Segunda Temporada - IX

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Espero ansioso la noticia que me tiene que decir Carol. No sé qué me tiene que contar.

—Ya sabes que a mí Italia no me hace mucha gracia —empieza a explicar—. Además, por mi trabajo tampoco me es cómodo. Pero por otro lado sí.

—¿Qué me quieres decir con esto? —pregunto muy sorprendido —.

—Mira, lee esto —me tiende un folio sacado de sus pantalones—.

—¿Prensa italiana? —pregunto sin creérmelo—. ¿Profesora de español en la universidad?

—Así es, Marquito. Estás ante la nueva profesora de lengua hispana de la Universidad de Milán. Además, escribiré tres artículos semanales sobre el AC Milán.

—No puede ser —niego con la cabeza—. ¡No me lo puedo creer! ¿Eso es que te quedas aquí conmigo?

—Exacto —confirma emocionada—.

—Te quiero, te quiero, te quiero —le repito una y otra vez antes de besarla—. Oye Carol, una cosa.

—Dime. ¿Estás contento?

—¿Estás de broma? ¡Y tanto que lo estoy! No puedo ser más feliz, esto es increíble.

—¿Qué me querías decir? —pregunta mirándome a los ojos—.

—Que te amo —le suelto de golpe antes de abrazarla—.

Hoy creo que ha sido uno de los días más bonitos de mi vida, sin ninguna duda.

A la semana siguiente, Carol está totalmente instalada con todas sus cosas aquí. Por lo que ya está preparada para empezar con sus trabajos. Estoy muy orgulloso de ella.

Además, hoy es su cumpleaños. Y quiero que sea un día bonito para ella.

—Buenos días, fea —aparezco en la habitación con una bandeja llena de desayuno—. Esto es para ti, ¡felicidades!

—Muchísimas gracias —me besa antes de empezar a desayunar—. ¿Tú no quieres?

—Ya he desayunado, tranquila.

Y mientras desayuna en la cama, uno de los mejores placeres del mundo, yo me dirijo al salón. Coloco la primera sorpresa justo delante del sofá para que la vea nada más salir.

El segundo regalo lo dejo en el baño, así cuando se duche lo verá fácilmente.

Y para no levantar sospechas, me dirijo de nuevo a la habitación para cambiarme.

—Ya he acabado de desayunar, voy a dejar la bandeja en la cocina —me informa mientras sale de la habitación—. ¡Marco! ¿Qué es esto?

—¿El qué?  —pregunto haciéndome el loco—.

—Ven al salón —me pide—. ¿Y esto?

Se queda alucinada al ver un cuadro de una foto nuestra en el Bernabeu. Ambos sonreímos mirándonos mutuamente. Es enorme y ocupará perfectamente una pared del salón. Pero me encanta. Al igual que a ella.

Cuando va al baño me vuelve a llamar.

—¿Te gusta? —le pregunto mientras ella se prueba mi camiseta de Milán—. He cogido a un jugador un poco feo, ya sabes. Un tal Marco Asensio que dicen que es bastante bueno.

—¡Qué tonto eres! Claro que me gusta,  es muy bonita. Casi tanto como el jugador que lleva en el dorsal.

—Por cierto, ¿algo más? —pregunta curiosa y yo solo puedo reírme—.

Una vez se ducha y se viste, sale al salón para esperarme. Yo solo hago tiempo en el baño peinandome.

—¿Se puede saber por qué tardas tanto? —me pregunta desde el salón—.

En ese momento tocan al timbre de casa. Me asomo al salón pero Carol ya ha abierto la puerta. Y su sorpresa no puede ser mayor cuando ve a toda su familia, a Isco, Paula, Morata y Lucas ante ella.

Me mira y corre hacia mí. Me besa agradeciéndole el detalle.

—¡Sorpresaaaa! —gritan todos al entrar en casa.

Yo empiezo a reírme porque es a Isco a quién más se le escucha y es muy gracioso.

—Tú no te rías —bromea mientras me da un puñetazo en el brazo—.

—¡Me encanta el piso! —exclama ¿mi suegra?—. Está muy ordenado.

—¡Marco, qué tal! —me saluda Pablo antes de abalanzarse sobre su hermana—.

—Gracias por hacerla tan feliz —me agradece el padre de Carol y yo me pongo nervioso—.

Paula me abraza y me da dos besos.
Y el último en saludarme es Morata y no puede ser mejor.

—Aquí te traigo tu objeto más preciado —me da una caja bastante grande—. Ya sé que no es tu cumpleaños Marquito, pero esto no puede faltar.

Abro la caja y no puedo parar de reír cuando veo lo que hay dentro: la play y distintos juegos. Carol al enterarse también se ríe.

Salimos a comer todos juntos para celebrar el cumpleaños de mi novia. Sé que esta muy feliz y yo de verla así también.

—Creo que lo mejor está por venir —le digo al oído mientras comemos—. Y no, no pienses mal que eso vendrá después.

—¡Dejaros los secretitos,son de mala educación! —dice Morata y todos se ríen—.

Al acabar de comer le doy una cinta para que se la ponga en los ojos. Para que no vea nada.

—Confía en mí —le pido dándole un beso—.

Tanto su familia, amigos y los del equipo han colaborado en este regalo y es genial.

—¿Me puedo quitar esto ya? ¡Me voy a caer, Marco!

—Tranquila, no te caes —confirma su madre—.

Y tras diez minutos andando, llegamos a un parque cercano a casa.

Me pongo justo detrás de ella y le quito la venda que rodea sus ojos.

Ante ella hay un precioso Mini blanco. El coche es precioso. Y sé que siempre ha querido uno. Además, le encanta conducir y en Madrid siempre me pedía mi audi.

—¿Es para mí? —pregunta sorprendida—.

El día pasa volando, y la semana en la que todos nos visitan también. Tanto que Carol empieza con su trabajo.

—Estoy nerviosa —me confiesa mientras desayunamos en la cocina—.

—Lo vas a hacer genial. Eres fantástica.

—No sé qué haría sin ti —dice antes de levantarse para besarme.

Coge su bolso y se pone la chaqueta. Pero antes de que salga de casa, le informo de los planes de esesa noche.

—Esta noche no hagas planes. He reservado mesa en un restaurante de lujo. Va siendo hora de que uses tu precioso vestido rojo y además, tengo algo que contarte.

—¿En serio? —pregunta sorprendida—. Ahora estoy el doble de nerviosa.

—Nos vemos luego —le digo antes de que salga por la puerta y yo me marche a entrenar.

Mi pequeña casualidad - Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora