo!

–Llego la hora Billy –susurro a mi oído

–¿Qué coño quieres de mí? –grite

–Te quiero a ti Billy

–¡Mátame de una vez por todas y acaba con esta mierda! –las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos, ya no podía más; ni siquiera lograba encontrar las fuerzas para levantarme.

–Eso no sería divertido... ¡hagamos algo!, ¿recuerdas el juego de los doce segundos?

–¡lárgate de una vez y déjanos en paz! ¡Maldito enfermo! –¡lo había hecho!, finalmente había logrado ponerme de pie, aunque eso no sería de mucha ayuda, ya que aquella cosa tenia habilidades sobrenaturales que la colocaban muy por encima de mí.

–Tienes doce segundos para esconderte bien, pero recuerda, todos en la casa deben estar escondidos porque al llegar a doce al que encuentre primero le arrancare los ojos. Así que procura encontrar a tus hermanos primero, porque si yo lo hago antes, será el fin. ¡Corre!... 

El hijo del cuervo //en pausa//Where stories live. Discover now