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Lola

Mientras iba caminando, la gente en el colegio me miraba como si hubiese visto un fantasma.

—¿Qué les pasa? ¿Acaso nunca vieron a alguien con ojeras? —pregunté, algo alterada, logrando que todos dejasen de mirarme —. Idiotas.

Era temprano, sin embargo, entré al salón, sentándome en la última fila. Me cubrí el rostro con mi cabello y comencé a llorar. Los sollozos no eran tan fuertes. Si bien era muy poco probable que alguien me escuchase, no quería arriesgarme.

Y así seguí, llorando hasta que sentí que alguien, luego de sentarse a mi lado, me abrazó. Sabía quién era, por lo que lo abracé con más fuerza todavía.

—Tranquila, todo estará bien —habló Luke, acariciando mi cabello.

Tomé su camiseta con fuerza, sin pensar en si la iría a arrugar o no. Estaba mal. Quería desaparecer en estos instantes y dejar de sentir esa tristeza dentro mío que tanto me dolía.

—¿Qué te parece si salimos de aquí? —preguntó él, casi en un susurro.

Asentí y lentamente nos paramos. Limpié mis ojos con las mangas de mi campera y lo miré. Recordé las ganas que tenía ayer por la tarde de salir con él, y cómo todo eso se desmoronó en cuestión de segundos.

—Perdón por haberte cancelado, Luke, en serio, yo...

—Lola, no pasa nada, justo en este momento es lo último que me importa, sólo quiero verte bien ¿sí? —habló, colocando sus manos a los costados de mi cabeza. Me dieron ganas de besarlo hasta no poder más, es decir, ¿podía ser todavía más tierno? De igual forma me contuve y lo abracé.

Antes de que el timbre sonase, ambos estábamos en la calle, abrazados, caminando en dirección a su casa.

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